Elegir votando es el derecho constitucional venezolano resultado de muchos sacrificios personales en el duro exilio por quienes al fin lo legalizaron desde 1958 contra una tradición golpista de casi doscientos años, peste subversiva que por su propia naturaleza es ejecución de mandos militares .Esos golpes fueron reyertas montoneras, caudillistas y de guerrillas. El jefe triunfante era mandamás por un rato, a veces por todo un lapso presidencial. Resumiendo una larga y penosa historia, solo en la centuria XIX hubo diez y cada uno recibió el nombre de “revolución” adjetivada: de las Reformas, de la Insurrección, de Marzo, Federalista Zamorana, Azul, de Coro, Reivindicadora, Legalista, de Queipa, Liberal Restauradora. Fue precisamente “el vil egoísmo que otra vez triunfó”, verso del Himno Nacional, decretado como tal en 1881 por el dictador ilustrado Antonio Guzmán Blanco. Pero en su origen un canto independentista letra del heroico mártir luchador, médico y poeta Vicente Salias (1776-1814).
El siglo XX se inició con la Libertadora, en el año 45 estalló la muy polémica de Octubre y llega el XXI con la chavista bolivariana y una prometida falconista, su equivalente, pues ambas inducen al voto ilegítimo para convalidar lo ilegal. En la actual circunstancia, incluida la opción del tarjetón nulo que favorece el fraude, votar implica desconocer la Constitución Nacional y su Asamblea Nacional avalando sin ambages la golpista castrocubana asamblea constituyente.
Frente a la era ciber con sus redes que digitalizan noticias de inmediato, el narcopoder sabe que no le conviene repetir el golpe tradicional bananero y recurre al encubierto de la votación bajo control gubernamental que lo empodera de nuevo y en Venezuela hasta confiesa: nos quedamos a sangre y fuego. Es un modelo de farsa delictiva que la reciente, magnífica, excepcional serie televisiva El mecanismo disecciona hasta la médula en los procedimientos corruptos de Petrobras que descubre la investigación Lava Jato, calcados por toda la roja Pdvsa.
Resulta importante que el “bravo pueblo”, por ahora en luto pasivo, sea el ejemplo a no seguir y por eso la juventud libertaria de Nicaragua reaccionó a tiempo ante la criminalidad revolucionaria. En vez de buscar el apoyo de políticos o partidos anulados en la práctica por sus corruptelas y por el dictador Daniel Ortega, van directo a la protesta masiva desarmada sin líder ni pancartas grupales. Venezuela sigue en el proceso represivo porque politicastros, politoportunistas y politiqueros en cargos públicos que corresponden solo a honorables funcionarios en sistemas democráticos, bloquean y retardan la masiva manifestación popular mediante pactos ocultos y maniobras al punto de quedar desnudos cuando se niegan a condenar frontalmente con sus firmas a criminales cabecillas chavistas. De ese modo, el hijo putativo de Hugo Chávez y sus pandillas hamponiles tampoco los amenazan, encierran o destierran. Es una comparsa de disfraces rotos antes del reestreno. Y la antipolítica crece como producto de tales políticos.
El economista Francisco Rodriguez asegura que resolverá la catástrofe financiera venezolana aplicando recetas que fueron sistemáticamente vetadas por la revolución, pero ahora serán salvadoras desde un sufragio ilegal para que gane la presidencia el ex militar Henri Falcón. Y este se cuida de no tocar ni con pétalos a la élite narcomercantil Miraflores-Fuerte Tiuna. Su voz, gestos y promesas remiten al bolero mexicano “Te pareces tanto a mí…”, entonado por el comandante supremo “desde el empíreo” donde sigue inspirando trucos a los obedientes golpistas de postín que ejercen el voto prostituido y quieren imponerlo a juro como ley y solución final.
“La Constitución sirve para todo”, dictó desde su presidencia dinástica el general José Tadeo Monagas en 1848. “La revolución nos sirvió, sirve y servirá” ratifican el generalato castrochavista y sus manadas desde 1998.
La desgracia totalitaria se legitima porque sus cómplices la consagran.
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