Con la adopción del dólar a tasa Dicom, el satanizado y mil veces vilipendiado dólar Today, o estigmatizado por la socialista revolución bolivariana con el denostado adjetivo “dólar criminal”, quedó ridículamente muy por debajo del precio referencial del dólar controlado por el “mercado protegido”, que ha sobrepasado la barrera de los 3.000 bolívares irónicamente llamados “soberanos”.
Un salario mínimo mensual en Venezuela, a la fecha de mediados de febrero de 2019, apenas si alcanza los 6 dólares. En un subcontinente como América Latina, donde el promedio del ingreso mensual, per cápita, por habitante, está en el orden de 350 dólares, resulta escandalosamente risible que un venezolano perciba un salario tan pírrico. Evidentemente, la revolución bolivariana, con la fuerza deletérea de un midas al revés, empobreció a más del 85% de la población llevándola a niveles de pobreza extrema jamás imaginada por la ciencia socioantropológica latinoamericana del siglo XXI. El denominado “período revolucionario” o etapa “posdemocrática” de la revolución bolivariana venezolana se ensañó con implacable violencia contra el poder adquisitivo del venezolano hasta pulverizar la capacidad de compra del salario. Lo que vive Venezuela es un auténtico holocausto nacional. Deterioro indetenible del valor de su signo monetario hasta el punto de que la moneda de curso legal y corriente pierde tan rápidamente su valor de compra que entre las transacciones económicas cotidianas los billetes de valor facial de baja denominación, como los de 2 bolívares, 5 bolívares y 10 bolívares, no son aceptados en mercados, transporte público ni en locales y establecimientos comerciales.
Un antiguo adagio romano, de la época del imperio de los césares, decía: “Si quieres destruir a una nación, destrúyele su moneda”. Y pronto las bases económicas de esa nación comenzarán a resquebrajarse cual castillo de naipes. Precisamente es la metáfora que dibuja la Venezuela de estos días aciagos de destrucción revolucionaria. Con el remedo de la llamada revolución socialista proliferaron por doquier tipos de monedas comunales con precario alcance local, y tenían una endeble eficacia que no supera el intercambio simbólico por trueque.
Pero es con el advenimiento e instauración de la odiosa y segregacionista bonificación del salario, a través del humillante y envilecedor carnet de la patria, que “salariza” el ingreso familiar del venezolano, degradándolo a niveles espantosos de depauperización que lo ubican incluso por debajo del ingreso mensual de países pobrísimos como Haití y Cuba. Es de hacer notar que el salario mensual de un habitante de Cuba es de 35 dólares mensuales. Únicamente Venezuela supera con creces a los regímenes obsidionales de ambas islas en pobreza y miseria extrema. La revolución socialista en Venezuela ha convertido el antiguo próspero y pujante país petrolero en sociedad concentracionaria y en campo de exterminio masivo con la ejecución de tenebrosas políticas de genocidio neomalthusiano de hambre programada por la máquina infernal del partido único.