El último día de la Conferencia de Casablanca (Marruecos, 18 al 24 de enero de 1943) entre el presidente de Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt, y el primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill (y sus respectivos asesores y máximas autoridades militares), se dio una conferencia de prensa y el primero hizo la famosa declaración: “Lo único que esperamos del Eje es: unconditional surrender”. Una parte importante de la opinión pública y la historiografía ha tendido a ver esta propuesta como la causa de la innecesaria prolongación de la Segunda Guerra Mundial. Los máximos jefe de la Unión Soviética, Iosif Stalin, y de China, Chiang Kai-shek, fueron invitados pero no pudieron asistir; y los generales franceses Charles de Gaulle y Henri Giraud se puede decir que solo lo hicieron para la foto final. Los noticieros que se proyectaron en febrero en los cines y la prensa en general, dieron a conocer las imágenes con las siguientes palabras de Roosevelt:
Las decisiones alcanzadas y los planes establecidos en Casablanca no están limitados a un único teatro de operaciones ni a un continente, océano o mar. Antes de que finalice este año, se hará conocer al mundo –con hechos más que palabras– que la Conferencia de Casablanca será noticia, y serán malas noticias para los alemanes, los italianos y los japoneses.
(…) los únicos términos en que trataríamos con un gobierno o una facción del Eje son los términos proclamados en Casablanca: “Rendición incondicional”. En nuestra inflexible política establecemos que no dañaremos a los habitantes de las naciones del Eje. Pero sí tenemos la intención de castigar e imponer la merecida pena a sus culpables y barbáricos líderes… (Conferencia de Casablanca. Declaración del 12 de febrero de 1943).
¿Por qué Roosevelt hizo esta propuesta? Existen varios testimonios de los protagonistas, entre los cuales está el de Churchill (“Capítulo XX. La conferencia de Casablanca” del Libro III. La Gran Alianza de su obra La Segunda Guerra Mundial, 1948-56), quien advierte el haber sido en parte sorprendido, aunque ya se había hablado de la frase como una forma de tranquilizar a los rusos (no se harían pactos por separado). Al parecer, fue un momento de confianza y exaltación para generar un gran impacto en la opinión pública, y sin duda una inspiración histórica porque su origen estaba en la declaración del general Ulyses Grant en la Guerra Civil estadounidense a los estados del Sur. El primer ministro rechaza la posibilidad de que haya prolongado la guerra porque el Eje ya estaba decidido a pelear hasta la derrota final.
Al revisar los testimonios de los asesores y generales del presidente, todos están de acuerdo en la gran capacidad de los británicos para convencerlos del próximo paso que debían seguir los aliados angloestadounidenses. La idea para los primeros era iniciar por fin la invasión de Francia, pero los generales del Reino Unido ofrecieron una gran cantidad de estadísticas demostrando que sería un fracaso. En cambio, seguir con la invasión de Sicilia después de haber vencido al Afrikakorps en Túnez (hecho que se había prolongado por las lluvias y la falta de experiencia del Ejército “americano”), ayudaría a desviar más tropas y armamento que debilitaría al Eje en Francia y Rusia, además de facilitar la salida de la guerra del principal aliado de Adolf Hitler en Europa. Una batalla que todavía faltaba por vencer de forma definitiva y que se estableció como prioridad fue la del Atlántico. De esa manera se garantizaba la llegada del armamento y los combatientes que en 1944 liberarían al continente.
Las directivas de la reunión habían establecido un conjunto de estrategias en los diversos frentes de la guerra; siendo bastante específico en la Campaña de Bombardeo sobre Europa. En la misma se mantenía la ya probada tesis del “bombardeo de zona” (lanzamiento de bombas en zonas civiles para lograr la máxima destrucción posible y de esa forma el mayor golpe a la moral); aunque la prioridad era la industria, la producción energética y las vías de comunicación. De modo que la frase “No dañaremos a los habitantes de las naciones del Eje” era bastante retórica. La Royal Air Force mantendría su acción nocturna y los estadounidenses bombardearían de día, lo que habían probado desde agosto de 1942 sobre territorio ocupado, pero ahora volarían sobre Alemania. Estos últimos consideraban que de esa forma serían mucho más efectivos a la hora de la destrucción de la industria del enemigo con el menor daño posible a la población. Es muy probable que el presidente creyera en este objetivo, pero la realidad demostraría lo contrario.
Casablanca a nivel ideológico mantuvo los ideales de la Carta del Atlántico, y así lo establece el discurso de Roosevelt:
En los años de las revoluciones americana y francesa se establecieron los principios fundamentales que guían nuestras democracias. La piedra angular de nuestro gran edificio de la democracia es que el pueblo y solo del pueblo fluye la autoridad del gobierno.
Es uno de nuestros objetivos, como se expresó en la Carta del Atlántico, que las poblaciones hoy dominadas sean nuevamente los rectores de sus destinos. No debe haber ninguna duda que es el inalterable propósito de las Naciones Unidas el restaurar a los pueblos dominados sus sagrados derechos. (Conferencia de Casablanca. Declaración del 12 de febrero de 1943).
El otro aspecto era garantizar la unidad francesa, y en este caso el testimonio del general Charles De Gaulle es demoledor al llamar “Comedia” al capítulo que le dedica a la conferencia en el segundo tomo de sus Memorias de guerra. La unidad (1942-44) (1955). En el mismo habla de imposiciones de los aliados más poderosos, de la “disolución de la Francia combatiente” entre los que colaboraron con el invasor alemán, y un largo etcétera. Churchill se refiere a la actitud de no cooperación del líder francés en la reunión ante las exigencias de Estados Unidos y el Reino Unido de unificar a los franceses del Noroeste de África bajo Giraud (una vez que un fanático asesinó al almirante Damian Darlan) y “La Francia Libre”; agregando: “Le dejé claro que, si seguía siendo un obstáculo, no dudaríamos en romper relaciones con él al final”. De Gaulle terminó aceptando ante el peso de la asistencia en armas y víveres por parte de Estados Unidos, aunque de algún modo en el relato de Churchill, este le ofrece un poco de razón a De Gaulle al concluir:
En la mañana del día veinticuatro llegamos a la conferencia de prensa en la que De Gaulle y Giraud se vieron obligados a sentarse en la misma fila de sillas, entre el presidente y yo, e hicimos que se estrecharan la mano en público delante de todos los reporteros y fotógrafos. Así lo hicieron, y es imposible mirar las fotos de este acontecimiento sin reír a pesar de lo trágico de las circunstancias (“Capítulo XX. La conferencia de Casablanca” del “Libro III. La Gran Alianza” de su obra La Segunda Guerra Mundial, 1948-56).
Roosevelt finalizaría sus acercamientos diplomáticos el 28 y 29 en la conferencia de Río Potenji con el presidente del Brasil, Getulio Vargas. En la misma se aprobó la creación del cuerpo expedicionario brasileño que terminaría participando en los combates de Italia un año después. Churchill, por su parte, iría a Turquía a la Conferencia ADANA para obligar a dicho país a dejar una neutralidad que significaba en buena parte la cooperación con el Tercer Reich. La semana que viene esperamos retomar la guerra en el Pacífico con el fin de la larga campaña de Guadalcanal.