“Solo se destruye lo que se sustituye”. Saint Simon
Alberto Adriani se refirió al Estado gomecista, dada la impronta que exhibía el país y sus instituciones de esencia propia del tiempo y los valores latentes, aun más allá del gobierno del dictador andino y, nuevamente, luego de cinco lustros consecutivos del chavomadurismomilitarismocastrismoideologismo en el poder, puede hablarse, sin temor a equivocarnos, del Estado PSUV.
No cabe duda de que lo que encaramos hoy puede recibir como denominación la de Estado PSUV. Las características del régimen que ha gobernado desde la llegada de Chávez al poder y, la secuencia que me permito etiquetar como el chavomadurismomilitarismocastrismoideologismo han marcado, pudiéramos decir tal vez, desfigurado al aparato público, al orden, a la normación, a la economía, a los servicios, a la sociedad, a la política, a los coterráneos.
Hay un Estado PSUV que resulta de la usurpación del Estado republicano por una clase política que emergió como resultado de la decepción que alcanzó al puntofijismo y especialmente, por la antipolítica que, dicho sea de paso, se cultivó desde los partidos políticos y sus dirigentes fundamentales y los medios de comunicación que, socavaron implacables a los actores del escenario político y a la política misma.
Fue entonces que completó Chávez su proyecto, iniciado con aquel fracasado intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 y que se aprovechó de la coyuntura descrita en el párrafo anterior. Como advirtió el 23 de enero de ese mismo año de 1998 Luis Castro Leiva, se echó por la borda la república y la democracia y, el pueblo se le enajenó cándido al caudillo para, haciéndolo, comprometer el único periodo de auténtica civilidad que ha conocido la historia de Venezuela. Apareció así otro aprendiz de brujo queriendo transformarlo todo, pero no para mejor sino para sí y los suyos y resultó mucho peor.
Empero, se trata actualmente de pensar en un cambio de lo que tenemos, para realmente, regresar a una república y con ello, a un Estado constitucional y a la recuperación de nuestra dignidad como colectivo y como personas que ciertamente hemos perdido.
Más aún, apuntar a la redención social con una política económica que nos saque de la miseria y se traduzca en bienestar y progreso para los venezolanos, de manera a que cese la inmigración y se recupere la confianza y la ilusión en el país. Para ello, será menester desestatizar, liberar la economía, desregular y permitir que sea el trabajo y, la justa distribución de la riqueza, las palancas que nos muevan hacia una auténtica economía social de mercado.
Una economía, por cierto, basada en los dispositivos contenidos en la CRBV en su título VI relativo al sistema socioeconómico y que han sido totalmente desconocidas y quebrantadas las leyes que completan la normativa y que entre varias merecen ser destacadas la Ley Orgánica de Administración Financiera del Sector Público y aquella otra, la Ley del Banco Central de Venezuela para permitirse todas las tropelías que complaciendo al Hegemón difunto y a su pretendido epígono, trajeron como consecuencia junto al saqueo de los fondos creados para manejar los dineros públicos al capricho del depredador comandante eterno y que vaciaron nuestras arcas y nos empujaron a la postración que hoy vivimos, sin recursos disponibles ni posibilidades reales de encontrarlos.
Ese esbozo ya constituiría un ademán en la dirección de controlar las finanzas públicas que hoy hacen aguas por todas partes, asistidas por la peor de las juntas, la ineptitud, la incapacidad, la irresponsabilidad y la mayor corrupción de nuestra historia y tal vez del mundo.
Seguiremos Dios mediante la semana próxima.