OPINIÓN

¿Cómo gestionar las consecuencias del coronavirus?

por Leopoldo Martínez Nucete Leopoldo Martínez Nucete

Lo primero, esperamos que todos nuestros lectores estén sanos y a salvo de la pandemia, y para aquellos cuya salud -o la de sus familiares- se encuentre afectada por el coronavirus, reciban nuestras palabras de apoyo y solidaridad.

Si bien los expertos en medicina, fármacos, infectología y sanitaristas luchan en todo el mundo, junto a los gobiernos, para responder efectivamente a esta pandemia -reconociendo, además, que tenemos mucho de que aprender de la excelente respuesta de Corea del Sur frente a esta desafortunada situación-, es inevitable mirar a la economía. Los mercados de valores no cesan en su volatilidad tras una caída abismal, a pesar de las medidas agresivas de intervención de la FED y los bancos centrales.

Las grandes industrias, como las aerolíneas, ya tienen un número flotante de la cantidad de inversiones que necesitan para evitar un colapso, en el rango de 50.000 millones de dólares, y el Congreso de Estados Unidos ya acordó de forma bipartidista, un paquete de medidas de estímulo económico, que van más allá, proponiendo créditos blandos a las pequeñas empresas por el orden de los 350 millardos, a las corporaciones en general, por el orden de los 500 millardos, y otras medidas que, en conjunto, suman 2 trillones de dólares (2 millones de millones), para fortalecer el sistema de salud, proteger la fuerza laboral, y financiar los seguros estadales contra el paro forzoso, entre otras cosas, que pasan incluso por 1.200 dólares de subsidio directo por persona con ingresos inferiores a los 75.000 dólares anuales, y hasta 2.400 dólares, más 500 dólares por cada menor de edad dependiente en los hogares de parejas con menos de 150.000 dólares en ingreso familiar. Medidas similares han sido adoptadas en Francia y España, así como en otros países.

Mientras tanto, ha surgido otro problema en medio de la crisis. La pandemia de covid-19 podría afectar en mayor medida a los países frágiles y extremadamente vulnerables. Venezuela, que se ha convertido en el epicentro de quizás la crisis de refugiados más grande en la historia, es especialmente vulnerable dada la crisis humanitaria desencadenada por la incompetencia económica de su régimen opresivo en las últimas dos décadas. Se estima que 5 millones de personas han huido de Venezuela en los últimos años, con más de 2 millones emigrando a Colombia, en menos de 2 años. Con un sistema de salud débil, existe la necesidad de una respuesta adecuada de la comunidad internacional. Eso requeriría dejar de lado el conflicto político y el estancamiento del país, dividido entre el régimen dictatorial “de facto” de Nicolás Maduro y el presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, quien es reconocido como presidente interino por más de 50 países, incluyendo a Estados Unidos.

Algunos expertos, incluido Jeffrey Sachs, economista de Harvard con inmenso prestigio mundial, argumentan que, dada la crisis actual, Estados Unidos debe levantar las sanciones contra Venezuela, Irán y Cuba. Por otro lado, otras voces expertas como Frank Mora (ex subsecretario adjunto de Defensa para el Hemisferio Occidental bajo el presidente Obama y director del Centro Latinoamericano y del Caribe Kimberly Green de la Florida International University) creen que las sanciones podrían continuar y utilizarse para incentivar cambios en el régimen de Venezuela a través de elecciones y formas de transición negociados para democratizar el país, mientras se implementan programas de asistencia humanitaria para remediar, entre otras asuntos, la pandemia de coronavirus, financiados y administrados por la ONU y organizaciones internacionales.

A medida que se desarrolla el debate, las condiciones de la economía dependiente del petróleo del país empeoran con la caída de los precios del petróleo, que han alcanzado menos de 25 dólares por barril. Al mismo tiempo, el Fondo Monetario Internacional respondió que la asistencia financiera de 5.000 millones de dólares solicitada por el régimen de Maduro no podía aprobarse dado que, literalmente, “… El compromiso del FMI con los países miembros se basa en el reconocimiento oficial del gobierno por parte de la comunidad internacional, como se refleja en la membresía del FMI. No hay claridad sobre el reconocimiento en este momento”. Queda claro, entonces, que para articular una respuesta inmediata de cooperación gestionada internacionalmente, lo cual es indispensable para evitar una tragedia en el caso de Venezuela, ambas partes del conflicto político tendrían que llegar a un acuerdo con base en una tregua política, facilitando la ayuda financiera para rescatar a una nación que es muy vulnerable a la pandemia, que ya está progresando en todo el territorio, de modo semejante a su expansión en otras partes del mundo. Quizás esto sea el catalizador o el lubricante necesario, en medio de una desafortunada situación, para facilitar acuerdos de mayor alcance que permitan los cambios que ya no se pueden diferir en Venezuela.

