OPINIÓN

Con mis ONG no te metas

por Ana María Matute Ana María Matute

I

En la sede principal de la Policía Técnica Judicial había una sala de prensa. Allí los periodistas acudían a enterarse de las novedades del día. Era sitio de reunión de los reporteros de sucesos.

Esto no significa que la información corría libremente, pero los gobiernos democráticos entendían que parte de sus obligaciones era hacer públicos los datos en materia de seguridad y justicia.

Lo mismo ocurría con el sector salud. Antes existían las oficinas regionales que se ocupaban de recopilar toda la data que los médicos, cumpliendo con su objetivo científico, enviaban regularmente desde hospitales, dispensarios, medicaturas rurales, etc. Se sabía entonces de progresos de enfermedades, tasas de mortalidad y morbilidad, etc.

De más está decir que los boletines epidemiológicos se entregaban regularmente a los periodistas y los medios tenían libre acceso a esas oficinas para buscar información.

Todos los sectores, así también el educativo, el judicial, tenían claro que, como parte de un Estado, debían cumplir con la obligación de poner a la orden de la ciudadanía la información sobre su desempeño y lo que la población estaba viviendo.

Para los periodistas había un camino andado. Que siempre le buscáramos la quinta pata al gato es otra cosa, es parte de lo que somos.

II

Con el tiempo y la desinformación como política, han surgido las organizaciones no gubernamentales. No quiere decir que esa sea su razón de ser, pero para hacer el trabajo que eficientemente hacen, recolectan data que el gobierno deliberadamente oculta.

Así pueden llamar la atención sobre el colapso del sistema judicial y la situación de los presos comunes; sobre cuántos presos políticos hay y cuántas personas con medidas cautelares; cuántos niños tienen desnutrición y cuántas madres requieren auxilio; cuántos venezolanos mueren como consecuencia de la violencia; cuántos se han ido.

Se me pasan muchas, porque la labor de estas organizaciones es prácticamente infinita. Y además, es necesaria. Los venezolanos debemos agradecer su trabajo, porque casi siempre es voluntario. Y los periodistas debemos cuidarlas porque se han convertido en las fuentes de información por excelencia.

III

Que alguien venga a amenazarlas, que alguien del régimen diga que va a limitar el financiamiento de las ONG no debe asustarnos. Sí, las amenazas de esta gente son solo eso, de allí no pasan, son los bravucones del barrio que cuando alguien les llama la atención corren a esconderse.

O al menos eso quiero pensar. Lo que sucede es que debe enardecerles que los crímenes de lesa humanidad que cometen a diario se sepan en el exterior con tanta precisión. Los números no mienten.

No se trata de no dejar pasar a un grupo enviado por la CIDH, se trata de que estas ONG son los ojos de todos los venezolanos y están trabajando valientemente desde aquí.

Por eso quiero agradecerles.