Estados Unidos sabe apuntar sus cañones. Las medidas que tomó en contra de Nicolás Maduro y su camarilla tienen el respaldo de evidencias acumuladas hace mucho tiempo; no actuarían de esta forma tan contundente para terminar haciendo el ridículo. Como los célebres malhechores del oeste ya tienen su cartelito con la foto y la recompensa.
Han sido años en los que un Estado criminal aró en el mar de lo prohibido, avanzando en negocios turbios con el narcotráfico internacional, en vulgar alianza con grupos extremistas para construir su proyecto con inyección de capitales del lavado de dinero. Esas operaciones fraudulentas fueron dejando muchas evidencias que la DEA y el FBI se encargaron de canalizar, engrosando un jugoso expediente que pacientemente esperaba su turno en los archivos.
Muchos testimonios y certezas contribuyeron con mantener vivo este caso, mientras los responsables se creían intocables. El desparpajo de sus múltiples tropelías los hizo estirar los lazos de la ambición, como unos viciosos: deseaban lograr mayor consumo del néctar que no saciaba sus ansias. Fueron esparciendo numerosos errores, mientras el dossier se convertía en un obeso mórbido debido a las notables evidencias. Cuando el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, anunció los cargos criminales en contra de Nicolás Maduro y el séquito de sus voraces cómplices, un tsunami estremeció las débiles bases del proceso. Sus aliados guardaron sus automáticos respaldos de otrora, marcaron la sibilina distancia de tener como excusa al coronavirus.
En Venezuela solo María Corina Machado y Vente Venezuela mantuvieron una posición de respaldo a las medidas, rubricadas por un contundente comunicado en el que argumentan con sólidos enunciados. Los demás coincidieron con el régimen en callar en las primeras de cambio, solo algunas voces individuales respaldaron tibiamente. Lo extraño es que veinticuatro horas después el presidente interino plantea un gobierno de emergencia nacional en aras de la defensa frente al virus; precisamente unas horas después del mazazo, que los metió en el búnker secreto, sale Juan Guaidó suministrándoles oxígeno.
Un gobierno de emergencia: ¿con quién? ¿Con los representantes de la estructura mafiosa acusada de narcotráfico? La verdad es que mayor prueba de irracionalidad política no existe. Plantear una administración con los responsables de la quiebra del país es una verdadera locura. Querer entregarles un salvavidas político a seres acusados de daños irreparables en contra de la humanidad es la mayor de las afrentas a los venezolanos. Pactar con los responsables del hambre, la miseria, el desempleo, la delincuencia, la huida de nuestros hijos, el quiebre de las empresas, el secuestro de nuestra libertad es un acto de gravísima traición a la patria.
El fin de esta pesadilla se aproxima, la luz al final del túnel se va notando con mayor claridad, seguramente vendrán nuevos anuncios, otros cómplices de menor cuantía, pero importantes en la lista. Sus aliados dialogantes, los amancebados especímenes promotores de elecciones, sin cambiar todo el sistema criminal y de mafias, guardan un silencio con sabor a funeral. Se acabarán sus jugosos negocios, ahora más que nunca cero treguas, se aproxima una verdadera transformación de la nación. Un sacudón tan extraordinario que muchos quedaran perplejos, un maremoto político hará que se hunda un liderazgo comprometido con este estado de cosas, y emerja uno profundamente decente que velará por hacer bien las cosas.
@alecambero