En los últimos 25 años, los técnicos hemos escrito planes y más planes donde definimos y diseñamos las acciones en políticas públicas que posterior a la victoria del frente democrático serían impulsadas y convertidas en realidad bajo un gobierno conformado por líderes con talante republicano y énfasis en el apoyo a las mayorías más necesitadas.
Hemos escrito planes a tal nivel de detalle que seguirlos sería cuestión rutinaria por un tren ministerial y sus aliados en caso de tener la posibilidad de desplegarlos.
Por otro lado, describir la situación actual de las empresas públicas como Pdvsa, Empresas básicas de Guayana, Corpoelec, Empresas hidrológicas, sistemas de atención a la salud pública o los sistemas educativos es cuestión de llanto. De aquello que dejamos funcionando adecuadamente a lo que hoy opera hay una diferencia abismal: decadencia, atraso de décadas.
En meses pasados diferentes profesionales enviados a entrenarse afuera en empresas latinoamericanas de servicios públicos trajeron información que llevan a conclusiones hasta denigrantes; nuestro atraso versus las empresas hermanas es cuestión de medio siglo… es decir, no fue que nos estancamos sino que las políticas públicas implementadas en los últimos años nos hicieron devolvernos hacia mediados del siglo pasado.
Las empresas de servicios a nivel regional, para no entrar en otro horizonte, han entendido que solo actualizándose tecnológicamente pueden alcanzar los niveles de calidad que la sociedad requiere y eso, sin la participación de capital privado y políticos comprometidos con el Estado, no es viable.
En los procesos cotidianos de las empresas de servicio el uso de sistemas de manejo a distancia o controles de calidad y protección al cliente en tiempo real son carne con papas. En nuestro país, las maniobras son manuales, cuando se puede y los jefes usan las camionetas de alta cilindrada mientras los trabajadores andan en una moto china, con cuatro papeados atrás subiendo las cuestas de Petare; no le des por la subida del Carpintero que no sube…
Así es, nuestras empresas y sistemas requieren de una etapa inicial (conformará la génesis), donde se evalúe y generen diagnósticos precisos de lo que está pasando, además con la pérdida de información cuantiosa de infraestructuras que en muchos casos no está a la vista, con ejemplos como el acueducto de Caracas donde se actualizaron y digitalizaron más de 5.000 planos que ya no existen. Esa etapa inicial que debemos iniciar el día 6 de agosto -vamos a dejar el 5 de holgura para desempolvar los fluxes- luego de que las aguas estén calmas y el gobierno tenga nueva cara, conlleva un trabajo muy serio que permita entender los daños y su mejor solución: la cosa debe ser con uso de la sapiencia y honestidad, dibujando un camino posible en cuanto a recursos y tiempo, echando mano a los que han demostrado que saben hacer las cosas, los que han dejado huellas con sus acertadas acciones en el pasado.
Solo con el concurso de los mejores para esas labores de identificación de fallas, posibles mejoras y creación de programas de trabajo se podrá actualizar cada plan, cada cronograma de acción aplicable a esas empresas que languidecen.
Así, muchos de los que hemos estado en la elaboración de planes debemos, modestamente, contrastarlos con lo que encontremos y afinar cada propuesta que posibilite en muy corto tiempo un impacto tangible sobre el ciudadano, sobre la calidad de los servicios, sobre la imagen de un gobierno para la gente.
Los planes requerirán, en alguno de los casos, el concurso de empresas hermanas latinoamericanas exitosas atentas para ayudarnos, que reemplacen el capital humano perdido y sobre un plan transparente y auditable, en negociaciones por rendimiento, en resumen, socios para ayudar no para desfalcar.
Sinceramente creo que esta vez los políticos han encontrado una vía para transmitirle al ciudadano destellos de lo que podría ser un gobierno diferente y la población asimiló que ese es el camino a transitar, camino que lo abonó el desastroso resultado de las políticas públicas de los últimos años.
Las veces anteriores los técnicos nos hemos quedado con la carabina al hombro esperando el turno al bate; esta vez a batear.