William Faulkner experimentó innovadoras técnicas literarias que lo colocaron como una de las figuras más representativas, a escala internacional, de las letras norteamericanas, como la utilización del monólogo interior, la inserción de múltiples narradores o de diversos puntos de vista sobre un único hecho, y los saltos de tiempo dentro de la narración, y alcanzó así su característica prosa de drama psicológica y una alta carga emocional.
Considerado el rival por excelencia de Ernest Hemingway, Faulkner se caracterizó por utilizar frases meticulosas, construidas con léxico pulido, y, aunque al leer sus obras hay ocasiones en que uno no sabe qué está pasando exactamente, siempre se tendrá la sensación de que pasa o se cierne algo terrible sobre los protagonistas.
Así sucede en Santuario (Editorial Alfaguara), una obra celebrada por décadas, disfrutada por generaciones y sufrida por los amantes de Yoknapatawpha –condado imaginario faulkneriano enclavado en el sur de los Estados Unidos, donde Faulkner recreó la mayoría de su prosa.
Santuario es un escrito intenso y oscuro con el que su autor se dio a conocer, ya no solo como un escritor macabro, sensacionalista, extravagante, excesivo, sicalíptico, pueril, obsceno y estilísticamente rebuscado, como había sido catalogado hasta ese momento, sino que además se reveló como uno de los genios de la literatura norteamericana.
Los personajes que nos presenta Faulkner en Santuario son atormentados por la culpa y atraídos por la obsesión y el deseo, por lo que el significado simbólico de los sucesos en sus vidas es de gran notoriedad al lograr transmitirnos aterradoras escenas melodramáticas transformadas en literatura de alto voltaje.
La novela se inicia con la llegada de Horace Benbow, un abogado que más tarde deberá defender a Lee Goodwin, quien es acusado de haber cometido asesinato en la misteriosa casa que funge como destilería ilegal y que se oculta en medio de los árboles como aguardando el declive en la vida de sus inquilinos, que de una forma u otra están condenados a la tragedia.
Es Santuario un relato polifónico donde hombres y mujeres son presa fácil de sus pasiones, sueños, ilusiones, temores, ambiciones, orgullo y pecados, que los colocan en situaciones nada favorables, y que con maestría William Faulkner relata haciéndonos partícipes de lo agreste del paisaje de Yoknapatawpha y la fuerza demoledora de la desilusión.
William Faulkner, con Santuario, hace gala de su talento como escritor con una novela que fue censurada en su momento por hablar de alcohol, corrupción y burdeles, pero con la que influenció a narradores latinoamericanos como Mario Vargas Llosa y Gabriel García Márquez.
Santuario, la obra más vendida de este escritor norteamericano, una novela que no podrá –apreciable lector– dejarla hasta llegar al punto final… característica indudable de las obras de Faulkner.
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