OPINIÓN

Como en Ecuador

por Antonio Guevara Antonio Guevara
presos cárcel Ecuador

Foto: EFE

Un símbolo de paz

Cuando se observan en las imágenes poderosas que han recorrido el mundo sobre lo que está ocurriendo en Ecuador en su grave situación de orden interno, es inevitable extender algunas asociaciones sobre el poder de la delincuencia cuando se empodera, se le coloca en manos un plan, lo ensayan anualmente frente al pretexto de una invasión imperial; y de guinda de torta cuando se le alienta desde el alto gobierno de manera oficial. Se le da fuerza y dirección política. Se vectorizan. Sea este de izquierda, de derecha, religioso o económico o tecnológico. Cuando la protesta de estos grupos agarra la calle con un plan preciso e instrucciones al detalle y sus representantes son delincuentes sin ninguna baranda de escrúpulos, morales o legales y con un abultado prontuario el poder del Estado se resiente y en la mayoría de las ocasiones es superado. Eso es grave. Exageradamente grave. Eso es lo que ocurre en Ecuador.

Una extensión de la asociación de lo de Ecuador escala hacia la franja de Gaza con Hamás y su milicia terrorista que ha secuestrado a ancianos, mujeres y niños desde la masacre iniciada el 7 de octubre de 2023 que obligó en su intensificación a la movilización de un portaaviones norteamericano al Medio Oriente y a la crisis que ha disparado alertas en todos los países de la zona más allá de los habituales episodios históricos entre judíos y palestinos. Nada distinto de los actos de violencia que asolaron el propio territorio continental de Estados Unidos con el estandarte del Black Lives Matter con la bandera levantada del racismo y la segregación como argumento para la violencia. Igual con las calles de Chile hace dos años y el sistemático incendio de iglesias y estaciones de metro que obligó a sacar la fuerza pública para enfrentarlos con resultados pírricos. Esos que están en la calle en Ecuador son los mismos que se ven en imágenes alineados y cubiertos en correcta formación y con los tatuajes de la violencia en el cuerpo, aplacados en la mano dura de la ley y el orden, con el funcionamiento severo en el puño del Estado en El Salvador de la mano de Nayib Bukele. Son los mismos que están en latencia en la Argentina que se acaba de inaugurar con la gestión de Javier Milei listos para alborotar el país, desestabilizar la sociedad, incendiar las calles y arrinconar al nuevo gobierno; y los mismos que se manosean política e ideológicamente desde la lejanía en Colombia, en Brasil, en Nicaragua, en México y en Venezuela bajo la égida de Cuba, el patrocinio político del Foro de Sao Paulo y el resguardo izquierdista del Grupo de Puebla y con la bandera del socialismo del siglo XXI. Es el delito ejerciendo de Estado o paralelo al Estado amenazando al Estado y forzándolo a desalojar los predios constitucionales del estado. La ilustración mediática del Tren de Aragua cruzando la frontera con Colombia, con Ecuador, Bolivia, Perú, Argentina y Chile en contraste con el ejército independentista que fue a liberar otros pueblos en el siglo pasado. Ya deben haber oído eso de la espada que camina por América Latina y sobre todo después de que el régimen hizo limpieza en las cárceles más importantes de Venezuela y no se conocen los destinos de muchos de los excarcelados.

Alumbrará el vivir

Ese es el vector al que se enfrentan las sociedades y Estados nación acostumbrados a la noción de paz, orden y progreso como estructuras del único imperio al que le siguen línea: el de la ley. Eso es lo que vemos en Ecuador. Y ese es el riesgo de las sociedades occidentales estructuradas en el ejercicio de sus gobiernos bajo el impulso de las leyes y con el respaldo de una fuerza pública dotada de la exclusividad de la violencia oficial. Eso se está tratando de resquebrajar en sus instituciones y agrietar en su historia forzando a un nuevo orden. Y en esa dirección trabajan las organizaciones de izquierda, movimientos woke y progresistas globales con el aliento no tan solapado de algunos organismos multilaterales, varias ONG y otras entidades ganadas para derrumbar el funcionamiento lineal de las sociedades del statu quo. Eso es una cuota bien adelantada de lo que vimos en Ecuador contra el gobierno instalado, pero también es un vector desde el gobierno instalado, como en Venezuela.

