Son tan inmensas las laceraciones que ha sufrido el país en estas casi dos décadas que no es exagerado decir que todo aquello que conspire contra la unidad opositora, imprescindible para la salida del régimen, es de una gravedad ética y política exorbitante. Se dirá que todos lo hemos hecho en la medida que hemos defendido causas más o menos polémicas dentro del conglomerado de la oposición y atacado a sus adversarios. Y ello seguirá sucediendo. Y seguramente tendrá que haber desgarramientos irremediables. Pero lo que sí es posible lograr, lo pienso hasta el momento, es el clima mínimo y mayoritario para una elección presidencial, posiblemente precedida por unas primarias, y que conduzcan a un necesarísimo candidato único, más allá de que también aparezcan los saltimbanquis alternativos de siempre. De manera que desde acusaciones muy extremas, que ya se han hecho, hasta las desmesuras diplomáticas de Almagro, deberían evitarse.
En los próximos días van a haber dos eventos de no poca monta que moverán el piso de esa unidad posible. Los resultados de la negociación de República Dominicana, al menos de este primer encuentro, que yo desconozco cuando escribo y ya usted algo conocerá cuando lea esto, si es que lo lee. No es osado apostar a que van a suceder en esos días cosas de mucha significación que pueden ir desde claros adelantos hacia la restauración de la democracia hasta, verbigracia, el definitivo desplome de la presencia opositora hegemónica de la MUD, en especial el Grupo de los 4. Como quiera que en ese evento negociador hay una serie de variables novedosas, tales como la presencia en vivo de un grupo paritario de cancilleres latinoamericanos y el presidente anfitrión, una muy fuerte presión internacional manifiesta en declaraciones del más alto nivel de casi toda Europa y América (y la suposición de aquellas más ladinas y soterradas), o la desesperada situación financiera del gobierno, esas circunstancias, digo, hacen poco prudente cualquier pronóstico. Pretender, por tanto, que nada va a pasar porque en otros eventos similares no pasó, no es nada convincente. Asegurar victorias es igualmente aventurado por esas mismas circunstancias inéditas. No hay que saberlo siempre todo; Albert Camus decía que solo se inscribiría en un partido capaz de dudar de sus propias propuestas. Lo que sí parece prudente es no debilitar, por estos días al menos, las posibilidades de luchar de quienes van a sentarse en esa mesa de juego con tahúres muy atrevidos. Resultados positivos beneficiarían a todos y los instrumentos de castigo, los cepos, pueden postergarse un tanto.
Las elecciones municipales son un embrollo tal, para los analistas más entrenados y me imagino que lo serán para el ciudadano que camina (muchos, ahora sin buses y un Metro infernal) que casi nadie las nombra. Abstencionistas callados, votantes de toda laya, buena y mala; oportunistas profesionales por centenares; gobierno y MUD fracturados más que nunca; el mismo CNE convicto y confeso. Sobre esa madeja inextricable poco se conversa… salvo yo voto, yo no voto. Ni Aristóteles que hubiese nacido solo para eso se atrevería a tratar de descifrarlo, diría Alonso Quijano.
Luego vendrán las hallacas, lo que en este caso es un decir. Pero probablemente sí un respiro y unos resultados, buenos o malos, que nos permitirán con un poco más de información planear un año que mucho tendrá de decisivo. Habrá elecciones presidenciales, transparentes o turbias o asquerosas. Más tarde o más temprano. Y mucho habrá que apostar allí. Aunque de repente no las hay, quién quita, se alza el generalato corrupto o se eterniza la constituyente fascista o Maduro decide perpetuarse, horror de horrores. Es un año de todo o nada.
Hoy oí a Andrés Velásquez decir que no va a Santo Domingo, está en desacuerdo por no haberse incluido algunos puntos en la agenda de discusión. No obstante, fue muy expedito en dar su apoyo a la negociación y a seguir debatiendo en el seno de la Mesa de la Unidad sobre el devenir de esta. No suena mal, ni el tono ni la letra de su posición como una manera de disentir en estas aguas tormentosas. A los francotiradores irredimibles de la oposición, los de siempre y los nuevos, muy buen fin de año.