Pieter Paul Rubens nació el 28 de junio de 1577 en Siegen, Westfakia, actual Alemania; falleció en Amberes, actual Bélgica, en 1640.
Al decir que fue un pintor flamenco se vuelve indispensable recordar que se llama pintura flamenca a las producciones pictóricas que se produjeron desde el siglo XV hasta mediados del XVII (desde los primitivos flamencos hasta ya entrado el Barroco), en la región que hoy correspondería a Bélgica, los Países Bajos, Luxemburgo y la Borgoña francesa.
En el siglo XVII, los Países Bajos se independizaron de España (Flandes estaba bajo su dominio) y a partir de ese momento se suele “separar” a los pintores flamencos de los holandeses (vienen a ser, entonces, «los artistas del Siglo de Oro holandés»).
En 1566, las iglesias y conventos de los Países Bajos sufrieron los embates de una virulenta oleada iconoclasta. No tardó el ejército español en responder a los ataques; fue enviado desde el Ducado de Milán, un territorio de poder e importancia del norte de la península itálica, que había sido anexado a España y otorgado a Felipe, hijo de Carlos I de España y Carlos V del Sacro Imperio. Este movimiento incrementó los temores tanto a los hugonotes como a Carlos IX, rey de Francia, quien, con el propósito de salvaguardarse de una potencial arremetida española, alistó una hueste de combatientes suizos. Estas maniobras provocaron revueltas y acrecentaron el fuerte recelo de los hugonotes, quienes se apertrecharon ante la posibilidad de una guerra. Así, hubo una enérgica respuesta por parte del duque de Alba en los Países Bajos. Los padres de Rubens, Jan Rubens y María Pypelincks, profesaban el calvinismo y, por ello, se vieron obligados a huir de Amberes a Colonia, en 1568, durante esos años de graves conmociones y acoso a los seguidores del protestantismo. Allí, Jan conoció a Ana de Sajonia, esposa de Guillermo de Orange, y fue nombrado su asesor jurídico. Se convirtió en su amante, al ser descubierto por De Orange, fue enviado a prisión. Para el momento de su encarcelamiento, ya Ana de Sajonia esperaba un hijo suyo. María no lo abandonó, más bien le perdonó y al salir de prisión, Jan debió pagar una multa; no le estaba permitido dejar Siegen, y solo lo pudo hacer cuando Ana de Sajonia murió en 1577, año del nacimiento de Peter Paul Rubens. El matrimonio Rubens volvió a Colonia, donde Jan falleció en 1587. Dos años después, María viajó a Amberes y allí permaneció; es preciso comentar que María se convirtió al catolicismo y Pedro Pablo Rubens creció bajo la fe católica y fue un fervoroso creyente.
Describir la maestría y preparación de Rubens solo en un artículo de opinión es muy injusto; sin embargo, haré un esfuerzo para sintetizar algunas de sus notas más sobresalientes. Fue un artista con una sólida formación y se distinguió no solo por sus dotes artísticas, sino que fue un hombre que hoy llamaríamos “de mundo”; exitoso económica y socialmente, poseedor de una vasta cultura. Además de su pasión por la pintura, incursionó de manera exitosa en el mundo del diseño de tapices y de estampas; así como llevó a cabo proyectos escultóricos y arquitectónicos. Poseedor de una amplia capacidad para trabajar sobre distintos aspectos, su obra abarca tanto la mitología, como la historia, así como famosos son sus cuadros religiosos, los paisajes y los increíbles retratos.
Pensemos, por un momento, en Las Tres Gracias, un fabuloso óleo sobre tela, 225 por 181 centímetros, que representa el mito de Cárites de la Grecia Antigua. Las tres mujeres son las hijas de Zeus y la hija del Océano, Eurínome. Las Gracias simbolizan la Belleza y el Amor para Hesíodo en la Teogonía. En Homero, se les asocia además al deseo y a la fertilidad. Hay otra simbología de Las Tres Gracias, muy difundida, en la cual se les vincula con la amistad, la liberalidad y la reciprocidad. Rubens las pinta en nueve de sus obras, y en diversos dibujos también; las convierte en protagonistas, como es el cuadro que comento; mientras que en algunos, son personajes complementarios, tal es el caso de El jardín del Amor, donde el artista complementa la obra con una estatua de las tres divinidades dentro de la glorieta que ocupa el fondo del jardín; otro de los cuadros donde aparecen las deidades es Los horrores de la guerra, producción extraordinaria donde el dios Marte pisotea un pliego rugoso donde hay un diseño de las tres Gracias.
