Si estuviésemos en una situación normal y Cuba fuese apenas un observador del escenario político que sacude a Venezuela, veríamos un titular como el que anuncia que los cancilleres de Canadá y de Cuba “van a agotar todos los esfuerzos por intermediar en la crisis venezolana”. con la misma naturalidad con la que vemos los titulares que hacen mención a los esfuerzos que realizan el Grupo de Lima, el Grupo de Contacto, la Unión Europea y todos aquellos países que de buena voluntad y atendiendo a principios humanitarios, han puesto su mirada en la tragedia venezolana. Pero ese no es el caso de Cuba, que en esta tragedia nacional tiene parte absolutamente protagónica desde que Fidel Castro y su revolución tomaron el poder hace ya sesenta años. No creo que la Cancillería canadiense desconozca que en el primer país en el que se posaron los ojos y las intenciones de Fidel para armar una alianza continental de filiación comunista fue Venezuela, que de este territorio requería su petróleo y de políticos como Betancourt, su apoyo, sobre todo porque el máximo dirigente del primer partido político tenía a su favor marcadas propuestas sociales y una juventud entusiasmada con su revolución que podían ayudarlo a nivel continental, a imponer su proyecto político. Sin embargo, Betancourt, como viejo zorro de la política y conocedor de las verdaderas intenciones de Fidel, se lo negó. Ese capítulo es parte esencial de una historia que trajo muy serias consecuencias y es la base principal de todos los intentos de Fidel por desestabilizar nuestra naciente democracia y derrocar a Betancourt, entre los que destacan, en primer término, su injerencia directa en la división de AD que dio nacimiento al MIR, y posteriormente en su promoción, estructuración y apoyo a la guerrilla, tanto rural como urbana, que encuentra su más definitivo testimonio en la invasión de Machurucuto. Tampoco creo que la Cancillería canadiense ignore el grado de injerencia del gobierno cubano en Venezuela, a partir de la llegada de Chávez al poder. Ha sido pública, notoria y reseñada en forma constante como Cuba, con la complacencia de un Chávez hipnotizado por un discurso, que ya había perdido vigencia, como el de Fidel, hundió sus garras en nuestro territorio y en nuestras instituciones. Es imposible que ignore como Fidel llenó a Chávez de halagos, estimuló su vanidad, alimentó su ego hasta hacer del culto a su personalidad todo un programa a la usanza de todos los regímenes totalitarios, le puso en las manos una cartilla, lo hiso comunista, lo convirtió en su lacayo personal, y orientó sus políticas públicas con las que comprometió seriamente nuestra soberanía. Gracias a su nefasta influencia logró introducir un verdadero ejército de ocupación en el país, penetrar las FA, ocupar grandes espacios en las barriadas populares con programas como Barrio Adentro, alfabetización, ambulatorios y centros de atención integral, todos dirigidos por personal cubano en funciones de catequización, además logró que le construyeran sistemas de electrificación, le reparar refinerías y ponerle las manos a cien mil barriles de petróleo diarios que nunca pagará. Las regalías no terminaron allí, demasiado hambriento el dinosaurio para conformarse con esos bocados, para coronar la totalidad del botín, se apoderó del sistema de identificación, más las notarias y registros públicos logrando con ello, no solo tener en su poder la ficha de cada ciudadano, sino de todo el componente militar y sus familiares, saber qué tiene y quien es cada uno de los venezolanos, y como si esto fuese poco, su injerencia llegó a tal extremo, que no hay movimiento, ni descontento civil que no conozca antes de producirse, ni decisión del llamado Alto Mando que salga sin la aprobación del G2. No creo que la canciller de Canadá ignore que quien dicta normas en la diplomacia en Venezuela es la embajada de Cuba y que si alguien puede mover a su antojo a Maduro es la dictadura cubana. Tampoco creo que la Cancillería canadiense ignore el ritmo de sanciones que Trump está imponiendo a Cuba por ser, mucho más que un aliado del régimen de Maduro, dueño y guía de su agenda política. Lo que sí, más que creer, espero, es que la decisión tomada por la cancillería canadiense tenga presente la sagacidad, astucia y retórica tramposa de la cancillería de un régimen que durante más de sesenta años ha logrado enredar a todas las cancillerías del mundo, al punto de haber, por ejemplo, logrado sentar al Papa varias veces a su mesa, incluso en compañía de Obama, haber sido el mediador, en la agenda de Paz firmada por las Farc y el Presidente Santos,” después de haber sido durante tantos años mucho más que un promotor, un aliado de la guerrilla colombiana. Espero, igualmente, que la Canciller canadiense y el equipo que la acompaña tengan presente el largo ideario del Foro de Sao Paolo donde se diseñó y se fue ejecutando el proyecto comunista de Fidel y de Lula, para desestabilizar al Continente, tomar el poder en toda la región, penetrar ideológicamente a la sociedad norte americana, objetivo más que logrado, para en nombre de su pretendida posición anti imperialista, aniquilar la democracia. Si ese “ideario” no está en las consideraciones previas de todos los que ven útil la participación cubana en esta ya excesivamente amplia mesa de negociaciones, me temo que en pocos días estará de visita el desencanto y estaremos recordando la vieja y nunca olvidada cita de Primo Levi en alusión a los desmanes nazistas: “Si comprender es imposible, conocer es necesario, porque lo sucedido puede volver a suceder, las conciencias pueden ser seducidas y obnubiladas de nuevo: las nuestras también”. Imagino que la iniciativa de incluir a los cubanos en este baile de disfraces en que han convertido la tragedia venezolana de la que por multitud de razones, muchas de ellas incomprensibles, quieren sacar provecho, puede tener dos orígenes, una de buena fe y ceñida a las clásicas y más abiertas normas de las verdaderas negociaciones para resolver conflictos de alta intensidad internacional, que sugiere que siendo Cuba, sino dueña en registro y notaría, la regente de una provincia llamada Venezuela, habría que conversar con ella hasta persuadirla a que suelte la presa, y otra, promovida por la misma diplomacia cubana por tener la clara conciencia de que Maduro y algunas de sus fichas son sus rehenes y muy valiosos, a la hora de intentar un canje para lograr su propia supervivencia, pidiendo a cambio la revisión de las sanciones y el cerco que EUA y Trump, han decretado contra ella. En fin de cuentas, como muy bien dice Fernando Egaña a manera de conclusión de su brillante artículo publicado en El Nacional y en Tal Cual “Por más «imperial» que parezca, en términos relativos, Trump tiene menos poder en su patio, que Raúl Castro en el suyo, incluyendo a Venezuela”. El poder de los gringos no está en discusión, con las limitaciones señaladas. Pero las mañas de los castristas, tampoco” En todo caso y sin magnificar y tampoco menospreciar la eficiencia de la llamada diplomacia cubana, añado que tenerlos compartiendo la mesa de las “soluciones”, es tan peligroso un zamuro cuidando carne, o como tener a Jorge Rodríguez y su combo de aliados indeseables enredando el juego. Nada más peligroso que un zamuro hambriento ante el olor de la carne, o psicópata mentiroso en una mesa en la que se buscan la verdad y la cordura. |
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