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Confrontación política

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A medida que avanza la revolución, avanza la confrontación contra todos aquellos que por alguna diferencia tienden a contrariarlos o tienen a dar ideas distintas a su proyecto autocrático. La intervención del gobierno al PCV sigue el libreto de dividir a los opositores y disidentes: en un caso, a los más frontales adversarios y, en el otro, a quienes por años acompañaron con su proselitismo, así no fuesen gobierno, por el solo hecho de discrepar en torno a una materia o un caso en específico. A nadie puede alegrarle que los comunistas (a un sector de los comunistas que hay en Venezuela, porque los hay y  con muchísimo real!), se encuentren ahora en desgracia. De los partidos históricos solo faltaba el PCV, pues AD y Copei probaron la “medicina”, y si hubiese existido URD, el partido de Uslar Pietri, o el de Pérez Jiménez, el hachazo les hubiera caído desde hace tiempo. De modo que ¿para qué quejarse tanto de una judicialización que ya le ha dado alcance a Raimundo y todo el mundo? ¿El mismo Nicolás Maduro no les ha sacado en cara que hasta apoyaron a Caldera en 1993?  Y, en verdad, ¿es neoliberal este socialismo tan mafioso?

Creo que el asunto va por otro lado, es decir, se enfoca en el modo de hacer política.  Estas intervenciones de los partidos que tienen muchísimos años de experiencia acumulada y transmitida de generación en generación -aunque eso no sea tan cierto-, a las que le reemplazan las direcciones por otros dirigentes sin importar su rango,  aceptan cualquier humillación a cambio de prebendas. Estas conforman una práctica en la vida política actual, cuya práctica es pelearse y obtener los símbolos del partido, trabajar full en las redes sociales y, de repente, lograr una curul parlamentaria o edilicia, lo cual les permitirá hacer un negocito por aquí y otro por allá, y lograr una clientela que va creciendo.

Una conducta repetida desde la cúpula  muy arriba hasta muy abajo en la base, sin más principios y valores que la propia y mera supervivencia personal, política y familiar. Si se llega muy lejos, un buen cambur pueden obtener, así sea de suplente en la Asamblea Nacional o algún  Concejo Municipal que incluya acceso a contratos de obras;  y si se llega más abajo (y muy bajo), repartir en la localidad las pastillas contra la tensión que puede ser objeto de un negocito en la cuadra. Estamos hablando  de una parte de la oposición, porque ser gobierno, adicional a esto que hemos dicho, es meterse con el presupuesto público y creo que por estos años, nadie que en un momento determinado le haya hecho oposición a Chávez o a Maduro, ha llegado a ser ministro o viceministro en nombre de los grandes intereses del país, como algunos lo diligenciaron en 2014.

Esta confrontación o pase de factura que vemos por parte de los que hoy ejercen el poder, no se escapa de la práctica opositora, que en buena medida utilizan esa táctica para todo aquél que se intente revelar u opinar distinto, en épocas anteriores pasaban al congelador y, posteriormente, casi siempre volvían a la palestra. Estas acciones que vemos hoy en la política son parte de la falta de institución y formación de todos aquellos cuadros que, de una u otra manera, han venido acercándose a esto oficio. En Venezuela vemos cómo se han debilitado los partidos, se descomponen y no son reconstruidos, y termina sufriendo la democracia con problemas de gobernabilidad, crisis constitucionales que al final, termina con el colapso del sistema en su totalidad.

Parte del problema que se ha generado con estas acciones y con la confrontación constante es la forma de hacer política en la que los propios partidos en algún momento impidieron que se llegaran a organizar otros sectores sociales, pues marginaron y excluyeron a grandes grupos de la población, ante la falta de representatividad;  los partidos se fueron debilitando como organizaciones sin respaldo social. Y estos sectores de la sociedad fueron perdiendo la credibilidad y la conexión con los partidos; y  mientras los partidos no logren retomar esa confianza, no hay mucho que hacer, en el sentido de que no hay democracia sin ellos.

Uno de los pasos para  salir de la confrontación es reinstitucionalizar las organizaciones políticas, para recuperar los valores perdidos y formar los cuadros para su fortalecimiento y, así, retomar el camino hacia una democracia plena. Reconstruir la credibilidad con la sociedad, con acciones que beneficien, realmente, a la democracia, que no sean atajos para un beneficio propio de algún político con suerte, sino beneficios para el colectivo nacional. Hemos insistido, resistido y persistido en la creación y aplicación de un discurso que desarrolle confianza, unión y apoyo, pues muchas veces solo decir o repetir lo que una mayoría, quizá dolida, quiere escuchar, no es siempre decir la verdad.

Tw/IG: @freddyamarcano

 

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