En tiempos en los cuales puede ser abrumadora la instantaneidad de las redes sociales, se hace más cierto que nunca algo análogo a aquello que dice el refrán “con el servicio de luz eléctrica se acabaron los fantasmas”. Acabo de mirar una de esas producciones de videos de Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello mezcladas con sus acostumbradas cínicas declaraciones. Pretenden, infructuosamente, desairar y descalificar a nuestra líder y próxima presidente de Venezuela: María Corina Machado Parisca.
Jorgito Rodríguez dice: “Yo no sé con quién está negociando esa señora. Yo ni la conozco, en mi vida la he visto en persona. Habría que preguntarle con quién está negociando ella. Con el equipo negociador del gobierno bolivariano no». Y volteando hacia Cabello le pregunta: «¿Y contigo, Diosdado?».
¿Parece que será mucho pedirles que sean serios? Venezuela ha sido más que paciente insistiendo en la vía pacífica y electoral de consulta a la soberanía popular, frente a la que pudiera ser otra estrategia para sacar a patadas a la narcotiranía. Un cáncer que se fue gestando desde el núcleo original de un conjunto de oficiales, principalmente del ejército, con aspiraciones de dar otro rumbo a la Venezuela que no había logrado cimentar con propiedad una definitiva transición de una República militarista, y en esencia de un Estado remador-paternalista, controlador de los recursos del territorio, y de la actividad productiva dentro de él, hacia un Estado timonel.
Ahora queremos construir un Estado democrático capaz de cumplir a cabalidad el papel de navegar sólo con la carga de establecer las condiciones de gobernabilidad para dar libertad de emprendimiento y desarrollo a las fuerzas ciudadanas. Para generar prosperidad e intercambio apropiado con otras fuerzas productivas internacionales.
Tal como ahora está persuadida la mayoría abrumadora de nuestra nación venezolana, desde los años sesenta, a inicios de la Revolución cubana, ésta ha estado sometida a una operación profunda de infiltración de viejas ideas comunistas rusas, remozadas y tropicalizadas por el castrismo cubano para su diseminación prioritaria entre universitarios y sindicatos. Allí hubo el influjo de confusiones jesuitas y otras confesiones religiosas de cualquier tipo, así como de artistas, filósofos e intelectuales con distintos matices, sobre la aspiración solidaria del ser humano respecto de construir una sociedad más equilibrada y de hermanos, a fin de atender aquellos que en una situación de necesidad así urgía hacerlo. En pocas palabras vencer la pobreza o la llamada “injusticia social”.
Desde lo mejor de la sensibilidad de nuestra juventud en contra de esas llamadas “injusticias sociales” nacieron todo tipo de movimientos, con nobles postulados en sus orígenes, que luego fueron atrapados por los filósofos de la maldad, de la manipulación de los sentimientos de naturaleza bondadosa-aspiracional humana. Ello no debía ser, ni es contradictorio con la otra también sana naturaleza de usar la inteligencia para inventar, para crear respuestas de soluciones al entorno, y desarrollar así la relación más fluida hasta ahora de nuestra historia entre las necesidades versus los productos y servicios para su satisfacción, lo que hemos acordado llamar “el mercado”.
Lo anterior no descalifica etapas de luchas de los seres humanos más desposeídos y depauperados por conquistar su bienestar. Sindicatos, asociaciones de jubilados, gremios, organizaciones con distintos fines para alcanzar reivindicaciones y poder satisfacer en forma ordenada y sistemática, cualesquiera tipo de necesidades o mejoramientos de un aspecto específico de sus vidas. Por ello quienes por auténtica confusión, u otros por intereses oscuros nos pretenden enfrentar a organizaciones de la sociedad que defienden reglas de juego y normativas del trabajo para el funcionamiento del propio mercado y de la sociedad civilizada, no sólo se equivocan sino que nos dejan hoy más claro que nunca la tarea extraordinaria a realizar para salvar a Venezuela :a) sumar a equivocados y a los que quieren rectificar, y b) neutralizar dichos intereses oscuros y criminales existentes. Lo que ha hecho, curiosa y contradictoriamente sí, más viable e inminente el proceso de cambios que está por llegar a Venezuela es el enorme desastre humanitario provocado con la narcotiranía del militarista “socialismo del siglo XXI”. Lo que es tiempo más que suficiente para precisamente corroborar la disfuncionalidad del modelo, durante último cuarto de siglo.
Cometen un gravísima error, sea Rodríguez, Diosdado o Maduro. Cualquiera que sea el que se considere el máximo jerarca del actual régimen y decida si está encargado de llegar e implementar acuerdos, o si él se manda sólo. Respecto del control de las estructuras políticas y su modelo y en lo que resta del castrismo, el tiempo para una solución pacífica y satisfactoria se agota. Si no leen bien los signos del tiempo que inexorablemente ha llegado, y con quienes se ha iniciado ya la fase final de las negociaciones que nos podrían conducir a una transición en mares pacíficos, o a una transición tormentosa.
Ustedes deberían saber, y me refiero a los que aún creen en fantasmas, que los Machado trajeron la luz eléctrica a Venezuela y con ella se le dijo adiós a los fantasmas. Sería más sano para ustedes, ¿y por qué no para todos?, que supieran también que Venezuela ya les dijo basta y eligió a María Corina. Cuando ustedes se sienten a negociar, tengan claro que es esa “señora” a la que usted, Jorge Rodríguez, no ha visto en su vida en persona, ni creo que la tenga que ver, y quién sabe si la verá, que ella es nuestra líder, es decir, que ustedes ahora sí están negociando con la Venezuela decente, y que por una vía u otra Venezuela será libre.
En su definitiva e infinita valoración en todas sus dimensiones, productiva y amorosa, como ser único y valioso para nosotros los creyentes, “hechos a imagen y semejanza del Supremo Autor del Universo e hijos de Dios”, al ser humano se nos hace para ser hermanas y hermanos de origen. Por ello creemos en el respeto a la vida y a las personas. Pero también nos hace hermanas y hermanos en la responsabilidad de enfrentar al mal para imponer un orden en la construcción de una sociedad de amor, de justicia y de trabajo productivo. Basada en valores y principios de libertad para el progreso; ello, sin duda, nos reunifica más y mejor que nunca en nuestra Venezuela para cambiar hacia el futuro de una vida plena y un legado promisorio a las nuevas generaciones de niñas y niños por venir.
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