La lectura de la prensa del país vecino le agrega a la visión propia sobre las relaciones colombo venezolanas de hoy una perspectiva diferente. Le aporta un juicio de valor enriquecedor. El diario La Opinión de Cúcuta colocó en sus páginas, en los días pasados, las reflexiones de un pensador neogranadino, el catedrático y abogado Juan Manuel Ramírez, sobre nuestra binacionalidad en esta mala hora que la humanidad entera atraviesa por culpa del COVID 19.
Ramírez pone a nuestro alcance un aporte reflexivo sobre el drama que compartimos por encima de la frontera: el de nuestros migrantes y la manera en que el régimen madurista está utilizando la desgracia humana creada por la revolución chavista para perjudicar a Colombia. Le cedo este espacio a este destacado columnista.
“La pandemia y la infamia”
Los gobernantes actuales de Venezuela son unos confesos narcotraficantes aliados con los carteles más sanguinarios.
Es imposible entender la lógica del gobierno bolivariano de impedir que los propios connacionales regresen a su país acosados por las necesidades, si no se comprende su estrategia política. Porque, mientras todos los países del mundo están buscando soluciones a los estragos que ha producido la epidemia del coronavirus, pareciera que Venezuela viviera en otra galaxia.
Seguir poniendo la ideología política por encima de la salud, el abastecimiento de alimentos, la provisión de servicios públicos, la justicia, la educación, en fin, todas las obligaciones inherentes al Estado, no se explica sino por la necesidad de la criminal dirigencia “chavista” de mantener el control del poder político.
¿Por qué? La explicación puede ser elemental: Los dirigentes bolivarianos que se han apoderado ilegítimamente de su país, al abandonar el gobierno no tienen un destino diferente a la cárcel.
Y no solamente por delitos políticos o excesos en el ejercicio de la autoridad. ¡No! Es por la comisión, durante las décadas que llevan manejando los destinos del que fuera el país más rico de Suramérica, de los más abominables delitos: los miles de asesinatos de opositores; el robo descarado de los dineros públicos; la apropiación de la propiedad privada; el encarcelamiento de inocentes etc.
Pero, mucho más. Los gobernantes actuales de Venezuela son unos confesos narcotraficantes aliados con los carteles más sanguinarios. Son cómplices de la minería ilegal que está saqueando la riqueza natural de ese bello país. Son financiadores de terroristas puestos a su servicio. Y, ahora, son los torturadores de su pueblo que ya no tiene sitio ni en su propio territorio.
El éxodo de 5 millones de venezolanos que vemos deambular mendicantes por las carreteras suramericanas es la muestra más dolorosa de una nación destruida por un régimen indolente. Y no se entiende por qué somos indiferentes ante esa desgracia que se acrecienta ante nuestros ojos, y que alcanza a golpear a ciudadanos de Colombia y otros países vecinos que encontraron refugio en Venezuela cuando era una sociedad rica.
La grave realidad que está viviendo nuestra región por el inaudito manejo que está dando el gobierno de Maduro a la circulación fronteriza se va a prolongar por largo tiempo, puesto que es una manera de fastidiar a nuestro país y martirizar a los que se habían marchado huyendo de la hambruna generada por el socialismo del siglo XXI.
Y no se ve una solución próxima. Albergar a miles de caminantes por tiempo indefinido no lo puede hacer ningún país. Pero tampoco se puede expulsarlos ni maltratarlos. He ahí el problema.
Y mientras tanto, todavía hay quienes le dan un tinte doctrinario al asunto tratando de justificar a los regímenes comunistas o, por lo menos, mirar para otro lado para no enlodar a quienes los representan. ¡Válgame Dios!