Hay que ver a la raza humana, unos 7.000 millones de habitantes de todos los tamaños, colores, pesos y anchos. De todos los olores. De todas las vestimentas. De todas las preferencias sexuales. Hay que verlos y oírlos especulando de dónde soy yo, el Corona Virus, dónde nací, quiénes fueron mis padres. Pamplinas. ¿Eso qué importa?
Soy el rey. Tengo corona. A todos los tengo de rodillas. Presidentes, primeros ministros, demócratas, dictadores, parlamentarios, jueces, deportistas, pobres, ricos. Todos arrodillados frente a mí. Más adelante en estas confesiones me referiré a las afirmaciones de unos cuantos jefes de Estado y gobierno que han dicho barbaridades. Unos temerarios del lenguaje. A algunos de ellos, por bocones y desafiantes, los tengo en mi lista. Sí señor, en la lista de enfermos y contaminados. Que preparen sus bártulos que van de salida al otro mundo.
Las especulaciones de los ignaros están a la orden del día. Unos atrevidos dicen que nací en los laboratorios de las Carolinas en Estados Unidos. De allí en una actitud conspirativa y ultrasecreta unos agentes de la CIA y algunos militares fingieron una visita a China, a Wuhan, donde soltaron a mi tatarabuelo para contaminar a la raza amarilla, detener su crecimiento económico, hacerlos responsables de la pandemia y así provocar en el resto de la humanidad una sed de venganza y retaliación. Hay otros científicos de cafetín, analistas de pasillos, que aseguran por el contrario que mis ancestros fueron creados por técnicos en guerra biológica y bacteriológica del Ejército chino. Que al propio tiempo crearon los antídotos, los agentes inmunizadores, y tal realidad, por cierto, es lo único que puede explicar que, así como apareció por arte de magia en Wuhan el covid-19, asimismo desapareció sin dejar rastro.
Los chinos esperaron pacientemente, característica de esa raza, que centenares de miles de ellos, ya infectados, viajaran por todo el planeta contagiando hombres, mujeres, transformistas, jóvenes, viejos, niños, cuerdos, dementes, señoras, curas, sacerdotes, rabinos, maestros. Y una vez que sus algoritmos verificaron que la pandemia era inevitable, le informaron al resto de la humanidad que mis antecesores andaban por esos mundos de Dios agarrando cuanto pulmón podían. Creo, por cierto que en cuanto a razas, los chinos son la menor proporción entre los fallecidos y reto a alguien que me desmienta.
Por alguna razón “secreta” en Pekín no hay contaminados. ¡Qué raro! También están los “creyentes”, según ellos, se trata de una “venganza” de la naturaleza por el daño que le hemos ocasionado; por el asunto de la capa de ozono; el calentamiento global; las bolsas plásticas en los mares; las toallitas húmedas en los ríos, etc. Digan ustedes los religiosos de túnica, sotana, sayo y alpargatas y sandalias, que afirman la llegada del apocalipsis, la ira de Dios, la rabia de Mahoma, los vaticinios de Confucio, los libros de Nostradamus, las profecías de la búlgara Baba Vanga, los profetas del judaísmo y los otros iluminados del Islam. Y por allí sigue una ristra de brujos, adivinadores, prestidigitadores, magos, charlatanes, incluso tienen a Melquiades el mago de Cien años de soledad. Si hay algo totalmente cierto en este maremágnum, en este aquelarre universal, en esta batahola del quinto infierno es que se pudo demostrar que el desarrollo económico armónico y universal, la existencia de organizaciones multilaterales económicas, políticas y financieras como la ONU, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial de la Salud, la Cruz Roja, la OEA, el BID y pare usted de contar son instrumentos inútiles frente al poder de mi familia.
