OPINIÓN

¿Cómo desmontar el Estado PSUV? (2)

por Nelson Chitty La Roche Nelson Chitty La Roche
Diosdado Cabello Nicolás Maduro

Foto EFE/ Rayner Peña R.

Mira hacia el pasado, con sus imperios cambiantes que se alzaron y cayeron, y serás capaz de prever el futuro”. Marco Aurelio

La semana pasada iniciamos una reflexión con respecto al principal gravamen a superar en caso de que en las elecciones del próximo 28 de julio, tal como se espera y vaticinan todos los estudios de opinión, Edmundo González Urrutia sea electo presidente de la república.

Anotamos que, en lo estratégico, levantar el sesgo económico estatizante y las barreras administrativas y regulaciones inútiles, constituye la tarea principal a acometer, para superar la postración en que se haya sumida la sociedad económica, con una estrepitosa caída del 70% del PIB en la última década.

La pobreza, con sus perniciosos efectos, el desempleo, el hambre, la desnutrición, las carencias sanitarias, la patética caída del nivel de vida y el descenso del porcentaje de familias de clase media, la informalidad de la educación, el desarraigo que se traduce en la sostenida migración, requieren de una inversión de las tendencias depresivas y para ello, una política económica distinta que aúpe un crecimiento de la producción sostenido y el aumento de la demanda agregada.

Empero, para ello, más allá de atender la deletérea herencia de la deuda, ocuparse de la industria petrolera siniestrada, la minería criminalizada, entre otros contenciosos en el país y fuera de él, hay que recuperar la institucionalidad y el imperio de la constitucionalidad que, comprende el Estado de derecho y el saneamiento de la justicia y la seguridad pública. Regresar al sendero del Estado constitucional, democrático y social de derecho y de justicia es otro de los propósitos del nuevo gobierno que es menester emprender.

Eso es el diagnóstico compartido por muchos, pero ¿cómo? La verdad sea dicha, no hay y es bueno asumirlo de una vez, una fórmula mágica e instantánea para ello porque el Estado PSUV se ha tramado como un nudo gordiano.

Algunos sugieren acciones inmediatas, pero el régimen continuará hasta enero, salvo acuerdo y tendremos dos presidentes simultáneamente. Poco o nada en ese lapso puede hacer el presidente electo.

Una vez asumido el cargo por Edmundo, le tocará lidiar un auténtico toro de lidia, un Victorino, una asamblea nacional fraudulenta pero vigente con todavía un año de su mandato pendiente.

Paralelamente, el resto de los poderes públicos incluido el CNE ideologizados y medrosos del cambio que pueda arribar. Un TSJ cuyos magistrados recientemente designados fueron designados por 12 años y temerosos de que alguna circunstancia institucional pueda revisar sus ejecutorias plagadas de contravenciones a la CRBV, de infracciones y de prevaricaciones, por decir lo menos.

Un Ministerio Público cómplice de todo tipo de transgresiones y quebrantamientos de los derechos humanos, con rumores de cambio del fiscal, pero, denunciado y proclive igualmente a convertirse en reo de la justicia.

Una fuerza armada nacional que parece más del PSUV que del país, ideologizada y, hay que decirlo, devenida en la oligarquía concupiscente del chavomadurismocastrismo.

Unos cuerpos de seguridad, militares incluidos, en la mira de la CPI junto con los altos dignatarios quienes gozaron de la mayor impunidad y ahora se preguntan sobre lo que puede pasar con ellos, en especial, los que han dirigido y perpetrado delitos diversos de lesa humanidad.

Un BCV cuyas directivas incumplieron la normativa y coadyuvaron a la administración de las finanzas públicas dolosamente, incumpliendo las normativas constitucionales y legales.

Puedo seguir porque la lista es larga y ponzoñosa, pero no hace falta para evidenciar las dificultades y opacidades que supone un Estado usurpado por un gobierno ilegítimo por su origen y su desempeño, cuando llega la hora de cambiar al capitán de la nave y de sustituir a la planta dirigente.

Lo primero que reitero cabe advertir es que no hay un camino expedito. Los tiempos y las diversas situaciones comprometen la ansiada celeridad y el manejo mismo del aparato público.

Escucho hablar de convocar una asamblea nacional constituyente, pero mucho tienen que ver en el proceso los ya mencionados poderes públicos y no es entonces un milagro salido de la chistera del mago.

¿Qué hay qué hacer? ¿Qué se puede hacer entonces?

La semana próxima regresaremos Dios mediante con algunas hipótesis y conjeturas, pero, anticipo que el ciudadano pudiera tener un rol estelar en el escenario ex post del 28 de julio próximo.

nchittylaroche@gmail.com