El regreso a clases se produce en el contexto de una crisis que se ha acentuado después de la imposición, por parte del régimen, de una constituyente ilegal. Lejos de aportar soluciones, esta constituyente se convierte en un factor de desencuentro, conflictividad y más dificultades. En este cuadro de vuelta al colegio se manifiestan, de manera evidente, los graves problemas que venimos padeciendo y el efecto devastador que tienen en nuestros niños y jóvenes así como en el resto de los actores sociales.
La crisis económica se expresa de manera contundente en el encarecimiento de materiales, uniformes y matrículas escolares. Solo los útiles significan, por alumno, gastos entre los 600.000 y 1.000.00 de bolívares. La inflación incide en el aumento de inscripciones y mensualidades en proporciones muy elevadas: un colegio modesto en Petare, por ejemplo, puede llegar a cobrar actualmente hasta 50.000 bolívares mensuales, cuando hace menos de un año esa misma cuota era de 10.000. Esta situación se suma a los aumentos de pasaje y alimentos, constituyendo cargas que, cada vez más, son imposibles de solventar o mantener para muchísimas familias venezolanas.
Por estas misma fechas, el año pasado, alertábamos acerca del problema alimentario que afectaba a los estudiantes de los sectores populares, sobre todo en el estado Miranda y el Municipio Libertador. Juan Maragall, de la Secretaría de Educación de la gobernación mirandina, así como el diputado Miguel Pizarro, denunciaban una situación de niños y profesores que se desmayaban de hambre en las aulas, de grupos familiares abocados a la tarea de hacer colas para poder alimentarse, de planteles que ya no podían brindar planes de almuerzos o meriendas a sus alumnos, de niños que no iban a la escuela para salir a la calle y buscar comida.
Esta situación ha seguido deteriorándose y afecta hoy en día a cada vez más sectores de nuestra sociedad. Actualmente, estamos en medio de una tormenta perfecta en la que coinciden los graves problemas de hambre y desnutrición, ausentismo escolar, carencias en la infraestructura y personal docente, así como encarecimiento de servicios e insumos educativos e inflación generalizada, que impactan de manera devastadora en el desarrollo de generaciones enteras y en el bienestar social.
Esta crisis lanzará a miles de niños a la calle que no van a poder volver a la escuela. Pensemos por un momento en las repercusiones de esto: niños con deficiencias nutricionales que los afectarán en su desarrollo a largo plazo o susceptibles, como muchos adultos, de cometer “delitos de hambre” para poder sobrevivir. Familias fracturadas que deben enviar hijos con otros parientes para poder mantenerse o cuyos miembros viven enormes tensiones y conflictividad a diario, angustiados por la imposibilidad de resolver las necesidades más básicas. Todo esto afectando negativamente la interacción social y las relaciones de las personas, generando recelo, desconfianza, impotencia.
El gobierno no aporta soluciones ni se articula con el resto de la sociedad para generar políticas de respuesta en el corto, mediano y largo plazo a un problema de una importancia fundamental como lo es la formación del capital humano del país. Muy por el contrario, el régimen desconoce el problema de manera irresponsable o, peor aún, promueve una constituyente fraudulenta bajo la promesa de atender una situación que él mismo ha propiciado, continuando el modelo empobrecedor que venimos padeciendo. La realidad es que miles de familias venezolanas vuelven a clase este septiembre agobiadas por los problemas de la inflación y el hambre, con nuevas dificultades para poder dar a sus hijos condiciones mínimas de formación y bienestar.
Frente a este Estado que violenta el bienestar de las personas, es importante la organización de comunidades y el apoyo de gobiernos locales democráticos en iniciativas que ayuden a aliviar los embates de esta crisis: desde planes como Alimenta la Solidaridad, que apoyen la nutrición de la población infantil más sensible, hasta iniciativas de donación de uniformes y libros escolares o recuperación y mantenimiento de espacios docentes.
La vuelta al colegio se da en medio de la crisis más profunda que ha sufrido nuestro país. Nos exige trabajar desde la convivencia y la solidaridad para posibilitar maneras de enfrentar las dificultades de este momento así como resistir al régimen destructivo y empobrecedor que las genera.
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