Más perdido que el hijo de Lindbergh es frase hecha utilizada —cada vez menos, temiendo acaso un ¡se te cayó la cédula!— cuando no tenemos la menor idea de cómo solucionar un problema o encarar una determinada situación. Recuerdo habérsela escuchado en voz alta a una compañera de la Escuela de Arquitectura durante el examen final de Resistencia de Materiales. Al escuchar su acongojado ayayay, el ingeniero y profesor Justo Pastor Farías, a quien llamaban «el Gato», no tanto por sus facciones cuanto por su sigilo, se volvió hacia la joven bachiller(¿a?) con un movimiento en sintonía con el felino mote y le espetó, categórico: «El hijo de Lindbergh jamás se perdió, fue secuestrado, asesinado y sanseacabó».
Traigo a colación la anécdota porque tal día como hoy, 1° de marzo, pero en 1932, se produjo el rapto del primogénito de Charles Lindbergh, piloto norteamericano catapultado a la celebridad en 1927, al cruzar, íngrimo y solo, el océano Atlántico a bordo de un monoplano en vuelo de 33 horas sin escalas. Dos meses después de su desaparición, el cadáver en avanzado estado de descomposición de un bebé, cuyo sexo no fue precisado en el examen forense, apareció en las inmediaciones de la residencia de la primera leyenda de la aviación estadounidense —El Colón solitario del aire, llamó la prensa del corazón a quien, en 1954, se le concedió el premio Pulitzer por un relato, Spirit of St. Louis, sobre su audaz travesía trasatlántica—.
La investigación judicial en torno al plagio e infanticidio duró algo más de dos años y condujo a la detención de un carpintero de origen alemán —un chivo expiatorio, en realidad—, Bruno Richard Hauptmann, electrocutado en Nueva Jersey en 1936, tras un juicio amañado, encaminado a complacer a la prensa amarillista y contrarrestar la histeria colectiva; un proceso falsario, incapaz de convencer siquiera a Edgard J. Hoover —psicópata con licencia federal para espiar a Raimundo y todo el mundo, y, de ser necesario, matar a Vicente y toda la gente—, atornillado en la jefatura del FBI con la vocación de eternidad propia de un ordinario dictador tercermundista, incluyendo los amparados en ficciones electorales, al modo del chavismo cubano-dependiente o el castro comunismo parasitario.
También viene a cuento el infortunado episodio en virtud de extrañezas y estupefacciones asociadas a algunos sucesos acaecidos a los últimos días, el más insólito de los cuales fue el evento escenificado por la anc (minúsculas inevitables) el pasado domingo, en el estado Táchira, conmemorando las acciones delictivas perpetradas hace un año por facinerosos afectos al írrito gobierno del zarcillo Nicolás, conducentes a impedir el ingreso al país de la ayuda humanitaria. En rol principalísimo de la grotesca ceremonia estuvieron dos estrellas de la desinformación y la deformación de la verdad: Freddy Bernal y Diosdado Cabello. Este fue condecorado por aquel con la orden de los héroes y heroínas de la batalla de los puentes —¡vaya duro, venga suave y prescindamos de las capitulares!—, y recibió de sus manos una réplica de la espada del Libertador —¿impresión 3D?—. La devaluada quincallería patriotera fue una insignificancia en relación con el desopilante toma y daca retórico de la pareja protagónica. El ex policía metropolitano se lanzó una arenga en clave de proclama del compai Cipriano: «Le hago entrega de esta espada para reafirmarle al mundo que hace 200 años fuimos capaces de expulsar un imperio de América. Si el pie insolente del extranjero llegara a pisar el suelo sagrado de la patria (subrayado mío) y los norteamericanos están al frente con tropas multinacionales, puede estar seguro, camarada Diosdado, de que nosotros estaremos dispuestos a dejar nuestros pellejos, nuestras almas, para que la patria jamás sea mancillada». No se quedó atrás el capitán prostituyente y de vaina no se le fundió la sesera al desembuchar apenas una docena de palabras con acento jacobino: «La patria está en peligro. El imperialismo nos amenaza todos los días» —Citoayans, la patrie est en danger puede leerse en una declaración de la Asamblea Nacional francesa del 11 de julio de 1792—. Estuvieron un tanto desfasados el protector andino y el cavernícola del garrote en el muy obvio alarde de afirmación de (presuntas) ascendencias sobre la militancia pesuveca. ¿Culpa del miche?
