“Apagones se registrarán con mayor frecuencia en los próximos días”, advierte la página web de El Nacional, hoy miércoles, cuando comienzo a pensar en el tema a desarrollar y cómo abordarlo. Para quienes tenemos en la computadora papel y lápiz, e hicimos de Internet una indispensable herramienta de consulta, los aleatorios y recurrentes cortes de luz son una verdadera calamidad. Por eso escribimos durante las fugaces treguas lumínicas pautadas por los forjadores de la negrura a objeto de difundir, por boca del contumaz mentiroso a cargo de la vicepresidencia comunicacional del (des)gobierno madurista, las truculencias y fake news de rigor, culpabilizando de las fallas en la prestación del servicio eléctrico, duras por lo visto y oído de subsanar, a un francotirador de milimétrica puntería e hipotéticas células terroristas vinculadas, ¡hágame usted el favor!, a Donald Trump, Iván Duque y Juan Guaidó, entre otros enemigos de la patria bolivariana. Miente, miente y miente… algo quedará. ¿Habrá todavía crédulos capaces de admitir paparruchas de ese calibre? Solo quienes apuestan a rojo por necesidad, pierden por obligación, y deambulan por las calles del hambre con el estómago vacío, estarían dispuestos a repetirlas, sin molestarse en comprender su significado, a cambio, claro, de un humillante bozal de arepa (CLAP). ¿Cómo no citar aquí un par de versos del poema Nación en pena de Lawrence Ferlinghetti, publicado el pasado domingo en el Papel Literario en versión de Federico Pacanins?: “Pena da la nación cuyo pueblo es manada/con guías que le confunden el rumbo”. En todo caso, el panorama es sombrío y aconseja no incordiar al lector lamentando los cambios en el metabolismo, la asincronía del reloj biológico y el deterioro de la calidad vida de los venezolanos en general y del abajo (o arriba) firmante en particular, taras inherentes al suministro epiléptico de energía. Recordemos, entonces, dos aniversarios a celebrarse casualmente este último día de marzo, ajenos al acontecer nacional y atinentes a Francia, pero de importancia planetaria.
Hoy, tal vez la mairie de París festeje con un espectáculo de son et lumière los 130 años de la Tour Eiffel, “ese montón de hierro” erigido como símbolo de la Exposición Universal de 1899, devenido en emblema indiscutible de una ciudad apellidada luz. Una efeméride relevante en la historia de la ingeniería y tan importante para la humanidad cual el nacimiento, acaecido el 31 de marzo de 1596, del filósofo, matemático y físico René Descartes, cuya inmensa contribución a la formación del pensamiento científico, la precaria enseñanza nemotécnica de la secundaria redujo a un concepto, la duda metódica, y a una frase, cogito ergo sum, considerada, me fío de las simplificaciones del Dr. Google, piedra angular del racionalismo occidental. No me extenderé en consideraciones al respecto, solo afirmaré que la sentencia cartesiana es cuestionable en esta nación enrojecida por un régimen carente de seres capaces de pensar y justificar su existencia. Apuntando al erario público y prodigando insultos y mazazos, reflexionar no se les da muy bien a enchufados y funcionarios; por eso no tenemos luz, ni agua, ni gas, ni teléfono, ni efectivo; y, por eso mismo, ¡muera la inteligencia!, se Irrespeta a la ciudanía, mintiéndole sistemáticamente sin sentido de las proporciones.
