Al iniciar un nuevo año escolar muchos docentes y profesores se preguntan: ¿Cómo volver a las aulas después del tiempo de protesta cívica más violentamente reprimida de las últimas décadas en Venezuela (más de 130 asesinatos)? ¿Qué les decimos a los estudiantes? ¿Cómo hacemos para ayudarlos a sobrevivir en medio de una dictadura que no solo roba la libertad, sino también las posibilidades de comer y tener una vida digna? ¿Cómo animarlos en medio de la frustración del movimiento democrático? ¿Cómo saber combinar la búsqueda de la verdad con la forja de la esperanza? Son preguntas necesarias que responderé desde las experiencias de la vida universitaria y las clases de contenido social y humanístico, estando atento a nuevas propuestas para seguir luchando por una Venezuela distinta al infierno que hoy padecemos.
La actitud fundamental debe ser la escucha de nuestros alumnos, lo cual no es solo hacer silencio cuando ellos hablan sino especialmente generar las condiciones para que puedan expresar con confianza sus angustias e ideas. No es una tarea fácil porque, a pesar del desprestigio de la carrera docente, seguimos generando cierta aprehensión o simplemente hay una tendencia a evitar la conversa sobre la actualidad (o tristemente la simple conversa sobre lo importante). En este sentido, lo principal es lograr el ambiente que propicie el diálogo académico, y esto solo es posible con el respeto a la dignidad humana y por ello a toda opinión, siempre y cuando estas no busquen destruir dicha dignidad. Seguir en pocas palabras la hermosa estrofa del himno de la Universidad Central de Venezuela que afirma: “Alma Mater, abierto cabildo, donde el pueblo redime su voz”.
La educación universitaria (pero sin duda toda buena preparación intelectual) implica la construcción de una “comunidad de intereses espirituales que reúne a profesores y estudiantes” (primer artículo de nuestra Ley de Universidades). En la Universidad Monteávila nos han insistido en el valor de la amistad dentro de esta comunidad porque el amigo siempre busca el trato afectuoso y desinteresado con la otra persona. Creo que un buen comienzo con nuestros “discípulos” es agradecer que –en medio de este caos llamado Venezuela– ellos tengan el valor y realicen el esfuerzo de dedicar su tiempo al estudio. No porque nos hagan un favor a nosotros directamente, sino que se lo hacen al país entero. Y más aún porque al estar en la universidad o en la escuela significa para ellos un alto costo de oportunidad, debido a que el hambre avanza de manera acelerada y es vital poseer más de tres empleos para medio comer. Si a ello sumamos que se podrían ir del país se puede decir que son héroes.
A la universidad se viene a formarse, a ser mejor persona al buscar la Verdad en medio de una comunidad de amigos, y también a adquirir habilidades profesionales. Sabemos muy bien que esta última meta es la primera que busca lograr la mayoría, por lo cual debemos aclarárselo. Es por ello que a esta institución de origen medieval no se viene a aprender la forma de enriquecerse económicamente, si este es el objetivo al entrar han errado el camino. Aunque la educación siempre significará la superación de la pobreza en especial la que genera la ignorancia.
En estos tiempos terribles en que las mayorías de los venezolanos buscamos “burbujas” que nos permitan sobrevivir, la universidad resulta uno de los mejores espacios para relajarnos e incluso distraernos de la forma más sana. Pero para lograrlo debemos dedicar todos nuestros sentidos y esfuerzos en aprender el oficio del sabio. Para ello lo principal es no perder el tiempo. Tener un horario, unos mínimos de lectura y escritura; y no solo cumplir con todas las asignaciones sino ir más allá de lo que nos mandan a estudiar. En cada asignatura se debe buscar conocer y “dominar” a sus principales exponentes, pero también averiguar los temas de especialización del profesor que no las dicta para poder aprovechar mucho mejor los conocimientos que este nos puede brindar. No niego que “rumbear” también sea importante para el alumno, pero debe estar en un segundo plano, y jamás ponerlo por encima de las responsabilidades adquiridas al inscribirnos en la Academia.
Al seguir estas recomendaciones, que son las que les ofrezco a mis alumnos en el primer día de clases pero que también son adaptables a los profesores, estoy seguro de que estaremos luchando contra buena parte de los males que padecemos en la Venezuela actual. La búsqueda de la sabiduría, el cultivo del diálogo democrático, la valoración de la verdad, la meritocracia y el anhelo de la eficiencia debilitan a la dictadura y su proyecto totalitario. Todas ellas están en las antípodas de lo que se ha hecho desde el poder en estos últimos 18 años.
Vivimos tiempos de luto por el martirio reciente de muchos jóvenes, el hambre y la inseguridad nos agobian, y la violencia del Estado frustra nuestras esperanzas; pero una clase bien dada, un joven que estudia y una generación que sigue creyendo en las libertades terminarán por construir la República que hoy más que nunca soñamos. ¡Sean todos bienvenidos a clases!
@profeballa