Asombra ver cómo aún pretende la dirigencia del G4 hacerle creer a los venezolanos que luego del desatino de la inocua consulta y de haberle dejado el camino libre al chavismo, tal como se hizo en 2005, tienen en verdad un plan B coherente y serio, cuando por el contrario bloquearon la participación de toda la oposición en las parlamentarias que, en el peor de los casos, hubiese impedido la mayoría calificada que le permite hoy al oficialismo la designación de los cargos que así lo requieren.
No pasó de ser una gran babiecada esgrimir que no existían condiciones electorales cuando en 2015 presidía el CNE la mejor y más eficiente operadora electoral del chavismo, Tibisay Lucena. Frente a ella, la actual presidenta es una niña de pecho. Por lo demás, cuando la diferencia de votos es tan grande, como se desprende de los resultados de la consulta y del 6D, no hay trampa que valga.
Tal vez lo más terrible para los venezolanos -que han puesto todas sus esperanzas en cuanta propuesta ha surgido de esa dirigencia opositora- ha sido la inexistencia de un plan que le hubiese permitido al pueblo, hoy desengañado, una alternativa para alcanzar pequeñas metas como modestos avances, pero avances al fin que hubiesen significado un aliciente para mayores expectativas. De manera que no fue el G4 el que se quedó sin plan, fue la gente la que se quedó sin ningún plan, tal como ha quedado demostrado luego del espejito de la consulta.
No hubo plan B coherente y serio para contrarrestar con eficacia política las respuestas que recibieron, entre otros, la promoción e implementación de un sistema político de naturaleza antidemocrática en contravía a lo aprobado en la Constitución de 1999 por el pueblo venezolano. Los hechos del 11 de abril de 2002 y su respuesta del 13A, la reacción a la huelga y el paro petrolero, a los procesos revocatorios, a los dudosos resultados electorales de los comicios en todos estos años, a la cuestionada nacionalidad e insania del presidente; como también a la transición dinástica Chávez-Maduro y el manejo discrecional de la fecha de fallecimiento de Chávez, al desconocimiento del rechazo a la reforma constitucional y al desconocimiento de la propiedad e iniciativa privada.
En tiempos más recientes, tampoco hubo ese plan coherente y serio luego de las innumerables y masivas jornadas de protesta, de la entrega del Palacio Legislativo a la anc y de la actuación de esta; ni luego del 16 de julio, del interinato y su cese de la usurpación, el Cucutazo, el 30A, ni tampoco ahora con la consulta.
Todo esto pudiera describirse como una secuencia de hechos tan vertiginosos como poco eficaces, que nos han postrado en peores males: diáspora, desaliento, mayor dependencia de las clases populares del Estado, altos niveles de compromiso económico y político del régimen a países de corte antidemocrático, desmantelamiento de partidos políticos y de la sociedad civil.
Porque de eso se trata cuando frente al más alto nivel de incertidumbre que seguramente dejará el 5 de enero, no exista tampoco ese plan serio y coherente que le brinde al venezolano la más mínima esperanza de que en el corto o mediano plazo habrá el desenlace que supone la consulta y el pomposo mensaje de fin año del interino.
Ese plan B jamás podrá ser el de mantener una comisión delegada para que esta actúe en un receso indefinido, tal vez de años y desde el exilio, que no está previsto en los supuestos estipulados en la Constitución, salvo que se utilice para autorizar al Ejecutivo Nacional (léase interino y AN saliente con funciones ejecutivas) para decretar créditos adicionales. Cabría preguntar si lo harán de las pocas fuentes de ingreso que maneja el gobierno interino.
Tampoco podrá ser ese plan el de mantener una AN con diputados en diáspora o en la lucha de resistencia armada o simplemente en un obligado anonimato; sin el quórum, ni la sede, sin poder cumplir las 24 atribuciones que le confiere la Constitución. Por cierto, que en este asunto vale la pena indicar que apenas fueron aprobadas 31 leyes, todas anuladas por el Tribunal Supremo en este período legislativo 2016-2021 (el más bajo índice en toda la historia legislativa).
Se asoman propuestas como el cogobierno que solo persiguen atemperar los riesgos que supone mantenerse en la línea de tiro del oficialismo. Esa propuesta, como ya lo hemos mencionado, pareciera concederle la razón a los que por lo menos fueron a contarse contra el gobierno en unas asimétricas elecciones.
Todo esto lo observa la comunidad internacional y pueden tener la seguridad de que el manido discurso de que tenemos más de 60 países que nos apoyan ya no tendrá cabida. En poco tiempo ese aval sufrirá una merma importante. Basta recordar que de esos 60 países su mayoría tiene acreditado ante Maduro su representación diplomática.
Finalmente, esa dirigencia del G4 quedó descalificada para acudir a unas elecciones de gobernaciones y alcaldías, pues, sería insólito que luego admitiesen que con las condiciones electorales actuales se puede acudir a ese evento electoral. Ese es un cuadro espantoso. Dejaron al venezolano sin un plan B y que lo que le queda es surfear en estas gigantescas olas y esperar mejores tiempos que le permitan posicionarse con otro liderazgo para avizorar un mejor futuro.
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