La Asamblea Nacional electa bravíamente en 2015 por los venezolanos se desintegra. Está a la vista: algunos de quienes fueron diputados y ahora «negociadores» han renunciado a la indispensable continuidad de su condición ante el vacío de poder. Otros, sin renunciar que se sepa, han optado por las «elecciones» regionales a las que convoca un Consejo Nacional Electoral puesto por la Asamblea Nacional del régimen, la espuria. Lo que quiere decir que desconocen a la verdaderamente electa que integran o integraban. El diálogo-acuerdo no significa para nada un oxígeno para quienes hasta ahora ejercen los cargos parlamentarios; todo lo contrario.
Se deducen del documento firmado en México muchos aspectos no literalmente manifiestos. El más llamativo, aunque algunos quieran usar subterfugios, es el de que se sentaron el «gobierno» y unos dizque representantes de algunas alas maltrechas de sus toldas políticas; en los casos en los que representan a esas toldas. Hay quienes supuestamente no: Gerardo Blyde, Stalin González. Ninguno de los dos diputados, ninguno de los dos afiliados a su antiguo partido. Otro ex o no ex, como Enrique Márquez, integra el también espurio CNE nada menos que en calidad de vicepresidente. La confusión política acrece, a días de volver a colocar los pies bajo la mesa. A días de resolverse otras enclenques «elecciones» engañadoras.
Los días de la jura del 23 de enero, de las calles abarrotadas de esperanza cedieron. Cedió La Carlota. Ya no hay más cese de usurpaciones. Pareciéramos acercarnos más bien a un cese de funciones de nuestra Asamblea Nacional, así sea de la delgada «delegada». Lo que significaría una honda pérdida opositora. También del respaldo internacional. Y de la presidencia encargada.
El régimen horada todo. Todo lo carcome y lo pudre. Este tiempo, el presidente de la Asamblea Nacional y presidente encargado de la República ha restado en su accionar. Pero más con México. Llegar allá sin representantes auténticos, designados por su AN, con propósitos claros, bien conocidos y divulgados, hace que el misterio y la duda, la desintegrante suspicacia, se adueñen de quienes pudieran seguir manteniendo creencias positivas hacia su desempeño. La idea que circula es la de la entrega. Algo así como: te cambio todo esto por mejorar y hacer más creíble el proceso electoral. Porque: abrir con palabras compuertas a la salida del poder es casi imposible que Maduro o sus secuaces lo concedan. De nada han servido las presiones de las sanciones en ese sentido, o las decisiones de la Corte Penal Internacional en ciernes, o la posibilidad cada vez más cierta de la entrega de Álex Saab desde Cabo Verde, asuntos que «coinciden» todos con la bandeja de plata mexicana. La sensación que deja México, México, no el de los charros, el de otro secuaz: López Obrador, es la de la entrega.
Si no se columbra una alternativa a este descalabro propiciado en el país del tequila, una alternativa firme que responda verdaderamente a las «elecciones» o la deseada continuidad a perpetuidad del régimen terrorífico, si no hay una respuesta pronta a la pregunta: ¿Después del muy posible (pintadito) fracaso mexicano qué? ¿Qué con la AN? ¿Qué con la presidencia interina? ¿Qué con las elecciones? ¿Qué con la «unidad» de verdaderos opositores? El suicidio de Chacumbele quedará como acto menor, incapaz de mover a perplejidad política alguna. Debe estarse preparando un escenario para el día o los días posteriores, con seriedad de verdaderos opositores. Si no, la canción cubana que alude a la muerte de Chacumbele volverá a ponerse de moda y no precisamente por político amor.