Es un tema complejo que no necesariamente está en el día a día de los ciudadanos, peor en Latinoamérica. Pero es un tema latente y de preocupación.
Urge caminar a nuevos modelos de descarbonización de la economía, mediante una adecuada –y no costosa– transición energética.
Descarbonizar significa reducir las emisiones de CO2 (dióxido de carbono) a cero, o tratar de acercarse a cero. Las emisiones son, en gran medida, producidas por vehículos de transporte (uso de combustibles fósiles), centrales eléctricas y la industria (que incuso representan 75% de las emisiones futuras) y toda la infraestructura global de quema de combustibles fósiles.
Lo “ideal” y por supuesto menos rentable porque sería un golpe directo a la economía global sería dejar de usar combustibles fósiles y que la industria pase a utilizar renovables 100%. Obviamente ello no es fácticamente posible de momento y bajo la actual tecnología.
La transición de uso de fósiles a energía limpia está tomando pasos porque hay variables objetivas: costo de la energía, costo de oportunidad, costo de tecnologías, nuevos paradigmas de uso y eficiencia que aún deben ajustarse. Y tomará años y no está caminando lo suficientemente rápido como para cumplir los objetivos climáticos del Acuerdo de París de 2016.
En ese escenario de nuevos modelos de economía de la energía surge el gas natural como “elemento puente” de transición y el impulso a renovables.
Un caso concreto de sana convivencia en el mix energético: entre el petróleo, gas y renovables –que reitero: aún será un mix insustituible por los próximos años– es el del estado norteamericano de Texas, cuna del gas natural (explotado hoy vía fracking y nuevos modelos de negocios de escala) que al mismo tiempo es el mayor consumidor de carbón en el país, (según la Administración de Información de Energía) pero al bajar el precio del gas –vía fracking y de las renovables– el carbón pasó a ser utilizado –de momento– solo cuando la demanda de electricidad es muy alta. En Texas el gas natural sigue produciendo más electricidad que cualquier otra fuente, (38%, 2018) y la electricidad vía solar apenas 2%.
Aunque la inversión en renovables también se incrementó en ese estado, que busca frenéticamente tener energía a bajo costo.
Volvamos a las emisiones de CO2: tenemos el caso de España, que es el país con mayor incremento de emisiones en Europa y algunos expertos indican que va a ser muy costoso que cumpla su compromiso del Acuerdo de París para reducir emisiones en 40% en 2030.
Es que jugar con la reducción de emisiones implica tener en cuenta una ecuación muy complicada: se necesita energía barata, tecnología de punta, sumar fuentes fósiles y renovables, bajar las fósiles sin afectar inversiones, empleos e infraestructuras y subir renovables mejorando accesos y costos.
En ese escenario de necesidad de bajar emisiones surge la tecnología, en muchas formas, para descarbonizar la economía y surge –además– la inventiva e iniciativa de “capturar CO2” desde el ambiente. Estamos en niveles de concentración de CO2 nunca vistos en la historia de la humanidad que requieren muchas medidas desde todos los ángulos.
Esas variables tienen que ver con energías alternativas para el transporte masivo, que vaya de la mano de innovación tecnológica y equilibrar la alta demanda de energía o con alta eficiencia energética.
Aquí me detengo a comentar algo que realmente me asombra: la capcidad de la inventiva, innovación y creatividad del capital privado que busca soluciones que –naturalmente– no podrían ser resueltas únicamente desde el Estado: científicos están trabajando proyectos de “captura del CO2 desde el ambiente”. De manera que ya existen pruebas de moléculas de CO2 dentro de lo que se denomina “una jaula molecular”, que confirma esta nueva forma de atrapar este gas de efecto invernadero. Esta «jaula» es parte de una nanopartícula porosa (denominada MOF, o estructura metal-orgánica) y que en un solo gramo puede tener un área de superficie casi del tamaño de dos campos de fútbol, suficiente “espacio” para que las moléculas huésped ingresen a millones.
Suena complejo y costoso. Pero están en la aventura de tratar de solucionar el problema de las emisiones no solamente desde la perspectiva del uso de la energía sino de “atrapar” CO2 del ambiente, por ejemplo de las chimeneas de industrias, etc.
El mismo Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático alertó que “limitar aumento de temperatura global a 1,5 grados centígrados requerirá algún tipo de tecnología de captura de carbono, además de la conocida transición y eficiencia energética».
La tecnología está avanzando para que ciertos materiales puedan capturar grandes cantidades de CO2, tipo «esponjas moleculares» que tienen la habilidad de absorber carbono para ayudar a reducir la polución por gases de efecto invernadero. En lo concreto: me impactó la noticia de que la Universidad de Sydney desarrolla “cristales” llenos de agujeros microscópicos que pueden retener gases tipo CO2 y esos materiales (cristales) bien podrían ser utilizados en plantas generadores de energía. Esas “esponjas” podrían absorber hasta 90% de emisiones de gases producidas por plantas generadoras eléctricas de carbón, responsables de la mayor parte de la electricidad generada en Australia.
Adicionalmente me resulta muy creativo –y siempre tratando de mitigar el calentamiento global– que otro proceso de “captura” de emisiones de carbono de centrales eléctricas y de la industria tiene que ver con nuevos procesos tecnológicos que “inyectan” el CO2 en roca de basalto porosa, formada por lava de enfriamiento. Esto está ocurriendo, concretamente, en un sitio de prueba subterráneo en el suroeste de Islandia (proyecto CarbFix, que fija el CO2 en la roca, literalmente, en la central geotérmica Hellisheidi, cerca de la capital Reykjavik). Recordemos que la calefacción y el agua caliente para la mayoría de los hogares islandeses y más de una cuarta parte de la electricidad del país proviene de la energía geotérmica.
Este segundo proceso descrito utiliza mucha agua y “deposita” o “inyecta” el CO2 en el basalto. Los costos aún no dan para pensar en escala pero ya son soluciones que se están trabajando en captura y almacenamiento de carbono.
Lógicamente el tema está en pleno desarrollo y requiere alta inversión pero las tecnologías que “puedan capturar CO2” para luego ser almacenadas son ya una realidad palpable.
Modelos de eficiencia energética, introducción de vehículos eléctricos en la matriz de transporte, incremento de inversiones en renovables y uso intensivo del gas como elemento “puente” son parte de un esquema que puede ser enriquecido con la “captura” de CO2 del ambiente.
Las ideas están, la innovación no descansa y la tecnología avanza para derrotar la crisis ambiental. Los Estados –los democrático liberales- están 100% imbuidos de estimular inversión privada y pública para seguir la transición de fósiles a renovables.