Comienza un año nuevo, comienza el 2024. En los Estados Unidos comienza la carrera presidencial con las elecciones primarias. En Francia los juegos olímpicos causan entusiasmo entre los franceses. Para los ucranianos comienza otro año más de resistencia contra Putin y su mafia y sus ganas de comerse a Ucrania. El conflicto entre Israel y Palestina sigue este año sin ninguna tregua. El mundo está inquieto y un poco revuelto.
En el régimen castrista comienza un año más que seguramente será igual que el 2023. En Venezuela comienza el 2024 con ánimos de fiesta electoral por casi toda la clase política. Maduro comienza el 2024 victorioso; con Alex Saab a su lado, Cilia a su lado, con Elvis Amoroso a su lado y los hermanos Rodríguez al acecho. Escucho declaraciones de los actores políticos venezolanos, que este año es el año de los venezolanos. De recuperar el país. De elecciones libres. Y que todas las negociaciones con el régimen han valido la pena, que las señales que ha dado Maduro son positivas liberando algunos presos políticos y metiendo a otros, ejecutando la famosa técnica de la puerta giratoria.
Se ven programas en Youtube de periodistas venezolanos entrevistando a otros venezolanos (muy bien preparados para manejar a cualquier país) fabulando sobre gobiernos de transición y luego instalar un gobierno democrático. Dicen que ser optimista es una de las claves para el bienestar y la salud de estos tiempos y, además dicen que el optimista es más longevo que el pesimista. Los optimistas dicen que está comenzando un año y no se debería hablar en negativo. Pero realmente no puedo ser ecuánime y se me hace muy difícil ser optimista referente a Venezuela, que va en picada con deterioros en muchos aspectos. Pareciera que el venezolano vive de mitos, leyendas e ilusiones. El mito: ¿Qué ha pasado con Tareck el Aissami? La leyenda: Los cuentos del fiscal general con los asesinatos entre chavistas. Ilusiones: Nicolás Maduro va a entregar la banda presidencial democráticamente en la Asamblea Nacional; escuchará el discurso con atención de su sucesor y luego se dedicará a dar conferencias en las universidades y escribirá libros de ensayos políticos y luego de algunos años escribirá sus memorias, tranquilo en su residencia con su esposa y sus hijos.
Se ha formado un país que no entendemos. La mal formación llamada “La revolución bolivariana” hizo que muchos se corrompieran con los narco-dólares. Por ejemplo, vimos en un video al “Diputado Luis Parra” contando dólares en un baño y cuando cae en la cuenta que lo están grabando, sube la mirada y lanza una sonrisa pícara del nuevo hombre bolivariano. Luego que aquel video viral no paso nada. No hubo ninguna sanción y luego de varios meses se olvidó el famoso video y Luis Parra siguió y sigue haciendo política esperando la oportunidad nuevamente de contar la codiciada faja de dólares. Vemos a políticos de un país que está en un derrumbe económico con corbatas de 500 dólares, zapatos muy fin lustrados de famosas marcas europeas y camionetas blindadas. Indudablemente los valores se han trocado. En algunos países, el hombre se corrompe hasta los tuétanos, y cuando lo ve así y lo encuentra irremediable, no lo puede soportar y se pega un tiro: en Venezuela no ocurre así. Para el chavismo un hombre corrompido es un hombre muy querido entre ellos y si rompe muchos platos, la culpa es de él y lo desaparecerán o lo meterán preso algunos días y saldrán diciendo que el chavismo es claro y transparente.
Sé muy bien que hay focos de resistencia en algunos políticos venezolanos que no han caído en los narcodólares que se rehúsan a integrarse a la dinámica del mundo chavista y es muy fácil distinguirlos. Mayormente siguen en las mismas casas que cuando se casaron. Conservan sus carros que con esfuerzo y trabajo pagaron. Sus ropas modestas. Y de vez en cuando se dan el lujo de escaparse para la playa con sus familias invitando amigos y compadres y así poder dividir gastos para la parrilla y la famosa botella de agua de maíz y algunas cervecitas.
El chavismo utiliza el terror, los narcodólares, la cárcel, el exilio, la tortura en las cárceles con muertes lentas, el chantaje emocional de familiares de presos políticos y el infinito arsenal de atropellos hacia el ciudadano durante todos estos años ¿Es posible una elección libre y justa en Venezuela? El 2024 dará esa respuesta, pero hay que exigirles a los políticos que quieren manejar a un país en el medio de un desastre oceánico; que tienne que empezar a decir verdades en vez de ilusiones.
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