Sobre las formas de gobierno existentes, muchos filósofos de la antigüedad como fueron Platón o Aristóteles entre otros, han hecho diversas divisiones dentro de las cuales considero como una de las más acertadas, la propuesta por el filósofo francés de la época de la ilustración, el barón de Montesquieu en su libro El espíritu de las leyes – 1748, donde indica que existen tres sistemas de gobierno que son: monarquía, despotismo y república, siendo que además subdivide a esta última en democracia y aristocracia, haciendo un gran énfasis en la división del poder entre: Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
La democracia es una forma de organización social, en la que el derecho de decidir y de colocar o quitar a los representantes de los gobiernos es potestad de los ciudadanos y puede ser directa o indirecta que es la más común y que por efectos de practicidad usa mecanismos de decisión basados en los procesos electorales.
Infortunadamente, siendo quizás la democracia la mejor forma de gobierno de las repúblicas, este sistema se ha degradado por la existencia de al menos dos distorsiones como son: el deseo de los políticos de convertirse en monarcas o en déspotas y la corrupción en la administración pública y por lo tanto, algunas democracias han involucionado y se han convertido en caquistocracias, que es un tipo de gobierno ejercido por los líderes peores y más incapaces, de tal forma que después de cada elección, los ciudadanos se sienten: engañados, frustrados, defraudados e indignados, lo que conduce finalmente hacia las dictaduras y por tal razón, para recuperar y fortalecer el espíritu de la verdadera democracia universal, donde el voto sirva para elegir a los mejores representantes, deberían considerarse cambios y mejoras en aspectos políticos básicos tales como son:
Revisión, supervisión y control del origen del financiamiento de los líderes y de los partidos políticos, para que puedan ser libres e independientes y no sean manejados y coartados por quienes les financiaron sus carreras políticas y sus campañas electorales.
Evitar que quienes ejercen la política se postulen con el objetivo de hacer negocios personales o para favorecer a sus allegados una vez que sean elegidos, porque esa mala práctica conduce a que los partidos políticos se conviertan en asociaciones para delinquir, que coluden para: engañar, manipular, estafar a sus electores y apropiarse de los activos de las naciones y de sus ciudadanos.
Eliminación de la mala práctica de imponer a líderes no aptos para asumir los cargos de libre elección.
Escogencia y postulación de los mejores candidatos, que sean reconocidos y tengan los perfiles, las experiencias y las capacidades: psicológicas, intelectuales y morales apropiadas, para ejercer los cargos de libre elección con: honestidad, eficacia y eficiencia, para no tener que votar por desconocidos o listas de ellos.
Nótese que para obtener una licencia de conducir vehículos públicos, además de las pruebas: médicas, teóricas y prácticas de conducción, también se exige un examen de tipo psiquiátrico periódico siendo que, para los representantes a gobernar, no se les exige ningún tipo de prueba de sus aptitudes, para ejercer responsabilidades tan importantes.
Uso de mecanismos: válidos, confiables y honestos para ejercer el derecho al voto físico real, que sean: transparentes, confiables, auditables, supervisables y de preferencia manuales, para evitar que los resultados de las elecciones sean manipulados y prefabricados desde el punto de vista informático, lo que hace que a quienes obtienen el poder, no les interese trabajar en beneficio de los electores, porque sus votos virtuales pueden ser obtenidos solo ajustando cifras y como los ciudadanos reales no hacen falta, no les importa trabajar en la solución de sus problemas.
Selección de árbitros electorales: confiables, honestos, imparciales e independientes.
Exigencia de presentación a los candidatos de planes de gobierno: claros, factibles y reales, por parte de quienes aspiran a gobernar, que deben incluir: tiempos, costos, recursos y fuentes de financiamiento de los proyectos de gobierno presentados.
Límite de duración de los mandatos a un máximo de 4 años de ejercicio, para que los gobernantes no pierdan su tiempo y le hagan perder el tiempo a los demás ciudadanos.
Revocamiento automático del mandato de los funcionarios elegidos a los dos años de su gestión, si no se obtienen los resultados que ofrecieron en las propuestas de gobierno.
Eliminación de la reelección para los cargos de libre elección, para evitar la debilidad humana de querer hacerse eterno en el poder, convirtiéndose en: burócratas, déspotas o peor aún en monarcas.
Los cargos burocráticos públicos que no son susceptibles de asignación por votaciones electorales, no deben ser asignados por clientelismo político, sino basados en: perfiles laborales pre-establecidos, capacidades, honestidad y méritos, para ocupar dichos puestos, donde los electores puedan conocer las capacidades, destrezas y experiencia de los designados.
Por último, se debería eliminar de las discusiones políticas el uso de anacronismos y maniqueísmos estériles, tales como son las taxonomías: izquierda o derecha, socialismo o capitalismo, liberalismo o conservadurismo, etc, porque esas dicotomías solo sirven para enfrentar y dividir a los ciudadanos, haciendo que se confundan y desperdicien inútilmente su tiempo de vida, siendo que muchos discuten y se apasionan con estas divisiones, ignorando por ejemplo que los términos izquierda o derecha, provienen del sitio donde se sentaban los revolucionarios franceses en la asamblea francesa del siglo XVIII, que estaba dividida entre jacobinos y girondinos, pero que ya no tienen vigencia en la actualidad, cuando se deben superar dicotomías manipuladoras e improductivas y cambiarlas por ofertas reales de buen gobierno, pues la clase política coarta la libertad de expresión, para mantener la ignorancia de los ciudadanos y así lograr sus objetivos individuales, pero no para buscar mejoras y soluciones a los problemas de los ciudadanos que los eligieron, al no tener otras alternativas que votar por quienes les impongan o abstenerse, lo cual también es un error que se paga con la hegemonía de los peores representantes y gobernantes.