Perder de vista lo sustantivo nunca fue tan fácil ni constituyó una amenaza tan grave para la sociedad venezolana como en esta singular coyuntura, en la que el mayor y más cruento de todos los enemigos que a lo largo de su turbulenta historia la han intentado reducir a unos pocos despojos desperdigados, inermes, agotados y carentes de cualquier motivación para luchar y reivindicarse como seres humanos con plenos e inalienables derechos, esto es, el tiránico régimen chavista, está a un paso de lograr la increíble hazaña de aplazar, sine die, lo que a estas alturas ya debería ser una feliz referencia a un hecho consumado, la total pulverización de su tinglado usurpador, opresor y exterminador, gracias al inconsciente auxilio que ella misma le está brindando por conducto de su extravío en unas traicioneras aguas en las que, del modo más inicuo, se han venido mezclando las inacabables maquinaciones de aquel insaciable devorador de vidas con los radicalismos, prejuicios e intestinas pugnas y persecuciones que no dejan de surgir y proliferar en el seno de esta sociedad cual letales células cancerosas en un autoagredido cuerpo.
El enemigo, ese implacable enemigo sin parangón en la sangrienta historia regional y que perpetra a diario los peores crímenes a la vista de todos, ha sido reconocido como tal por el mundo democrático, el anhelo de derrocarlo como condición necesaria para la preservación de la vida en el país es compartido por la mayoría de los venezolanos y la estrategia planteada para la consecución de este propósito, la de la proactiva procura de la pronta conformación y rápida actuación de una fuerza de paz internacional que, dentro del territorio nacional, respalde las acciones de esta misma ciudadanía, ahora sí es comprendida y aceptada por el grueso de ella, como ya es público, notorio, comunicacional y mil veces comprobable, y no obstante se siguen desperdiciando el tiempo y los esfuerzos en lo que solo terminará de sepultar las posibilidades de libertad de varias generaciones si a la brevedad no se aparta la nación de esa oscura senda.
De las maniobras con las que han pretendido los jerarcas del régimen desviar la atención de asuntos de la mayor importancia se perdió hace mucho la cuenta y hablar hoy de ello puede parecer que es llover sobre mojado. Sin embargo, no han dejado estas estratagemas de rendirle frutos a aquella cúpula del malandraje criollo a causa de esa suerte de compulsiva fascinación colectiva por el caricaturizado escándalo virtual que ha prevalecido sobre la necesidad de una lucha, en verdad efectiva, en el plano de la realidad de quienes han padecido lo peor de más de dos décadas de opresión y de cuyo retrato es apenas una pequeña parte el reciente y desgarrador informe de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas acerca de la perpetración de crímenes de lesa humanidad en la Venezuela tiranizada por el chavismo.
No es que sucesos como el de un maquillado Luis Parra contando los billetes de un enorme fajo de euros mientras trata de darle su «mejor» ángulo a la cámara, si es que tiene alguno, deban ser ignorados y descartada su consideración en cuanto posibles piezas de uno de los mayores expedientes criminales del último siglo, pero tampoco debe obviarse que tras esas burdas tramoyas subyace siempre la intención de distraer con el fin de facilitar la comisión de los delitos con los que en cada ocasión se constriñen un poco —o bastante— más las libertades de los venezolanos, tal como ahora se quiere hacer a través de la írrita y perniciosa ley antibloqueo —así, con las minúsculas que por su carácter ilegítimo e ilegal le corresponden—.
Esto, junto con lo que sí puede erigirse en instrumento para la emancipación, es lo auténticamente sustantivo y, por tanto, lo que debería ocupar por completo a toda la ciudadanía que se identifica a sí misma como opositora de un régimen asesino e incansable luchadora por la libertad. Es eso lo importante y no lo que resulta de tales maquinaciones, y menos aún la sempiterna conflictividad que solo ha servido para ocasionar disensiones en ella ante la complacida mirada de un enemigo que ha sabido, sí, ser más inteligente en el mantenimiento de una monolítica unidad entre bandidos que, pese a sus incontables diferencias y odios, entendieron desde el comienzo de sus criminales días que únicamente mediante esa pragmática unión tendrían alguna oportunidad de sobrevivir como la más vil ralea de malhechores.
Es injustificable e inaceptable que una sociedad que ha sufrido lo indecible a manos de semejante hatajo de sádicos delincuentes se termine de perder a sí misma por una cuasipatológica incapacidad de cerrar filas para así enfrentar con resolución a un enemigo que, quiérase o no reconocerlo, no descansará hasta que la haya destruido en su totalidad; y lo es todavía más por el hecho de que esa resistencia a la unidad deriva de una retorcida dinámica relacional caracterizada por mutuas atribuciones e ideas que no tienen ningún asidero en las realidades individuales de quienes dilapidan el poco tiempo que les deja una miserable vida, que el chavismo les ha moldeado con sumo placer, en atacarse y herirse con la ferocidad que deberían reservar para despedazar a aquel perverso destructor.
Como ejemplo basta mencionar la estúpida arremetida contra Erika de la Vega, a quien esta misma sociedad ha visto pasar de ser una adorable joven algo «despreocupada» a una de las mujeres venezolanas más ejemplares y decididamente comprometida con la libertad y la democracia de su país.
Luego de ese ejemplo, no hay más que decir.
@MiguelCardozoM