En el óleo que se exhibe en el Museo del Prado las representa basándose en el modelo mediante el cual se popularizó el mito desde la Antigüedad: la deidad central de espaldas, las otras dos de perfil o de frente y enlazadas por sus brazos. Los estudiosos de las obras de Rubens siempre destacan su gran habilidad y maestría para darle color y tonos a la piel y, en este cuadro, es uno de sus grandes aciertos. La manera de pintar el desnudo femenino en figuras carnosas y sensuales se conoce como «Rubenesque», término relativo a estas figuras de Rubens.
Ahora bien, mi compromiso es hablar de La Asunción pintada por Rubens. Es un óleo sobre tabla de dimensiones considerables (490 por 325 centímetros), cuyo destino era ocupar el Altar Mayor de la Catedral de Notre Dame de Amberes, sitio donde permanece actualmente. La bibliografía sobre esta obra es abundante, aunque muchas veces repetitiva. He podido recoger varios datos que ayudan a contextualizar la ejecución de la pintura.
En el año 1611, a Rubens y a su maestro, Otto van Veen, les fue solicitado por el Cabildo de la Catedral de Amberes que formularan dos propuestas de modelos para el Altar Mayor donde se relacionara la Asunción y la Coronación de la Virgen. Sin embargo, una crisis de finanzas por la que atravesó el cabildo catedralicio dio al traste el proyecto. En 1918, Rubens fue nuevamente convocado a preparar dos nuevas versiones y, al cabo de un año, firmó al fin un acuerdo para la realización de la obra. Era un programa ambicioso que aspiraba a combinar escultura y pintura, ya que Dios Padre estaría esculpido sobre la parte superior del cuadro. Dos escultores flamencos fueron los comisionados para la elaboración del grupo escultórico. Por su parte, Rubens trabajó en el cuadro, pero, en 1624, se presentó la epidemia de peste que devastó a la ciudad de Amberes, lo que obligó a Rubens a irse de la ciudad y volvió a principios de 1626. Durante este tiempo le permiten pintar in situ, y así logra finalizar la obra en 1627.
La versión de la Asunción de Rubens parte de una estructura similar a la usada por Tiziano, pero dándole su sello absolutamente personal. Tres planos componen el cuadro: el espacio terrenal ocupado por los apóstoles, aglutinados en torno a de la tumba de María, y con posiciones muy diferenciadas. Unos, con los brazos en alto muestran su miedo; otros, rozan con sus dedos el sudario de la Virgen. Hay tres mujeres, entre ellas, María Magdalena y una mujer arrodillada con un ramillete de lirios blancos, flores que prodigiosamente colmaron el sarcófago vacío. Varios de los apóstoles levantan sus ojos hacia el cielo; san Juan es pintado como uno de los enlaces con el plano central, donde roza con su mano a un querubín. En este plano central, ocupado por la Virgen, está impregnado de un profundo simbolismo, con una inigualable maestría, Rubens le da un movimiento en curvatura al coro de ángeles que la eleva hacia el plano superior, donde hay un rayo de luz divina. La Virgen en el centro es el símbolo de la Madre intercesora que vincula el plano terrenal con el celestial.
Los escorzos son increíbles, así como el empleo de las llamadas «perspectivas de abajo hacia arriba» y una peculiar valentía en el uso del color. Pedro Pablo Rubens pintó dándole vida a sus figuras: movimiento, libertad, amor, emoción.
Si usted, amigo lector, quiere disfrutar de una de las mejores colecciones de las obras de Pedro Pablo Rubens, vaya al Museo del Prado, Madrid, allí hay cuadros valiosísimos de su autoría. Otros lugares donde pueden apreciarse sus pinturas son el Koninklijk Museum voor Schone Kunsten de Amberes; la National Gallery de Londres; la Alte Pinakothek de Múnich; el Musée du Louvre de París y el Kunsthistorisches Museum de Viena (Cfr. reseña del Museo del Prado).
@yorisvillasana