COLUMNISTA

Verdades que no son tales, y viceversa

por Alfredo Cedeño Alfredo Cedeño

Nada más falso que la verdad, o al menos pocas palabras son más acomodaticias que ella. Se usa el manto de la interpretación para justificar lo que no puede ser sustentado de manera ética, de esa pequeña cosa que llaman moral y que, por lo general, para aquellos que presumen de pensamientos progresistas suele ser de flexibilidad inimaginable. No faltan aquellos que para otorgar blindaje científico a sus desbarres agarran por las mechas a Einstein y con voz docta explican aquellos de la relatividad.  Y así se nos va la vida, sin ponernos de acuerdo en qué es lo cierto y qué es lo falso, puesto que uno y otro tienen sus fidelísimos seguidores a semejantes adalides.

La verdad se ha convertido en un dogma muy peculiar, al punto de que sus exegetas más sesudos hacen parecer unos soberanos pendejos a Atanasio de Alejandría, Agustín de Hipona, Calvino y Tomás de Aquino. Los no legos somos rápidamente escaldados con el último mantra en boga: guerrero del teclado, dicho o escrito así como quien bisbisea: pupú de perro. Hay una sola verdad, perdón, dos verdades. La que enuncian la trágica trinidad de Maduro-Diosdado-Rodríguez, y aquella que proclaman los caudillos de turno en ese saco de gatos realengos que llaman dirigencia opositora. ¡Ay de aquellos que osen cuestionar alguna de las dos!

En la manada roja se ha visto cómo han rodado las cabezas ajenas y las de ellos mismos. ¿Acaso el general Baduel no fue pieza de ellos? ¡Y qué decir de Rodríguez Torres, Makled, Hugo Carvajal, Figuera, et al! La cacería de los extraños a ellos ha sido una verdadera carnicería, y creo que no es necesario abundar en la inacabable lista de víctimas de este estupro hecho gobierno.

En este lado de la calle hemos visto rotar la verdad desde aquella entelequia bautizada Coordinadora Democrática, pasando por distintas organizaciones de todo orden y pelaje, hasta desembocar en la no menos achacosa MUD. En todo momento los intentos organizativos han blandido como escudo que son una senda política a través de la cual Venezuela recuperará la vereda democrática a través de las conversaciones y el nunca bien entendido diálogo. Mientras tanto la saña oficial se ha cebado sobre todos nosotros, diezmando a conciencia toda iniciativa que cuestione su legitimidad. Cuando no pocas voces hemos pedido transparencia, se nos dan coscorrones de todo tipo, muchas veces a través de sus plañideros o corifeas, mientras nos acusan de estimular la antipolítica y de ser «colaboracionistas» de Chávez y Maduro.

Para seguir con el incordio, en el que no cesaremos ni ahora ante la peste colorada, como tampoco lo haremos en el momento que salgamos de ella, no vamos a dejar de llamar las cosas por su nombre y allá cada cual con su elucidación de la verdad. No caeremos en la simpleza alcahueta de abrir los brazos a quienes masacraron a nuestros muchachos, familiares, vecinos y dirigentes honestos; es imposible que en aras de un supuesto rescate del país abracemos a quienes crearon listas para perseguir a quienes pensamos diferente; es insólito que se nos pida sumisión para liberarnos de ella. No pidan obediencia a una verdad que cada bando ha creado según sus intereses.

 

© Alfredo Cedeño

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