Régimen valiente para asesinar a su pueblo desarmado, cobarde ante la libre expresión. Es lo que muestra La palabra arrestada (Galaxia Gutenberg, España 2018), documentación oculta rescatada y comentada por el periodista y poeta ruso Vitali Shentalinski (n.1939), testimonios que desnudan el totalitariasmo comunista desde las trágicas biografías de escritores bajo vigilancia, censura y castigos: Babel, Mandelstam, Bugátov, Anna Ajmátova, Boris Pasternak y, aunque luzca increíble, Maksim Gorki. En su largo martirio grupal se retrata entero el régimen empoderado desde perversas acciones políticas vigentes en la propia Rusia actual y sus satélites, Cuba, Venezuela, Nicaragua, entre otros. De cómo y hasta dónde las revoluciones del siglo XX, en nombre de la paz, sacrifican a millones de inocentes. Disparando a matar almas y cuerpos.
A veces el suplicio continuo despierta la mente de sus aletargadas víctimas que reaccionan contra el sistema militarista liberándose de la sumisión, esa obediencia aprendida a juro impuesta desde el crimen sin castigo en nombre del dogma marxista.
El comunismo es conceptualmente la misma Inquisición medieval, a la moda con fachada y lenguaje de ateos libertarios. Si no crees a pie juntillas en mi dios, estás condenado sin remedio al infierno, esta vez tu infierno es terrenal y cotidiano. Hoy como ayer engendra gigantescas masas sometidas a tortura, hogueras, horca, masacres desde planificadas hambrunas, pestes, matanza en paredones justicieros, obligatorias guerras santas, en fin, fechorías incesantes desde el secuestro de la palabra opositora interna hasta el espionaje internacional injerencista con el fin de consolidar su neosovietismo putinesco.
En la América Latina ese esquema totalitario se implanta por vía sembrada en el castrismo que lo extiende como chavismo a la deseada rica heredera Venezuela luego de varios fracasos a duras penas contenidos y superados por la cuarentona, frágil, descuidada democracia representativa liberal. El imperialismo ruso latente durante la Guerra Fría encuentra personajes y terrenos abonados, exactos, propicios para extenderse manipulando primitivos caudillajes y el golpismo tradicional de estas regiones, disfrazándolo de ideología libertadora. Con el foco militar de la comandante revolución castrista en alianza con este militarismo seudoconstitucional. Por eso el sucesor castrista recibe honores castrenses dentro y fuera del legítimo y robado espacio civil parlamentario. Genéticamente es la populista mentira tramposa ahora llamada socialismo del siglo XXI. El mismo musiú con otro uniformado y sangrador cachimbo.
La democracia partidista funcionó en Venezuela sostenida por la voluntad y capacidad resistente del betancurismo y la gigantesca renta petrolera. Pero estas votaciones oficialistas de mayo 2018 reflejan con claridad, por fin y de manera espontánea, la magnitud de una conciencia política en este caso derivada del sufrir intenso que germina reactivo y se expresa mediante la ausencia masiva en el falso sufragio, en firme conducta ciudadana para esta sociedad que siempre delegó en bárbaros caudillos y líderes partidistas de oficio su responsabilidad política personal. El padecer prolongado la lleva a reconocer que hambre, enfermedad, pobreza, criminalidad, se justifican por un lapso breve luego de catástrofes naturales y posguerras. Pero su permanencia con esta doctrina planificada desde el terrorismo estatal resulta inaceptable. Solo un sector de funcionarios, 15%, lo acata obligado por el bozal de arepa;, otro mayor, de clases medias despojadas, huye para medio sobrevivir, algunos se sirven todavía de comerciales beneficios con la corrupta cúpula gobiernera, muchos dejan la lucha pacífica de huelgas y manifestaciones públicas, pues conducen a cárcel y cementerio bajo las armas fratricidas del generalato.
Pero, pesar de los pesares, por fin el voto prostituido agotó su ciclo. Es la hora de una república civilista reconstruida por nuevas generaciones limpias de ceniza y sangre, libres de taras, rencor y ambiciones yoístas, listas para secundar a una dirigencia competente y confiable.
Puede sonar a sermón religioso, quién sabe. No queda otro alerta, por ahora.