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La vulnerabilidad de la hegemonía

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No es una expectativa ilusoria, es una realidad. En toda su trayectoria, la hegemonía roja nunca ha estado más vulnerable que en el presente. La crisis económica y social pasó de grave a catastrófica y ya entra en los terrenos de la crisis humanitaria. Los conflictos internos del oficialismo son cada vez más externos y la guerra es sin cuartel al interior del poder establecido. El frente internacional está muy erosionado, al menos si le compara con épocas relativamente recientes. La oposición política se encuentra más sintonizada con las aspiraciones populares, y el rechazo a Maduro y los suyos supera el 80% de la población. Las protestas se acuerpan y el compromiso social por el cambio de fondo, también. Si esto no es vulnerabilidad, nada es vulnerabilidad.

Pero una cosa es estar herido, incluso herido de muerte, y otra distinta es estar muerto. La hegemonía no está muerta, y la barbárica represión que le impone al pueblo venezolano lo demuestra de manera trágica. Además, entre el hoy y la superación de la hegemonía, puede transcurrir poco o mucho tiempo. El que la hegemonía será superada de forma definitiva, no es el tema en cuestión, pero sí lo es el cómo y el cuándo. Y al respecto es necesario que no se confundan los objetivos. La lucha no es para sufragar por tal o cual candidato a gobernador o alcalde. No. Es para que Maduro salga de donde está, y se pueda abrir una nueva etapa en la vida del país. Una que nos conduciría por una difícil transición hacia la reconstrucción de Venezuela. Ese objetivo no debe perder el centro. Al contrario, todos los esfuerzos deben dirigirse a fortalecerlo y hacerlo realidad.

Las condiciones son favorables para el cambio efectivo. Y son, desde luego, desfavorables para el continuismo de la hegemonía. Pero esas condiciones deben aprovecharse al máximo para que permitan el comienzo de una transición. En esta materia no hay matices importantes. O la hegemonía sigue controlando el poder o no. Lo segundo es lo que quiere el conjunto de los venezolanos, y es precisamente lo que aterra a los jerarcas de la llamada “revolución”. Por eso están determinados a quedarse con sus privilegios y defender su impunidad. Pues bien, esa misma determinación, o una más intensa, es la que debe provenir del país democrático que busca un futuro completamente diferente a la tragedia nacional.

En otros tiempos del siglo XXI, la lucha contra la hegemonía se topó con obstáculos de marca mayor. El carisma del predecesor, el chorro de petrodólares, las componendas de la política, el clientelismo internacional, el mito de la “revolución social”, el cacumen de Fidel Castro, etcétera. Todo eso quedo atrás. Y lo que hay es una megacrisis de naturaleza existencial para Venezuela, causada por una hegemonía despótica, depredadora, envilecida y corrupta. Pero también, ahora más que nunca, vulnerable. Hay que perseverar con toda la fuerza disponible para que la vulnerabilidad de la hegemonía le abra el camino a un cambio de verdad.

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