Entre tanto, la respuesta al coronavirus en toda Latinoamérica se hace sentir bajo el método de ensayo y error, con muy limitados recursos financieros, sanitarios y profesionales. Países desarrollados como Estados Unidos continúan desbordados por la crisis; gobiernos como el de España, con una de las mejores redes sanitarias y de salud pública del mundo, igualmente luchan sin controlar todavía la pandemia, en medio de la adversidad.

Todo lo cual nos convoca a una reflexión, ¿cuáles son los verdaderos desafíos de seguridad nacional que enfrentan los Estados en estos tiempos? ¿Cuánto podemos confiar en los resultados de una economía en expansión, si de pronto se nos viene encima un enemigo invisible como este virus?

La humanidad ha conocido situaciones similares, desde los tiempos de la llamada gripe española (1918), que se originó en Estados Unidos, concretamente en Kansas, y llegó en tiempos de guerra a toda Europa, haciendo estragos, ocultados por los gobiernos de los países en conflicto para no desmoralizar a las tropas, hasta que el corresponsal de The Times en Madrid (siendo España un país neutral) encontró espacio para reportar la gravedad de la misma al mundo. Y he allí quizás la primera lección histórica frente a este tipo de crisis, que algunos mandatarios como Donald Trump y otros líderes en el mundo parecen resistentes a aprender: el ocultamiento, o la conducta evasiva y dubitativa de los gobiernos, por cualquier razón -incluido el impacto económico o los intereses politicos-, acelera la velocidad y alcance geográfico del contagio, porque reduce el tiempo necesario para tomar las medidas necesarias de distanciamiento social. El costo de estas conductas se paga en vidas, en el colapso de los sistemas de salud y en peores impactos económicos, producidos por la prolongación de la pandemia.

En pocas palabras, mientras los tres frentes de respuesta, las pruebas de contagio, la vacunación y la medicación no estén resueltos, nada puede sustituir, relajar o flexibilizar las cuarentenas. Y en eso, todo gobierno debe reconocer en Corea del Sur un modelo exitoso en el manejo de la pandemia. Una de las herramientas claves de ese éxito para contener el contagio, fue la aplicación inmediata de protocolos de cuarentena, contención o atención clínica temprana en la población más vulnerable, la administración masiva y gratuita de exámenes para determinar la presencia del virus -en escuelas, farmacias, lugares públicos y puertos o aeropuertos-. Lo otro que logró Surcorea fue usar la tecnología para levantar mapas de riesgo de contagio con base en la data obtenida mediante la geolocalización de los teléfonos móviles y los consumos en tarjeta de crédito de los pacientes tratados por contagio. Esa inmensa base de datos permitió reconocer dónde actuar a tiempo.

En síntesis, una lección de esta crisis es que todo gobierno debe tener (o cofinanciar a nivel de organismo regionales), con la asesoría de la Organización Mundial de Salud y los organismos multilaterales, unidades especializadas en atender pandemias, que estén siempre estudiando y preparando escenarios de contención, respuesta y cooperación. El presidente Barack Obama había dejado esta capacidad instalada en la Casa Blanca, basado en las experiencias del virus ébola y la llamada gripe porcina (HIN1) que debió enfrentar en sus 8 años de mandato. Esa oficina fue desmantelada por el gobierno de Trump, con las consecuencias de las que todos somos testigos: una incapacidad general de respuesta a la altura del momento.

Y es que en los últimos años hemos visto un fenómeno de recurrencia en este crítico escenario de las pandemias. Entre 1918, momento de la influenza conocida como gripe española, y 2002, cuando explotó la crisis del SARS, se registraron 6 pandemias; mientras que desde 2009 hasta hoy (una década) hemos conocido ya tres pandemias. Vale la pena anotar que, antes de la pandemia de la gripe española en 1918, la última pandemia conocida fue la del cólera que se presentó en 6 fases a partir de 1816 y en distintas épocas, afectando diferentes regiones del planeta hasta 1899, con diferentes intensidades y alcance. Es decir, junto con el cambio climático, las pandemias afloran como la segunda forma de amenaza existencial a la humanidad en estos tiempos. Ya es hora de enfocar recursos y esfuerzos de forma sistemática para atender estos dos problemas que, quizás en su respuesta sistémica, refuercen la transición hacia una sociedad más saludable, próspera y sustentable.