Que el gobierno de Venezuela decida reunirse con el sector empresarial debe ser motivo de cautelosa expectativa. No cabe duda de que el gran tema para los venezolanos es la sobrevivencia económica, si bien la libertad y la democracia son grandes aspiraciones, la oportunidad económica es la prioridad. De la misma manera como no puede haber democracia sin un Estado funcional, no puede haber una ruta democrática sin una base material mínima que le permita a los ciudadanos ocuparse de valores superiores. Lamentablemente la situación en el país ha llegado al punto en el que, como decía Hobbes, a los ciudadanos no les importa la forma que adquiera el poder siempre y cuando los proteja.
El que se estén tomando acciones para mejorar la economía es positivo para la población, quizás no tanto para quienes quieren un cambio político en el corto o mediano plazo. Queda claro que una mejora en el plano económico favorecerá la estabilización del oficialismo en el poder, y esa probablemente sea su apuesta. Sabiendo esto, la primera gran interrogante a la que se enfrenta el sector empresarial es moral, específicamente si colaborará con un gobierno que ha sido acusado de violar derechos humanos. La respuesta a este primer punto es bastante personal, y por lo tanto permite múltiples perspectivas y limita la posibilidad de llegar a un consenso, por lo que es mejor dejarla de lado.
Un segundo gran tema que debe abordarse en torno a la reactivación económica tiene que ver con la comprensión y modificación de la economía política que persiste en Venezuela. Dejando de lado las intenciones del gobierno (que sin duda pasan por fortalecerse en el poder), los empresarios deben preocuparse de los planteamientos económicos de fondo. Dolarizar, intentar promover la inversión, y cualquier otra acción que se emprenda son mecanismos insuficientes si detrás no hay acciones que busquen desmontar la estructura productiva anacrónica del país. Esa estructura se basa en la renta petrolera, de la que se desprende el dominio del Estado sobre la sociedad.
Una vez que se haya dado el debate sobre esa estructura rentista será posible diseñar un modelo que conduzca al país por la senda del desarrollo. Esto no es tarea exclusiva de los empresarios, como tampoco del gobierno, pero si los primeros no ponen sobre la mesa este tema de fondo estarán siendo tontos útiles, y más pronto que tarde serán desechados. Hacerlo no es fácil, pues pasa por romper una estructura de la que el sector empresarial se benefició por décadas, lo que implica una reestructuración de esquemas mentales, cambios organizacionales, desarrollo de nuevas capacidades, es decir por un aumento importante de la productividad.
Una vez abordada la visión general de crecimiento económico, basada en cambios de fondo, será posible diseñar estrategias de corto plazo para revertir el ciclo negativo. No cabe duda de que en Venezuela se necesitan medidas de ajuste profundas, que implican correcciones macroeconómicas de grandes magnitudes, por lo que el costo político será muy alto. En este punto es donde llegará la prueba de fuego para el gobierno y las alianzas que logre armar, incluso con factores de la oposición. Si estos últimos no son parte de un gran acuerdo seguramente la inestabilidad estará a la orden del día y los cambios económicos no serán suficientes (esta realidad le da un gran poder de negociación actual a la oposición).
La solución a la crisis venezolana pasa por lograr una estabilidad mínima primero, esto es un cambio de paradigma profundo con respecto a lo que se ha intentado durante los últimos años. Esta es una gran oportunidad para romper el círculo vicioso en el que se encuentra en el país. Pero para que esta oportunidad se capitalice es fundamental que se aborde con responsabilidad, competencias técnicas y mucho pragmatismo. Quitar de la ecuación un cambio de gobierno en el corto plazo a cambio de revertir el ciclo de deterioro económico luce como una alternativa razonable que vale la pena explorar, siempre y cuando quienes lideren esta iniciativa lo hagan con genuina responsabilidad y competencia.
@lombardidiego