Ya existen pruebas más que suficientes, a la vista, de cómo la tiranía castrochavista llegó hasta el límite del chantaje abierto a los partidos políticos. Lo que estos en realidad son desde un contaje numérico y lo que pretenden ser, hoy no tiene importancia. El régimen los ha puesto no en el dilema de ser o no ser en verdad partidos políticos, sino convertirlos en verdugos o salvadores definitivos de la Venezuela libre.
Ante semejante situación límite no vale, no se justifica, no debe validarse ante un ilegítimo CNE tal como lo dispone la ilegítima prostituyente, como el propio Ramos Allup ha llamado a esa castrocubana asamblea pero no vacila en ser precisamente el primero en obedecerla y legitimarla .Con esa decisión puede enterrar los restos sobrevivientes de su Acción Democrática.
Y los nuevos partidos que en verdad representaban una cambio de fachada generacional, pues Voluntad Popular lucía social-demócrata, algo así como la inicial AD, y Primero Justicia, ropa a la moda del conservador socialcristiano Copei, si acuden a validar lo que no requiere validación constitucional, caen como conscientes suicidas en una trampa, pues la conocen de sobra. Ninguno de esos aparentes líderes puede aspirar al mínimo respeto, gratitud y mucho menos respaldo de la mayoritaria sociedad venezolana, ahora ni luego.
Si la ex MUD quiere resucitar electoralmente para un sufragio venidero en la etapa de transición, si busca votos entre los hambrientos, desahuciados y ofendidos, debe rectificar, hacerse un auténtico Mi Culpa .Si saben algo de política elemental, admitirán que frente al totalitarismo no les han servido diálogos, treguas, componendas ni comparaciones o consideraciones académicas fuera de contexto real. Mucho menos ganar votaciones, pero no elecciones como en diciembre del 15, pues de facto su mérito único, importante sí, es el forjamiento de una Venezuela constitucional en el exilio, lista para asumir sus deberes legales.
La matanza en El Junquito es un parteaguas no solo para la mafia reinante militar y civil, lo es en igual medida para la disidencia formal, pues pone sobre el tablero la decisión muy clara sobre si en política decente se pueden compartir espacios y taimas con una dirigencia tan de rango criminal que asesina a su compadre, colega Oscar Pérez y compañeros, su pana, su criatura, como es por ejemplo el colectivo de cualquier nombre, su propia sangre, con tal de ganar el asqueroso juego de venetronos, ya que no es otra cosa lo que ahora se dirime, a través del crimen oficialista, físico y moral.
Es de esperar que, al menos, el aguerrido y hace poco trampeado dirigente de Causa Radical, ex gobernador del estado Bolívar, quien sí tiene seguidores en las filas esenciales del sector más humilde y maltratado, obreros malpagados, perseguidos, desempleados crónicos, todavía no chantajeados, dé el ejemplo que hasta el momento no dan todos los cabecillas de organizaciones necesitadas de urgente revisión a fondo.
En esas manos, manchadas o no por votos mancillados, queda el destino nacional y su graduación en verdadera capacidad para gerenciar políticas públicas.
Así lo registra la insobornable historia.
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