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Con la dictadura de Cuba al mando, Lula, López Obrador y Petro sostienen los crímenes de Maduro en Venezuela

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A una semana del rotundo triunfo de la candidatura de Edmundo González Urrutia liderada por María Corina Machado sobre Nicolás Maduro en las elecciones del 28 de julio (28J), la libertad de Venezuela se disputa en dos escenarios: el interno, con la prueba documentada de la victoria electoral y movilizaciones populares contra las falsificaciones y la represión criminal; y el internacional, por el reconocimiento del resultado y de González Urrutia como presidente electo. Para que Maduro retenga el poder ilegal e ilegítimamente, el socialismo del siglo XXI -bajo mando de la dictadura de Cuba- ha activado su sistema de terrorismo de Estado con envío de grupos de represión en lo interno, y demora y confusión con Lula, López Obrador y Petro en lo internacional.

El dogma de Fidel Castro en su sistema dictatorial es que “el poder no se entrega”. El poder es definitivo e ilimitado en el concepto dictatorial/criminal del castrismo, que se ha expandido en las Américas como socialismo del siglo XXI o castrochavismo con la alianza hecha pública en 1999 cuando Hugo Chávez llegó a la presidencia de Venezuela y junto con Fidel Castro y Luis Inácio Lula da Silva pusieron en marcha el grupo antidemocrático con discurso antiimperialista. Hoy controlan como dictaduras a Venezuela, Bolivia y Nicaragua y como gobiernos paradictatoriales a México con López Obrador, Brasil con Lula, Colombia con Petro y Chile con Boric (desmarcado hasta ahora en las elecciones de Venezuela).

Las Américas y el mundo en el siglo XXI no son lo mismo de la segunda parte del siglo XX o de la Guerra Fría en que la dictadura de Cuba irrumpió y ensangrentó la región y el mundo creando guerrillas urbanas y rurales, realizando invasiones e intervenciones sangrientas, organizándose como el primer narcoestado de la región, estableciendo el terrorismo de Estado bajo justificación revolucionaria con presos políticos, torturas, exilio de millones y fusilamientos. Por eso han creado el “sistema de dictadura electoralista en que los pueblos votan pero no eligen”, para aparentar democracia mientras continúan cometiendo los mismos crímenes del castrismo del siglo pasado.

Las elecciones del 28J en Venezuela, se convocaron y realizaron en el escenario y condiciones de una dictadura electoralista del socialismo del siglo XXI, con presos y exiliados políticos, sin Estado de Derecho, sin separación e independencia de poderes públicos, sin libre organización política, sin ningún elemento esencial de la democracia, con oposición funcional, registro electoral manipulado que impide votar a millones de venezolanos y con autoridades electorales y judiciales títeres. Elecciones en un país cuyo régimen dictatorial operado por Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Vladimir Padrino está controlado por la dictadura jefe de Cuba que convirtió a Venezuela -desde la muerte de Chávez- en su principal plataforma o satélite.

Los regímenes del socialismo del siglo XXI no pueden ganar en elecciones libres y limpias, por eso cometen una larga cadena de crímenes para falsificar un resultado que imponen por la fuerza y la violencia. Lo que pasa hoy en Venezuela ya ha sucedido en Bolivia desde la llegada al poder de Evo Morales con la crisis de 2019 y 2020, ya lo vimos en Nicaragua en 2021 y vivió la misma Venezuela. Los dictadores no ganan elecciones porque tienen el repudio popular de alrededor de 80% fundado en la miseria y la desesperación que producen en la gente.

El pueblo venezolano está luchando por la libertad de las Américas, la recuperación de la democracia en Venezuela marca el final de la dictadura de Cuba y la debacle del socialismo del siglo XXI. Con la recuperación de la libertad en Venezuela se acaban los financiamientos de campañas electorales espurias y las conspiraciones para debilitar las democracias desde dentro, se termina el soporte para presentar la tortura como acción de liberación de los pueblos, se debilita el crimen organizado que tiene en el territorio venezolano la base más importante de las dictaduras de Rusia, China e Irán y el soporte de las FARC, el ELN y otros para amenazar la paz y seguridad internacionales en el hemisferio.

Los efectos del triunfo del 28J son vitales para la libertad y devastadores para las dictaduras de las Américas y del mundo, por eso, en lo interno la represión, la violación de los derechos humanos y los delitos de lesa humanidad no tienen límite ni clemencia; y por eso en el ámbito internacional han decidido ganar tiempo para torcer la contundente evidencia en espera de que el respaldo y la movilización popular se debiliten.

Para la operación interna, el envío público a Venezuela de tropas especiales de la represión de Cuba (avispas negras y otros) para sostener el terrorismo de Estado y controlar a militares y policías nacionales son un recurso desesperado cuya efectividad tiene como límite la fortaleza del pueblo y el honor de los hombres y mujeres de armas venezolanos.

En el ámbito internacional los operadores de la “estrategia de demora y confusión” son los presidentes de Brasil, Lula da Silva; de Colombia, Gustavo Petro y de México, Andrés López Obrador (todos integrantes del Foro de Sao Paulo, del Grupo de Puebla y que deben sus posiciones al socialismo del siglo XXI), quienes simulando defender la democracia piden una información que conocen y que es de dominio público mundial, para que mientras tanto la violencia criminal someta las movilizaciones populares y terminen en una mesa de negociación legitimando al dictador que se ha robado las elecciones.

Nada nuevo, es el castrismo, socialismo del siglo XXI o castrochavismo, el crimen organizado transnacional operando para convertir a los criminales en políticos, a los narcos en empresarios, a los terroristas en líderes sociales, a los reos en ganadores de elecciones y a sus víctimas en acusados y culpables de los crímenes de los tiranos.


Carlos Sánchez Berzaín es director del Interamerican Institute for Democracy

Publicado en infobae.com 

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