Con La noche de las dos lunas, Miguel Ferrari ha rodado una película de plena madurez y dominio de sus recursos expresivos, logrando narrar una historia que nos convoca como espectadores en un momento de conflicto y bipolaridad.
Desde el título, la cinta imprime una dualidad que se hace carne y metáfora en la pantalla. El plot es limpio y claro, fruto de la depuración de los trazos estilísticos del director, quien ha gestado la hazaña de levantar un proyecto en medio de las circunstancias más adversas y delicadas del país.
Prakriti Maduro interpreta a una mujer bohemia y solitaria que escribe cuentos infantiles para una compañía editorial que lidera una clásica arpía de mente cerrada.
La protagonista la confronta porque le corta las alas y la posibilidad de volar con sus ideas. Ahí se plasma una lectura velada contra los rigores nacionales que limitan la libertad de expresión en los ámbitos de la cultura.
El realizador compone un cuadro que se carga con múltiples capas de significado que el público debe interpretar.
El personaje principal tiene una madre que vive de su pasado como actriz de telenovela, recitando frases de estrellas famosas que revelan su estado alterado, su crisis de edad.
La española María Barranco encarna a la Eva al desnudo, a la Gloria de Sunset Boulevard que bebe alcohol en la aceptación de su ostracismo y decadencia.
Por supuesto, la artista malagueña representa un guiño al Pedro Almodóvar de Mujeres al borde de un ataque de nervios, entre otras referencias ibéricas que maneja el responsable de la conducción de las acciones en el set.
Los apartados técnicos engranan una producción de altura que busca la conexión con una audiencia que aprecia el valor de una impecable puesta en escena.
La fotografía de Alexandra Henao encuadra la profunda melancolía que embarga a los diversos integrantes del casting, encabezado por sobrios histriones del patio criollo, como Mariaca Semprún, Luis Gerónimo Abreu, Albi de Abreu, Sócrates Serrano, Héctor Manrique y María Cristina Lozada.
Siendo un veterano de las tablas y los focos, el autor sabe extraer lo mejor de su elenco, potenciando el guion escrito, a cuatro manos, con Lupe Gehrenbeck.
La sensibilidad femenina permea los pasajes de la construcción audiovisual, que se centra en el drama de la concepción compartida por la equivocación burocrática de una clínica de fecundación.
Así, la protagonista espera en su vientre la llegada de un bebé que es suyo, pero que al mismo tiempo lleva la marca genética de la pareja formada por Mariaca Semprún y Luis Gerónimo Abreu.
De tal modo, el libreto juega a revisar las esencias de nuestra cosmovisión estética y cultural, profundamente impactadas por el lenguaje del folletín en radio y televisión.
Una de las apuestas del subtexto se cifra en la voluntad de tomar la nostalgia por el idioma local del culebrón, para sacudirla con atisbos de modernidad e incorrección, por cortesía del dueño de la batuta.
Sin revelar demasiado del resto de la trama, queremos recomendarla ante su inminente estreno en salas, por tratarse de un filme oportuno, minimalista y sentido.
Seguramente, su desenlace despertará polémica por sus implicaciones morales, por sus resoluciones creativas.
En cualquier caso, La noche de las dos lunas trae de regreso una tradición de cine nacional de calidad que pensamos extraviada y apagada por el colapso de Venezuela.
Es una noticia que el trabajo de Ferrari brinde un alumbramiento simbólico que entraña un acto de resistir y de manifestar un apoyo a los creadores del país que viven dentro y fuera del territorio nacional. Por todo ello, el largometraje se ubica en el podio de las ofertas vernáculas de 2019.
La disfruté como una fábula, en clave de cuento aparentemente para niños, sobre la necesidad de aceptar al diferente, al que nos adversa, al que se interpone en el camino.
La obra no plantea un discurso político grueso de tenderle la mano al contrario. Solo aboga porque nos reencontremos en el espacio de los afectos.
Así sea como gesto de piedad y concordia maternal. Capaz, si las dos lunas que separan a la oposición se unen, podemos superar nuestra larga noche. Pero esto último lo pienso yo, después de ver la nueva película de Ferrari, que me reconcilia con su trabajo, pues envía un mensaje de cómo podemos hacer para renacer desde la ficción hasta la realidad.