Asombra el mutismo opositor frente la conversión de villanos en héroes, a partir de una perversa tergiversación de los hechos, ensayada con éxito en la glorificación de los pistoleros de Llaguno. Las fuerzas democráticas podían haberse adelantado al cinismo del PSUV y sacar partido propagandístico a la cayapa fronteriza del 23 de febrero de 2019, devenida en batalla por arte de birlibirloque bolivariano, exponiendo su desfachatez. Prefirió el presidente encargado «convocar a todos los sectores del país a presentar su Pliego Nacional de Conflicto», en sesión del Parlamento legítimo pautada para el 10 de marzo, cuando se espera una vuelta a las calles. Si la respuesta ciudadana a esta invitación es contundente, no habría motivos de dudas sobre su liderazgo. Tal certeza contribuiría en grado sumo a cohesionar la necesaria, indispensable concertación de la disidencia, a objeto de frustrar las inocultables ambiciones del cogollo dictatorial de hacerse con el control absoluto y definitivo del Poder Legislativo. Ello reclama colocar el futuro de la República por encima de apetencias y proyectos personales y grupales; en otras palabras, superar el egocentrismo y pensar la política en términos de bien común.
La usurpación, quién lo duda, quiso y pudo sembrar cizaña en el contrachavismo, y cosechó con creces los frutos de su labor obstruccionista y divisionista. El presidente Guaidó ofreció amnistiar a militares, funcionarios e inconformes militantes socialistas, pero no pareciera haber logrado mucho; sin embargo, tal vez a causa de la merma de recursos para financiar el circo y la limosna, derivada de la creciente presión internacional sobre Maduro y su corte o, acaso y también, a consecuencia de la vindicación del interinato presidencial, la imagen monolítica irradiada por el fraudulento gobierno de Maduro y su partido —supeditados como nunca antes a los designios de Moscú, Pekín, Teherán, Ankara, y La Habana— se agrieta y desdibuja a ritmo sostenido. Ya se persigue y condena a priori con toda suerte de imputaciones, especialmente las relacionadas con peculado y enriquecimiento ilícito —cachicamos y morrocoyes tildándose mutuamente de conchudos—, a personas hasta ayer nomás merecedoras de la ciega confianza de Maduro, Cabello & Co. Aquí cabe una sentencia endilgada a Robespierre, aun cuando quien la pronunció fue Pierre Victurnien Vergniaud, guillotinado asimismo durante la Terreur: «La revolución es como Saturno, devora a sus propios hijos».
Ese fatal e inexorable proceso de deterioro es otro y muy serio motivo para errar desorientado y sin un hilo de Ariadna en el laberinto de nuestro acontecer, especialmente cuando, contra viento y marea, se insiste en realizar a paso de vencedores los comicios anhelados y defendidos por Maduro, Claudio, Timoteo y Zapatero. Cómo no despistarse cuando, con 2 presidentes, 3 asambleas y 2 tribunales superiores, el diputado Stalin González revela los nombres de los integrantes del Comité de Postulaciones, quienes, esta semana, dijo —a partir del martes supongo yo—, serán citados al Palacio Federal Legislativo con el propósito de comenzar los ensayos del primer acto de una tragedia vaticinada en profecías cimentadas en el fraude cotidiano, o comedia aplaudida desde ya por los partidarios de un cambio gatopardiano, prestos a chupar la teta presupuestaria y gozar una ola chapoteando en la misma miasma. Los sombríos prolegómenos del drama o del sainete, da igual, y sus ominosas secuelas no impedirán continuar, como hasta ahora, más perdidos que el hijo de Lindbergh. La perplejidad no es infundada. Se desprende del entusiasmo de los facilitadores y las sonrisas de los mediadores, pues facilitación y mediación son, en este caso, eufemismos por cabronería.
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