Las elecciones presidenciales en Latinoamérica han evolucionado de sistemas basados en una mayoría simple en una sola vuelta a una mayoría absoluta a través de una segunda vuelta. Alrededor de 75% de los países latinoamericanos que realizan elecciones democráticas han adoptado el sistema de una segunda vuelta electoral. Dado que en la segunda vuelta los candidatos realizan alianzas para mejorar sus expectativas de triunfo, esto permite que se promueva una estructura multipartidista que facilita que los partidos políticos menores tengan un cierto nivel de representación, mientras que el sistema de mayoría simple promueve la contienda solo entre los grandes partidos o puede perpetuar a un régimen dictatorial como sucede en el caso de Venezuela.
El problema con una segunda vuelta electoral es que se alarga el periodo de campaña electoral, lo que lleva a un desgaste de la población y el costo mayor que implica realizar dos elecciones. Un proceso electoral largo tiene un costo económico alto desde el punto de vista productivo. Por la alta polarización política que caracteriza las elecciones en Latinoamérica, los inversionistas prefieren esperar a conocer el resultado de las elecciones antes de invertir y prácticamente las economías operan a nivel de sobrevivencia durante el periodo electoral.
El voto preferencial es un sistema alternativo propuesto desde fines del siglo XIX por John Stuart Mill e implementado en varios países como Irlanda y Australia y recientemente en algunas de las principales ciudades de Estados Unidos como Nueva York y San Francisco. En este sistema, el elector establece el orden de preferencia de los candidatos. El candidato con menos votos es eliminado y los votos de quienes eligieron a este candidato son asignados al candidato que sigue en la lista y así sucesivamente hasta que gana el candidato con mayoría absoluta.
En el caso de Venezuela, como en los regímenes con gobiernos autocráticos, la situación es más compleja. Dado que el sistema electoral de Venezuela es basado en una mayoría simple, este sistema puede evolucionar a una mayoría absoluta con una posible segunda ronda o al voto preferencial. Considerando que el fraude ha sido una constante en el actual régimen, así como la estrategia de dividir el voto de la oposición, es importante considerar el sistema que minimice el riesgo de fraude, así como ofrezca las mayores posibilidades que gane el candidato elegido por la mayoría absoluta de la población. En este sentido, si bien implementar un sistema electoral con una segunda ronda facilitaría el voto de la mayoría de la población y permitiría las alianzas multipartidistas que son tan importantes para una oposición dividida, pero multiplicarían los problemas de control de fraude al tener que auditar, asegurar la presencia de testigos políticos y observadores internacionales en dos rondas electorales.
Alternativamente, el voto preferencial requeriría entrenar a la población a votar basado en un ranking, pero tendría la ventaja que se evitaría una segunda ronda. Adicionalmente, la población puede elegir al candidato que realmente quiere apoyar, aunque no espere que sea elegido. En ese caso, la segunda o tercera opción representaría la opción pragmática si el candidato preferido no es elegido. Esto puede favorecer a grupos políticos de la oposición que han evitado participar en las contiendas electorales dado que sus posibilidades de ganar han sido prácticamente nulas.
En el sistema de voto preferencial, los candidatos deberían evitar atacar a otros políticos ya que, al apelar a una audiencia más amplia, esperarían que los electores que no votan por ellos los elijan como segunda o tercera opción. Adicionalmente, el voto preferencial puede ser muy apropiado para países que quisieran prevenir que partidos políticos que no representan a la mayoría de la población, como sucede con los partidos del socialismo del siglo XXI en Latinoamérica, se mantengan en el poder al dividir y perseguir a la oposición en regímenes electorales basados en la simple mayoría como es el caso venezolano. Si bien la implementación del voto preferencial en Venezuela requeriría una enmienda constitucional, muy difícil de ser aprobada en las condiciones actuales, sin embargo es importante evaluar este sistema electoral debido a su mayor eficiencia, su menor costo económico y la mayor inclusión social que representa una participación más amplia de la población y de los partidos de la oposición, evitando así, la reelección fraudulenta del actual régimen dictatorial.