OPINIÓN

Comando Sur: ¿las cosas pasan a mayores?

por Beatriz De Majo Beatriz De Majo

En un par de días ya estarán completos los equipos conjuntos de Colombia y Estados Unidos que se instalarán del otro de lado de la frontera con un auspicioso objetivo: cooperar en la batalla antinarcóticos que ha cogido inusitado vuelo en el eje colombo-venezolano.

La primera Brigada de Asistencia de la Fuerza de Seguridad de Estados Unidos que se conoce como SFAB se tomó en serio la nueva operación antidrogas que fue anunciada por el presidente Donald Trump en los primeros días de abril y en dos meses ya llegó al vecino país dotado de los mejores expertos en la detección y desmontaje de operaciones de tráfico de sustancias ilegales que o bien están montadas en suelo binacional, o usan como ruta de tránsito el territorio venezolano.

El equipo de 51 expertos viene integrado de uniformados formados como agentes de seguridad y defensa en una academia establecida en Fort Benning, en el estado de Georgia, donde aprenden destrezas vinculadas con el tráfico de sustancias ilegales, pero igualmente son capaces de colaborar en operaciones de seguridad y defensa. Su contraparte colombiana ha estado suministrando información al Norte sobre las fórmulas que se utilizan en su suelo dentro de toda la cadena de producción de cocaína y otras sustancias ilegales, lo que envuelve igualmente a sus contrapartes venezolanas para el procesamiento, transporte y colocación de importantes volúmenes de drogas en Estados Unidos y el resto del mundo.

Ya en territorio colombiano, la compañía de las SFAB que se cataloga como Armada de Infantería estadounidense, capacitará, asesorará y asistirá durante cuatro meses a los equipos anfitriones locales que existen dentro de las fuerzas armadas neogranadinas en los temas vinculados con la persecución antinarcóticos. Se centrarán en temas de inteligencia, la logística de estas operaciones delictivas y los servicios que proveen a lo largo de la cadena de distribución.

Esta operación es el reflejo del interés de los dos países amigos, Colombia y Estados Unidos, en el desmontaje de una operación que cuenta con un importante componente guerrillero del lado de Colombia y de asociación con delincuentes de distinta proveniencia  en el lado venezolano. De ese lado del negocio se encuentran implicados grupos de narcotraficantes internacionales, bandas criminales conformadas por fuerzas paramilitares colombianas, la guerrilla del ELN, además de disidentes de las FARC, todos ellos en estrecha colaboración con grupos venezolanos al margen de la ley que hoy contribuyen a provocar dificultades para su control y persecución por estar ubicados del otro lado de la frontera. Estos componentes venezolanos son instrumentales para la colocación de las sustancias ilegales en mercados de terceros países.

Mientras en Venezuela nadie dentro del ambiente oficial le presta atención al asunto de manera deliberada; en Colombia ha levantado roncha, toda vez que algunos consideran que esta colaboración de tropas activas puede traducirse en injerencia en los asuntos venezolanos y deteriorar aún más las relaciones bilaterales.

Otros consideran que uno de los desafíos más potentes de la democracia colombiana ha sido la distorsión del narcotráfico y que en ello requieren de manera imperativa de la experticia del mejor de sus socios y el otro gran afectado del narcotráfico, que es Estados Unidos.

Así que, al mismo tiempo que estos expertos están llegando a suelo vecino, Estados Unidos ha estado aumentando entre 60% y 75% su presencia militar en el Caribe para luchar contra el narcotráfico, pero el general Craig Faller, jefe del Comando Sur ha hecho un punto de aclarar que si bien el gobierno venezolano “es cómplice y se beneficia del narcotráfico”, para nada esta operación de colaboración antidroga tiene como objetivo al gobierno de Nicolás Maduro sino el fortalecimiento de la capacidad antidrogas de Colombia.

En todo caso, pues, las cosas se están moviendo del otro lado de la frontera.