De todo el continente americano

Desde esta tribuna se ha alertado sobre la revolución bolivariana, la subestimación y la fuerza de su principal soporte que lo es la fuerza armada nacional en el marco de tres posibilidades claramente establecidas para mantenerse en el poder ante cualquier amenaza de desalojo con la participación de un sector o todas las unidades militares a la manera del 11A o una situación similar. La primera es mantenerse en el poder, la segunda lo es recuperarlo inmediatamente en caso de ser desalojados con violencia o votos, y la última es pasar a una fase de guerra popular prolongada (GPP). Cuando se lanza esta conclusión de la FAN como apoyo del régimen no se remite a la institución armada que describe el artículo 328 de la constitución nacional cuando expresa textualmente y sin posibilidad de mal interpretar: «La Fuerza Armada Nacional está integrada por el Ejército, la Armada, la Aviación y la Guardia Nacional…» Se está describiendo a la Milicia Nacional. Después de aquellos eventos que forzaron a la renuncia del teniente coronel Hugo Rafael Chávez Frías y su entrega rendido política y militarmente, en el quinto piso de la Comandancia General del Ejército; surgió un gran proceso de consultas y múltiples debates en el alto mando de la revolución, propiciados desde el régimen instalado en La Habana. Había que cerrar todos los intersticios de las movilizaciones populares que pudieran reeditar los eventos que desalojaron por 36 horas del palacio de Miraflores al comandante. Todas esas fisuras de los pronunciamientos en serie de los generales y almirantes de las cuatro fuerzas debían tener al frente, otro vector surgido desde lo interno de los cuarteles y con una clara y rotunda finalidad política. Ese rol lo asume el miliciano. En estas unidades está la esencia de la fusión cívico militar, el espíritu zamorano al que aluden en las vocerías rojas rojitas y donde se escuda la fuerza del poder popular del régimen. En esa mampara referencial y legal muy bien articulada por la Ley Constituyente del Plan de la Patria (2019-2025), en el Proyecto Nacional Simón Bolívar y específicamente en la Ley Constitucional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana en todo el capítulo VII está expresado todo el espíritu, el propósito y la razón de nuestros milicianos movilizados para instrucción, para apoyar en los estados de excepción y en ejercicio de la actividad militar de manera temporal en los cuerpos combatientes, las unidades especiales en los distintos niveles del sistema defensivo territorial en la conexión de la defensa integral de la nación. Que a los fines políticos del régimen es la defensa de la revolución.

Fuerza de optimismo, fuerza de la hermandad

En torno a la milicia, además de los venezolanos depauperados, desdentados como la legión de Antonio el Consejero en la excelente novela La guerra del fin del mundo de Mario Vargas Llosa y entrados en suficientes años, se nuclean también elementos del terrorismo internacional, de la guerrilla colombiana desmovilizada recientemente en el vecino país y de la delincuencia común empoderada desde el ato gobierno y migrada desde los antiguos círculos bolivarianos y los colectivos sociales de protagónica participación el 11A. Estos últimos son los que acabamos de ver en similitud organizativa y con un nivel de maniobras a la manera militar, en el lado de la oposición a Noboa y en plena actividad, en Ecuador. El presidente ecuatoriano ha solicitado desesperadamente el apoyo de los gobiernos amigos para enfrentar ese grave problema de orden interno ya calificado como conflicto armado interno que le da estatus de beligerancia a un grupo de bandas criminales y que amenaza con desestabilizar su gestión e impedir la gobernabilidad. Es un grito oficial que probablemente no tendrá el eco correspondiente a un canto de amistad y de buena vecindad como el del himno del panamericanismo por los compromisos políticos de los países colindantes y de la propia realidad interna y externa del aliado hemisférico más importante que antes hacìa vida en la base militar de Manta.

Argentina, Brasil y Bolivia, Colombia, Chile y Ecuador. Uruguay, Paraguay, Venezuela… cada vez que se repite musicalmente la estrofa del himno pareciera que políticamente repetimos los moldes alentados revolucionariamente desde el Foro de Sao Paulo, desde el Grupo de Puebla y con los acordes del socialismo del siglo XXI de llegar al poder y ejercerlo desde la violencia y con la violencia. Como está ocurriendo en Ecuador con la delincuencia como partido político o como fuerza armada. Como en Venezuela.

Con esta situación de Ecuador se completa el triángulo perfecto de Latinoamérica que ilustra las ubicaciones de la criminalidad utilizada por la izquierda como vector político. En Venezuela ejerciendo funciones de gobierno, en Ecuador haciendo fuerza para llegar al gobierno y en El Salvador ocupando el espacio natural de los delincuentes: la cárcel con toda la fuerza de la ley.

Un símbolo de paz alumbrará el vivir, de todo el continente americano… como en Ecuador.