COLUMNISTA

La voladura de la estatua

por Rafael Rattia Rafael Rattia

La operación política-militar había quedado pautada para llevarse a cabo al día siguiente del anuncio del aumento salarial que el tirano prometió al frisar la segunda semana del mes de junio de ese año de “liberaciones” de prisioneros políticos que tenían al país en vilo.

El número de presos era indeterminado porque la tiranía había instaurado la abominable costumbre de detener a oficiales de las fuerzas armadas y acusarlos de conspiración para derrocar la dictadura. A cualquier ciudadano que manifestara su desagrado e inconformidad con el oprobioso régimen dirigido desde la ínsula caribeña se le abría un expediente forjado y de un día a otro lo ingresaban a las ergástulas que poseían los rojos en cada zona de defensa integral, ZODI, como se denominaban los llamados componentes militares de la revolución autodenominada “socialista”.

La pequeña célula de guerrilla urbana estaba formada por cuatro jóvenes militantes antitotalitarios que gustaban llamarse a sí mismos compañeros libertarios. Detestaban llamarse entre ellos camaradas, por lo aborrecible y emputecido que había devenido la palabreja exhalante a tanto tufo comunista. Por aquellos días aciagos de hambre generalizada y desesperanza aprendida, la palabra camarada se había convertido en una literal ofensa; peor que una mentada de madre.

El objetivo de la operación militar consistía en volar con un artefacto explosivo el busto del mitológico guerrillero Ernesto Che Guevara que la iconolatría de la llamada revolución bolivariana había erigido en un discreto recodo de una placita ubicada en la avenida Baralt de la capital de la república. Las denominadas UBCH, conocidas en los medios oficiales como “unidades de batalla Bolívar-Chávez” se habían encargado de erigir en cada parroquia caraqueña un busto de los más connotados líderes del narcoterrorismo latinoamericano con la idea de ideologizar a los parroquianos con pastiches doctrinarios de raigambre latinoamericano. Así, por ejemplo, en la parroquia 23 de Enero las hordas rojas habían
erigido estatuas de Manuel Marulanda, alias “Tirofijo”, o bustos en bronce de Raúl Reyes, alias “Mono Jojoy” junto a las consabidas estatuas del legendario comandante golpista de Sabaneta.

Ya para mitad de año de ese 2018 las estatuas del zambo de la verruga en la frente habían sido algunas quemadas y otras derrumbadas por turbas de enardecidos manifestantes en varias ciudades del país. Tal era el odio que había despertado la psicopatología del espíritu que los “bolivarianos” habían inoculado en el alma nacional del venezolano.

Los cuatro activistas clandestinos se dividieron en dos brigadas de dos motorizados pertrechados con sus armas de repetición automática. El primer grupo iba en una moto de las llamadas Bera y el parrillero llevaba consigo un bolsito tricolor de los que regala el Ministerio de Educación en cuyo interior iba el artefacto explosivo con todo su infalible dispositivo de relojería adosado a la cajita explosiva. Los otros dos compañeros libertarios iban en una motocicleta Jaguar blanca que llevaba en la superficie del tanque una calcomanía de la selección de fútbol llamada La Vinotinto.

Los dos libertarios que iban en la Bera y que llevaban el morral con el artefacto explosivo se adelantaron un par de kilómetros para no despertar sospechas entre los transeúntes de la zona que siempre está muy concurrida. A escasos 500 metros de la estatua del Che se estacionó la otra moto, desde donde los otros dos libertarios “vigilaban” y “campaneaban” por si ocurría alguna eventualidad o imprevisto.

La operación se realizó impecablemente; a la hora señalada estalló el morral y la estatua voló en mil pedazos causando un estruendo ensordecedor que se escuchó hasta en un radio de cinco cuadras en derredor de la estatua de Guevara. El ejercicio militar se había cumplido de modo ejemplar y los cuatro activistas libertarios ya se consideraban aptos para emprender la acción política de mayor trascendencia que jamás se habían propuesto en dos décadas de tiranía neopopulista cuyo nombre ya tenían en mente, se llamaría: Operación Dignidad Nacional.