Se supone que la expresión “pospetrolero” se refiere básicamente a dos cosas: a que un país petrolero se quedó sin petróleo y tuvo que prepararse para sobrevivir por otros medios –como algunas entidades del Golfo Pérsico– o a que el petróleo perdió vigencia como fuente de energía y entonces estamos ante un mundo pospetrolero. Lo segundo no ha pasado, y lo primero tampoco ocurrió en Venezuela. Le sucedió algo peor. Le queda muchísimo petróleo, pero el poder establecido no sabe ni puede extraerlo en términos adecuados. Así que por el contrario, se está transmutando en un país “pospetrolero” a pesar de sus inmensos yacimientos. No hay nada parecido en nuestro planeta. Nada.

Hagamos un poquito de memoria al respecto. La nación sojuzgada por el predecesor y el sucesor –y sus patronos castristas– se convirtió en el hazmerreír de la OPEP. Una tragedia, si las hay. No solo Venezuela fue cofundadora de la OPEP, sino también pionera en su largo proceso de incubación, que empieza a partir de 1949, y además desempeñó un papel importante durante largas décadas, luego de constituir uno de sus pilares fundamentales.

Por eso la historia –y la prehistoria– de la OPEP, sobre todo esta última, son inseparables y hasta incomprensibles sin la activa participación venezolana. A finales del siglo XX, por ejemplo, sus niveles de producción y exportación, y la experiencia de su política petrolera, hacían del país un lugar a tomar en cuenta en el seno de la OPEP y fuera de esta. Después no y ahora menos.

Lo que digan los representantes de Venezuela no tiene importancia, y ni siquiera credibilidad. La producción petrolera disminuye un mes sí y otro también, y con esta las exportaciones comerciales. La palabra de los delegados venezolanos que van a las reuniones en la sede central de Viena, o a cualquier parte, no tiene eco alguno entre los pesos pesados del mundo petrolero. Al predecesor, lo utilizaban los sauditas como vocero oficioso de lo que ellos no podían declarar. Luego lo dejaron a un lado. Y en esa misma situación de nulidad se encuentra el sucesor.

¿Y cómo no va a ser así, si Venezuela, por negligencia y dolo de la hegemonía, está en camino de dejar de ser un país petrolero? Repito, parece increíble que con las masivas reservas de hidrocarburos que tiene y su condición de país petrolero se encuentre tan exiguo, que ya no sea una exageración señalar que podría terminar su era petrolera, si la hegemonía que la ha depredado y depreda continúa en el poder.

La cesta petrolera nacional se cotiza en la vecindad de 70 dólares. Un precio elevado dentro de la bonanza petrolera más caudalosa y prolongada de la historia. Por eso los expertos en el tema se rompen la cabeza para tratar de explicar cómo ha sido posible, que en un contexto tan favorable, haya acontecido aquí una catástrofe petrolera que ha arrastrado a todo el país, y lo ha sumido en una hecatombe humanitaria.

No se tienen que seguir rompiendo la cabeza. La clave que descifra la debacle se llama hegemonía despótica, depredadora, corrupta y envilecida. La misma del predecesor y del sucesor. El asunto no es muy complicado de entender y allá los que quieran complicar su comprensión. Sí, Venezuela está en el foso de la OPEP, pero también en el foso del mundo, y sobre todo en el foso de sí misma. ¡Venezuela pospetrolera con reservas que superan los 300.000 millones de barriles! No hay nada parecido en el planeta. Nada.

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