La muerte de los niños del J. M. de los Ríos es sin duda una de las tragedias más devastadoras de la actual crisis. Nos muestra de manera descarnada al estado de indefensión a la que está sometida nuestra población infantil en la emergencia compleja que vivimos en el país.
Los graves problemas de violencia, crisis alimentaria e hiperinflacionaria, colapso de servicios y migración, afectan directamente a nuestros niños, constituyendo la amenaza más grande para nuestro futuro como sociedad y nación.
Sufrimos una tormenta perfecta: según datos del Observatorio Venezolano de la Violencia, mueren 4 niños al día solo a causa de la violencia. Los efectos de la desnutrición no solo han aumentado los índices de mortalidad infantil, sino que también comprometen el desarrollo intelectual y físico de toda una generación.
De igual forma, han descendido los índices de escolaridad y asistencia a clases, ante la imposibilidad de transporte, la crisis económica, además de los problemas de infraestructura y personal del sector. La diáspora de amplios sectores de la población ha fracturado el grupo familiar y, en muchos casos, ha sometido a los niños a la difícil experiencia de la migración en condiciones extremas de riesgo y precariedad.
Lograr el cambio de esta situación depende de la salida del actual modelo destructivo y exige de todos nosotros mantener la continuidad de nuestros esfuerzos por superar al régimen dictatorial. Pero, con igual importancia, debemos vincularnos y apoyar las acciones inmediatas que puedan hacerse ahora para ayudar a paliar los efectos catastróficos de la crisis sobre nuestros niños.
La labor de organizaciones como Cecodap, Prepara Familia, Unicef en Venezuela, por nombrar tan solo unas pocas, así como la creación de redes de apoyo enfocadas a los problemas de la población infantil, constituyen un factor determinante de ayuda.
En el contexto de un Estado secuestrado que no tiene la voluntad de cumplir con sus obligaciones para con sus ciudadanos, estos grupos y organizaciones visibilizan problemáticas, canalizan las ayudas correspondientes, y movilizan a diversos sectores sociales para sumarse a esfuerzos solidarios. En nuestro caso particular, llevamos a cabo programas en el área de la crisis alimentaria y la violencia. La organización Alimenta la Solidaridad, con un modelo empoderamiento de las comunidades, llega a más de 10.000 niños en todo el país. Así mismo, implementamos el programa Vamos Convive, que brinda oportunidades de trabajo para jóvenes en riesgo de violencia, otro grupo que junto con el infantil se encuentra en situación de vulnerabilidad.
Hoy más que nunca debemos tomar conciencia de los estragos que la crisis está causando en nuestros niños y jóvenes, no solo como motivo de indignación y escándalo, sino como razón movilizadora para la acción social y política, individual y colectiva. Las pérdidas que estamos sufriendo son irreparables. La muerte de un niño es la muerte de un pedazo de nosotros, de un pedazo del país. Ese niño que muere es nuestra familia.
Esta debe ser la causa principal y concreta de nuestra lucha. Esta es nuestra verdadera prioridad.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional