La devoción a la Divina Pastora en Barquisimeto es una herencia de la orden capuchina. Los misioneros trajeron de Sevilla, España, la imagen a comienzos del siglo XVIII, para evangelizar a los indígenas de las llanuras de Caracas y particularmente a los indios gayones alzados en las sabanas y montañas de Barquisimeto, El Tocuyo, Quíbor y Carora.
Esta imagen mariana fue determinante para pacificarlos y someterlos en un pueblo de misión denominado Santa Rosa del Cerrito. Cuentan las crónicas que, en el templo de aquel pueblo, una imagen de María Santísima bajo la advocación de Divina Pastora fue despertando una devoción insospechable, que creció luego de que el sacerdote Bernal efectuara solemne bendición, colocándola en el altar de una de las naves laterales de la iglesia de Santa Rosa.
Las investigadoras María Matilde Suárez y Carmen Bethencourt demostraron con válidos argumentos que la imagen llegó a Santa Rosa entre 1715 y 1724. “Desde entonces se esforzó (el padre Bernal) en inculcar la devoción a la Divina Pastora entre todos sus feligreses, en su mayoría indios”, afirma Silva Uzcátegui y agrega: “Desde que cesó como por encanto la epidemia del cólera en Barquisimeto al llevar en procesión a la Divina Pastora de Santa Rosa, se le profesa allí una devoción tal que es difícil expresarla en una manera exacta”.
Sin embargo, historiadores y cronistas difieren de Silva Uzcátegui con razonables argumentos. En agosto de 1856 todavía se registraban defunciones a causa del cólera, enfermedad que en Lara produjo un total de 837 víctimas: 633 en Barquisimeto; 51 en Duaca; 26 en Las Veritas; 17 en Bobare; 63 en Santa Rosa; 1 en Algaride y 46 en Cerritos Blancos, asienta Ramón Querales, desaparecido cronista de Barquisimeto.
A primera hora del día
A partir de aquel 14 de enero de 1856, Eliseo Soteldo añade: “A las cinco de la mañana sale de Barquisimeto una peregrinación, a pie, hasta Santa Rosa, para traer en la tarde a su querida imagen de la Divina Pastora”.
“Ese día la ciudad se engalana para recibirla. En las calles por donde ha de pasar, se levantan arcos triunfales con palmas, flores y cintas celestes. Muchas personas colocan candiles y briseras con cebo en las ventanas de sus casas para alumbrar, así como platillos en donde quemaban incienso al pasar la Virgen. Los frentes de las casas eran decorados con banderines blancos y azules, y muchas palmas”, asienta en sus crónicas Soteldo.
Coinciden quienes han recogido las crónicas de la procesión de la Divina Pastora que, desde la víspera, se escuchaban repiques de campanas en todos los templos para expresar la alegría de la población por tan digna visita.
“La sagrada imagen de la Divina Pastora era cargada por 12 hombres con rodetes de tela en la cabeza”.
No era nutrida
Silva Uzcátegui reseña que, durante las primeras procesiones, trasportaban la imagen en un pesado mesón, por lo que era necesario emplear 12 hombres, cada uno con 3 rodetes de trapo sobre la cabeza para poder soportar el peso, agregando que en dicha caminata “solamente acompañaban la imagen un grupo de personas, y en el trayecto se le iban sumando creyentes”, lo que demuestra que, durante los primeros años, la procesión no era nutrida.
Delante iban dos hombres más levantando el paño que cubría el mesón, a fin de que pudieran ver el camino los cargadores y les entrara aire fresco. Siempre va un sacerdote a buscar la imagen a Santa Rosa, “y desde que fue designado cura de Altagracia hasta su muerte, lo hacía todos los años el presbítero Juan Falcón, quien reunía a la feligresía en la madrugada de cada 14 de enero y ya a las 5:00 am se iban caminando hasta Santa Rosa. A mediodía salían de regreso con la sagrada imagen para estar a las 4:00 de la tarde en la entrada de Barquisimeto, que entonces era una plazuela frente a la casa del señor Casimiro Casamayor, muy devoto de la Virgen”; el referido sitio es hoy la plaza Macario Yépez.
Anota el cronista que hasta ese sitio traían la imagen tapada con “un cubre polvo” para protegerla de la tierra del camino, y allí, en ese lugar, le colocaban al Niño Jesús en los brazos.
“Al descubrirla, el sacerdote entonaba una Salve que acompañaban en coro un grupo de cantantes ensayados por él”, acota. Luego continuaba la procesión hasta la Catedral (hoy templo de San Francisco) en donde recibían la imagen con intensos repiques de campanas y toda la solemnidad y majestuosidad que requiere un acto religioso.
Retornaba a Santa Rosa
Pasado los años, y ya entrado el siglo XX, cada domingo sacaban la imagen en procesión, paseándola por las calles para llevarla a las diferentes iglesias de manera que las personas pudieran en cada parroquia expresarle su devoción y acercarse a ella.
Se acostumbraba regresarla al pueblo de Santa Rosa una vez concluido el recorrido, antes del domingo de Carnaval, para evitar el juego callejero que usualmente tenía lugar en estas fiestas.
A su regreso, pasaba de nuevo por el monumento a la Cruz Salvadora y paraba en casa de Casimiro Casamayor, para cubrirla con el camarín que la protegería.
Quién llevó la imagen a Barquisimeto
Ramón Querales escribe que en 1919 el cólera una vez más comenzó a diezmar a la población de Barquisimeto, por lo que resonó con más ímpetu el nombre de la Divina Pastora.
Fue entonces cuando dos piadosas mujeres -subraya el cronista-, que se enrolaron como voluntarias para combatir el mal, llamadas Candelaria y María de los Ángeles Peraza, recordaron que quien hizo las gestiones ante las autoridades civiles para traer a la Divina Pastora a Barquisimeto en 1856 fue el señor Antonio J. Peraza, padre de la primera y abuelo de la segunda.
La información en cuestión, prosigue Querales, fue publicada por el periódico Notas que dirigía Juan Guillermo Mendoza.
Fotos: Fototeca de Barquisimeto
Fuente: Eliseo Soteldo. Crónicas de Barquisimeto 1801–1854. Ediciones de la Casa Lara de Caracas 1952
Rafael Domingo Silva Uzcátegui. Barquisimeto, historia privada. Caracas 1959
Ramón Querales. Re-Visión apuntes para la historia del municipio Iribarren. Tipografía Horizonte C. A. 1995
Diccionario de Historia de Venezuela. Fundación Polar. Tomo A‑D
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