Después del 10 de enero se han desatado los normalizadores de la dictadura para explicar que no hay nada que hacer, que el régimen está en Miraflores para quedarse. Estos personajes dicen que hay que buscar la manera de cohabitar, de recibir alguna migaja que otra, algún carguito, sometido por supuesto a la voluntad y arbitrio de los usurpadores. Otros, o los mismos, están en busca de algún negocito, de algún algo que les permita vivir en la mediocridad de una economía destruida y sin esperanza de recuperación. Es un triste espectáculo de mendigantes sin vergüenza ni respeto por la decisión de los venezolanos de vivir en libertad, en democracia y en un país próspero.
Los unos, los de los carguitos, están apresurándose a ponerse en fila para ver si les toca algo en la pantomima que el régimen llama “elecciones” regionales y locales en abril. Una gobernacioncita sin autonomía aquí, una alcaldiita sin recursos allá, un carguito de concejalito más allá, y todos sometidos a los dictados de la dictadura. Para justificar este espectáculo denigrante que están protagonizando, los normalizadores argumentan sin mucha convicción y menos esperanza de ser oídos, que hay que “ganar espacios democráticos”. Da pena ver cómo gente adulta se presta para tal sarao donde lo que están quedando es como lo que son, cómplices. Los venezolanos no olvidarán a los que están aliados al peor y más ilegítimo régimen que ha tenido la historia republicana. Por lo demás, el espectáculo les va a quedar deslucido. Cuánta gente creen que va a salir a votar después de quedar en evidencia que el sistema electoral no es independiente de la voluntad de Maduro y sus compinches, sino una máquina hueca que publica lo que le mandan. No habrá elecciones en Venezuela hasta que se reconozca el resultado apabullante, público y notorio del triunfo de Edmundo González Urrutia como presidente, de la mano de la líder del movimiento democrático, María Corina Machado.
Los otros, los que buscan algún negocito, o que les dejen seguir con lo que tienen al menos, están haciendo un papel casi más triste que los de los carguitos. Estos empresarios perdieron la brújula hace tiempo. La brújula moral, y la brújula para hacer negocios de verdad. Se conforman con un país empequeñecido, con una fracción del potencial económico de Venezuela. Hoy la economía del país no pasa de 100.000 millones de dólares. Esto es exactamente el tamaño de la economía de hace 25 años atrás nominalmente. A esta cifra hay que restarle la inflación de estos 25 años, con lo que la cifra real no pasa de 60.000 millones de dólares. Si Venezuela hubiera crecido como hubiera podido de seguir por donde iba en 1998, hoy tendríamos un país de 600.000 0 700.000 millones de dólares, con una gran base empresarial, exportadora y pujante, creadoras de buenos empleos, que sería la admiración de América Latina y del mundo. En vez de buscar un futuro mejor, hay empresarios que se conforman con las migajas que pueden recoger del desastre nacional. Cuando vivamos en el país que construiremos al salir de esta pesadilla, ¿qué le dirán a sus hijos y nietos cuando tengan que explicar por qué se pusieron del lado de la dictadura y de la pequeñez de miras?
Los unos y los otros se regocijan abierta o calladamente cuando creen interpretar las “señales” que envía la nueva administración del presidente Trump. Que si Trump es un personaje transaccional que ya no le importa Venezuela, que si Grenell vino a negociar petróleo por rehenes, que si enviaron a deportados que los recibe Diosdado con fanfarria, etc. etc. El gobierno americano ha sido claro y raspao en indicar que la política de Estados Unidos es de reconocimiento al presidente electo González Urrutia y de repudio al régimen ilegítimo de Maduro. En la conversación que tuvo el nuevo secretario de Estado, Marco Rubio, el primer día en su cargo con María Corina y con el presidente electo, envió la señal más clara posible dirigiéndose a González Urrutia como “rightful president of Venezuela” o presidente legítimo de Venezuela. A buen entendedor, pocas palabras.
El problema de salir de la dictadura es de los venezolanos, y los venezolanos lo vamos a lograr. Como en toda batalla de calibre, el movimiento democrático requiere de aliados. Se ha formado una coalición internacional extensa que incluye a todos los países democráticos del mundo, encabezados por América Latina, Europa, Israel y por supuesto Estados Unidos, entre otros países amigos.
Este juego no ha terminado y lo vamos a ganar. Atentos a las próximas jugadas. Los normalizadores se quedarán con los crespos hechos.
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