Es temeridad hacer vaticinios partiendo de los deseos y, por ello, nada definitivo me atrevo a prefigurar en lo atinente al simulacro de la Operación Libertad. Ojalá, dada la matonería implícita en la inhabilitación política del presidente encargado por aclamación popular ―instrumentada por un contralor alcahuete, írrito y venal, siguiendo directrices del usurpador―, el ensayo pase a ser concluyente escenificación del último acto de la dictadura, y demos, el 6 de abril, la bienvenida al Plan País, a la transición pacífica y a un proceso comicial libre y transparente. ¡Ojalá! Mientras, y por si las moscas, no está demás, al contrario es pertinente, traer a colación a dos de los Luises de Francia, el XIV y el XV, pues de uno u otro modo la arrogancia del primero de estos borbones fue calcada sin glamour por el olímpico paracaidista barinés, y la irresponsable displicencia del segundo remedada por su excrecencia, el reyecito de la salsa. Una digresión histórica si se quiere, porque de continuar la estresante interrupción de la corriente, recetada por Ramiro Valdés, dosificada por Motta Domínguez y oficializada con manguareos de ñapa, acaso solo alcancemos a publicar una página en blanco… o en negro.
Su Majestad Luis XIV, llamado el Rey Sol, fue soberano de Francia y Navarra desde los 4 años hasta su muerte a los 76. Reinó la friolera de 72 años y, sin duda, los galos debieron hartase de quien libró tres guerras, profesó el mecenazgo palaciego y acuñó el tópico, súmmum del absolutismo, LʹÉtat c’est moi. Por ese camino transitaba Chávez cantando desafinado “para siempre, lo nuestro será para siempre, lo nuestro no tiene final” cuando le sorprendió la parca y puso el coroto en manos de Nicolás el afortunado. Luis XV, el bien amado ―Le Bien-Aimé―, nieto y sucesor del Roi Soleil, se mantuvo en el trono durante 6 décadas y, a juzgar por la chismografía, era disoluto y putañero. Le enterraron en secreto, evitando perturbar su sueño eterno con protestas y festejos. A él le endilgan la celebérrima e insensata frase Après moi le déluge ―”después de mí el diluvio”―. Y aquí queríamos llegar: Maduro pareciera haber convencido a sus conmilitones, con el propósito manifiesto de postergar ad eternum lo impostergable, de que, después de él o, mejor dicho, sin él, el mundo ―su mundo― se vendría abajo. Los cementerios están repletos de imprescindibles.
Es jueves y quisiera finalizar estas divagaciones con palabras optimistas, pero ¿cómo? Anoche, otro apagón; hoy, ¡por supuesto!, paralización de actividades. País temporalmente fuera de servicio por circunstancias ajenas a la voluntad de los dueños. De nuevo, embustes y falacias del Dr. Goebbels Pinocho Rodríguez. Paradójicamente, en la oscuridad se ve la verdad clariiita, cual rezaba el añejo reclamo publicitario de una conocida marca de ron: los sistemas de generación y transmisión de energía hidroeléctrica colapsaron por desidia, las plantas termoeléctricas están en terapia intensiva y ni la asistencia técnica ni los rublos y yuanes de rusos y chinos las recuperaría. En 3 palabras: Maduro, futuro inseguro. Aun así, la usurpación ha logrado sacarle partido a la situación, tornando la crisis energética en mecanismo de dilación, tan eficaz para silenciar a la oposición y ganar tiempo como las negociaciones promovidas por Zapatero, agente tarifado del gobierno de facto y, desde otra postura, el premio Nobel de la Paz Juan Manuel Santos; o, a prudente distancia, los defensores de un fair play imposible de concertar con tramposos de la ralea de Nicolás, Padrino y (O)Diosdado, el conspicuo trío cupular de la dictadura. Aumentarán en número y gravedad los desperfectos y averías y se amplificará el ruido mediático con insólitos señalamientos y retorcidas evasivas. ¿Conseguirá la troika un aplazamiento a su adiós? Es factible, mas no impedirá que en las tinieblas centellee la esperanza y reluzca la confianza en la Operación Libertad. Porque, retomemos a Ferlinghetti, pena da la nación ―¡lástima el pueblo!― que deja menoscabar sus derechos/ y echa de lado sus libertades/ Mi país, lágrimas de todos/ Dulce tierra de libertades/ ¡Sea!
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