Ninguno de esos conciliábulos estaba preparado contra nuestra fuerza; sus monedas; sus productos; sus servicios; su armamento atómico; sus drones; resultaron inútiles para contener nuestra invasión, no secreta, sino abierta, pública, notoria. Veremos si aprendieron algo y se preparan para nuevos ataques por parte de nuestros venideros descendientes. Si hay algo asombroso de la raza humana, son precisamente las estupideces y contradicciones de los grandes líderes de la humanidad. ¡Pónganse mascarillas! ¡No se pongan mascarillas! Gritan algunos. ¡No hace falta ninguna cuarentena, todo está bajo control! Hablan los otros. ¡Hace falta una cuarentena con toque de queda incluido! ¡Es una gripecita! Repiten vanamente. ¡Es una pandemia peligrosa! ¡Sigan con la parranda, no paren! ¡Cierren todos los negocios que no sean alimentos, medicinas y servicios básicos! ¡Habrase visto mayor contradicción!
Estamos por primera vez frente a la Torre de Babel. La verdadera y única Torre de Babel. Todos hablan y nadie se entiende. Ni siquiera en las cifras logran ponerse de acuerdo. ¿Cuántos infectados? ¿Cuántos fallecidos? ¿Cuántos recuperados? En ningún lugar del globo había suficientes camas, hospitales, médicos, enfermeras, cementerios para enfrentarnos. Más de 4.000 millones de personas están encerradas en sus casas. Detuvimos la economía. Vaciamos las calles. Derrumbamos a las bolsas de valores. Congelamos de un porrazo el consumo de petróleo. La producción de vehículos. Llevamos los indicadores de desempleo y subempleo a porcentajes nunca antes vistos, cercanos al 10% de la población económicamente activa. Bajamos las tasas de interés a cero. Los alquileres fueron diferidos.
Hay un encarnecido debate entre quienes defienden la economía y su curva y quienes defienden el aislamiento total y su curva. La cosa es como sigue: si todas las personas se aíslan en sus casas (exageración demagógica, digo, pedagógica) no salen a trabajar la posibilidad de contaminarse es mínima. Si medimos el tiempo en un plano de coordenadas cartesianas (se llaman así en honor a René Descartes que fue el primer gran matemático que las usó en su trabajo, son dos líneas perpendiculares) digamos en el eje + X y los infectados en el eje + Y entonces veremos que la curva será bastante plana, más o menos los mismos contagios diarios a lo largo del tiempo. Estamos en el llamado Primer Cuadrante. La curva se “aplanó” y casi se convirtió en una recta paralela al eje + X. Tiene una pendiente positiva cercana a cero.
Mientras tanto la economía, el PIB será lo contrario. Todo el mundo en su casa. Nadie produce. Cero PIB. En este caso si tomamos el tiempo de igual forma a ser medido en el eje + X y la caída del PIB en el eje – Y veremos que se formará un pico inverso, para nada plano, una caída cercana al 100% del PIB. Estamos en el Cuarto Cuadrante. Una pendiente elevadísima. De donde deducimos que la curva del confinamiento, la distancia social y la interrupción del circuito económico forma una curva de sentido inverso al PIB. Cuanto mayores y más universales sean las medidas de aislamiento más profundo será el desastre económico. Por eso se habla tanto de las dos curvas.
¿Cuál es el punto más conveniente entre salud y economía? ¿Dónde alcanzan su punto más noble? No es un debate menudo, aunque hay algunos aprendices de brujo que dicen que ambas curvas pueden suavizarse ya no con ¡la mano invisible del mercado! Sino con !la mano visible de Keynes y la política fiscal y el gasto público! No hay forma de salir sin pagar los costos de la pandemia. El PIB mundial tendrá un desempeño negativo en 2020 cercano al -5% y 175 países lo verán reflejados en sus estadísticas económicas.
El tiempo de recuperación será similar al de la crisis de 2008. Entre 2 y 3 años. Veamos ahora algunos de los disparates dichos por los grandes jefes de Estado y de gobierno. Una retahíla de insensateces, lugares comunes e imbecilidades que no hacen sino demostrar que las mayorías electorales pocas veces tienen la razón. Luego vamos a apuntar algunas ideas sobre qué tipo de gobierno combate con mayor eficacia y velocidad un enemigo externo; sean cañones o bacterias.
Trump afirmó durante un largo tiempo que tenía todo bajo control y al final no tenía nada. Terminó nacionalizando empresas, decretando embargos y enterrando neoyorquinos. El bolsa de Bolsonaro se niega empecinadamente a tomar medidas drásticas y lleva al Brasil hacia una mortandad irracional que solo es medianamente contenida por la labor casi insurreccional de su ministro de Sanidad y resto del gabinete. Lo lógico sería internarlo por insania mental. Un juicio de interdicción. Llegó a decir que el covid-19 era una simple gripecita. Tratar así a mi familia. El casi ruso de Lukashenko en un esfuerzo por ganarse la Medalla Olímpica de la Idiotez afirmó que el Corona Virus no existía dado que nadie lo podía ver.
Bueno, asimismo, nadie puede ver ni un gramo de inteligencia en ese líder y sin embargo existe. El necio mexicano López Obrador es un Bolsonaro, pero de signo contrario. En lugar de llamar a la restricción, al confinamiento, hizo continuos llamados a que la gente saliera sin protección a restaurantes, espectáculos, bares, corridas de toros, fiestas, parrandas y cuanto Dios creó para pasar un buen rato. Mnangama de Zimbabue habló de la ira del Señor y el castigo divino. En lugar de llamar a cuidarse llamó a arrepentirse. Muqtada Al-Sad le echó el muerto a Trump. Dijo que la alta tasa de contaminación en Nueva York es la prueba que el Altísimo la tiene agarrada con Estados Unidos, lo está castigando.
El hombre de Indonesia, Joko Widodo, decidió no informar a nadie, mantener en secreto la pandemia para evitar “preocupaciones”. Desde luego que el resultado fue catastrófico. Y finalmente el otro catire despeinado de Boris Johnson empezó a dar besos, abrazos, palmadas a cuanto británico se le atravesara y terminó pidiendo cacao y perdón en una sala de cuidados intensivos. Podríamos concluir que esta pandemia ha servido al menos para desenmascarar a jokers, saltimbanquis, payasos y arlequines. No podemos dejar de registrar que las medidas de confinamiento, y en general contrarias a la libertad plena, a la voluntad personalísima de cada habitante del planeta, se toman más fácilmente en regímenes autoritarios y dictatoriales. Y no tengo miedo en afirmar que, frente a desastres naturales, pandemias y conmociones planetarias los gobiernos democráticos deben irremediablemente adoptar medidas y conductas propias de gobiernos nada democráticos.
La letra con sangre entra. No hay que tener dudas ni titubeos. Si algo debemos comprender es que la lucha contra las enfermedades es tan o más importante que el crecimiento económico, pues frente a un enemigo tan pequeño las bases de la economía mundial se derrumban irremediablemente. Y quede la advertencia hecha por muchos autores en muchos libros y películas. Si mi tatarabuelo Corona Virus I tuviera un descendiente que el lugar de atacar los pulmones se centrara en las meninges, en la membrana que cubre el cerebro y la médula espinal y generara una demencia viral, ligeramente agresiva en el contaminado estaríamos en presencia de un mundo de zombis. Think about it. ¿Usted los descartaría o se prepararía para enfrentarlo?
P.D.1. Estoy de acuerdo con lo afirmado por Michael Shifter y Michael J. Camilleri (Expertos en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina). No es tiempo de jugar a la Guerra de Trump contra Venezuela.
P.D.2. ¿Por qué la gente se extraña que en las zonas de población negra y latina los infectados son el triple que en las zonas de población blanca y los muertos casi el séxtuple? En Nueva York los hispanos y negros son respectivamente 34% y 28% de los fallecidos y solo 29% y 22% de la población. Se sabe que los pobres siempre pagan con sus vidas las guerras y las catástrofes.
P.D.3. Si Rusia y China traen ayuda humanitaria a Venezuela y Estados Unidos no trae nada sino una flota de guerra y amenazas de más sanciones y embargos ¿qué otra lectura podemos hacer sino leer la realidad? Una vez dijo un cubano que, si el lugar de cañones y metrallas en la invasión de Bahía de Cochinos hubiesen traído panes, jamones, leche, miel y vino otra sería la historia.
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