Cuando surgió el 27 de febrero de 1989 como respuesta de un país ante una agotadora situación política y social, este evento sirvió para que Hugo Chávez y sus seguidores declararan tal fecha como una especie de “Día del Pueblo”; es decir, se institucionalizó el saqueo como una forma de libertad social ante quienes supuestamente degradaron la nación en aquellos tiempos.
Curiosamente, este 2019, como se hace cada año, tal fecha también fue celebrada por el madurismo con el respectivo discurso de quien ahora usurpa Miraflores, como forma esencial de eso que ellos llaman “patriotismo”, que no resulta más que una manera de seguir manipulando los eventos históricos como si todas esas acciones fueran parte de una secuencia de hechos que nos llevaron hasta una nueva “independencia”.
Desde que Nicolás Maduro llegó al poder, Venezuela ha vivido seis años de desastre que nos han llevado hasta condiciones de máxima miseria y pobreza, muy superiores en el plano de la destrucción de la vida social e institucional que originaron aquel 27 de febrero de 1989. Hoy, 30 años después el país se encuentra sumido en una terrible hiperinflación que sobrepasa 2.000.000%, cuya quiebra económica ha desatado una emigración de más de 3 millones de venezolanos, aunado con un salario mínimo y pensiones que apenas rondan los 5 dólares al mes.
Tal situación, que el madurismo achaca a una “guerra económica”, ha dejado a los venezolanos en la más completa indefensión económica. El precio de cualquier lavaplatos o jabón en polvo supera el salario mínimo que devenga más de 80% de la población, y prácticamente poder comprar casi 20 productos de la dieta básica se necesitan, en promedio, aproximadamente 100 dólares, lo que demuestra que este régimen, ni con sus bonos de 2 o 3 dólares, o la entrega de una bolsa con arroz, granos y algún paquete de harina, cada 4 meses, en promedio, no es suficiente para los venezolanos cuando menos para tener garantizado el derecho a la alimentación.
Ante semejante realidad, veamos cómo en Maracaibo la gente saquea centros comerciales al punto de que haya un pronunciamiento oficial de Fedecámaras en el que menciona una astronómica cifra de comercios que fueron víctimas de actos vandálicos o, en su defecto, en Pedraza, estado Barinas, parte de la población, como producto de su frustración e ira, termine incendiando la alcaldía o cualquier espacio público, y que tales hechos sigan repitiéndose en otros sitios del país, es irónico escuchar a los defensores del madurismo diciendo que esas acciones son promovidas por guarimberos, cuando ellos han santificado una fecha como el 27 de febrero de 1989.
El madurismo ha perdido la gobernabilidad en Venezuela porque, aun asumiendo que todas sus tesis de “sabotaje” son verdaderas, quiere decir que los usurpadores son tan ineptos que no son capaces de controlar y menos han podido evitar que hasta el país se quede sin electricidad, y que unos pocos desde afuera con el llamado “dólar criminal”, ahora este, incluso, en tasa de cambio oficial, supere el valor que supuestamente nos imponen las mafias de la moneda extranjera.
Por ello, es mentira que Maduro, en una repetitiva cadena, nos diga que “ha vencido” lo que ellos llaman la “guerra eléctrica”, cuando la inmensa mayoría de los venezolanos tenemos claro que esta debacle y sufrimiento social que hemos padecido en el país es por responsabilidad absoluta de quienes destruyeron tan importante industria. Es cínico tratar de hacer ver este fracaso en materia gubernamental como si fuera un triunfo, máxime cuando las consecuencias de tal negligencia han originado hasta la pérdida de vidas al quedarse muchos de los centros asistenciales sin energía eléctrica en todo el país.
Del mismo modo, la educación ha terminado de quedar maltrecha cuando la repetitiva suspensión de actividades no solamente es que ha disminuido considerablemente el número de días del calendario escolar, sino que el debilitado aprendizaje que están presentando nuestros estudiantes como producto de una deficiente alimentación y déficit de docentes, sin obviar los días que faltan los propios escolares muchas veces por ausencia de transporte, o no tener ni siquiera qué comer, son elementos que dejan en evidencia el inmenso daño que el madurismo ha originado sobre el tejido social.
El madurismo agoniza. Por ello, temen a una rebelión social más que a la probabilidad de que se origine una sublevación militar porque no tienen herramientas para seguir impidiendo que la mayoría de una población pueda seguir aguantando hambre y necesidades.
Venezuela está a la deriva. No hay luz, no hay agua, no hay telecomunicaciones, no hay Internet, no funcionan los servicios financieros, no hay transporte, no hay servicio de Metro, no hay alimentos ni medicinas, y el salario no existe mientras la hiperinflación destruye la economía y millones de venezolanos emigran, y la mayoría de escuelas y hospitales se encuentran destruidos.
En síntesis, Venezuela está acabada, entonces ¿cómo evitar una explosión social cuando esa es la realidad del país? ¿O es que la realidad política que originó el 27 de febrero de 1989 era peor a la que vivimos en este 2019? Y en esta realidad Maduro y sus panegíricos le llaman un “triunfo”.
Que nadie sea engañado. Aunque reaparezca una breve “normalidad eléctrica”, lo único seguro es que esta tragedia de energía regresará con mayor intensidad y destrucción social, porque todo el sistema eléctrico está colapsado. Maduro solamente nos asegura a los venezolanos que nos preparemos para seguir afrontando esta desgraciada realidad, al punto que nos exhorta a comprar velas, linternas, radios con pilas y hasta “tanques azules” porque, al parecer, ya conoce que hasta la contaminación del agua llegará en el próximo capítulo.