La columna del mes pasado la titulé “Venezuela: un gran gulag del siglo XXI” y en ella afirmé: “Aunque algunos dudan en llamar genocidio a lo que ocurre en Venezuela, en otras oportunidades Rojas y yo hemos sostenido que una interpretación del genocidio desde la protección de la persona y sus derechos como una integridad lleva a concluir que no debe considerarse genocidio únicamente los actos armados y violentos contra una parte de la población destinados a su exterminio, sino que debe incluir otros actos de agresión, directos o indirectos, tendientes al mismo exterminio al atentar contra los medios que cada individuo posee para sostener su propia vida, esto es: la propiedad, la libertad de producir y contratar y una moneda sana (Ver: https://www.elcato.org/un-caso-de-genocidio-economico-en-el-siglo-xxi)”.
Esta afirmación la hago luego de trabajar en el tema de la propiedad privada desde 2007 con mi línea de investigación en el doctorado en la Universidad Central de Venezuela (más de 10 años) y de revisar y ser partícipe en algunos casos de las profusas investigaciones del Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (CEDICE Libertad) (con cerca de 35 años). Quiero destacar mis años de investigación y de este thinktank para ser lo más honesta posible con quien decida dedicar su tiempo a leer estas líneas. Tantos años en este tema, y viviendo en Venezuela, no me hacen imparcial con relación a las discusiones sobre una posible intervención militar. Simplemente no es humano lo que hemos vivido y lo que vivimos.
Estas líneas son un intento por mostrar, desde una óptica muy personal pero quien vive y padece esto, todos los elementos que nos rodean y que a veces, por estar dentro del problema o muy fuera de él, no vemos. Mis líneas de hoy no son para llegar a una conclusión, sino para que cada quien cuente con la mayor información posible en la construcción de sus premisas y alcance la conclusión más plausible, si ello es posible.
Adicionalmente, lo que a continuación comento va a mis amigos liberales, para que no olvidemos al momento de opinar que hablamos de Venezuela, un gran gulag del siglo XXI:
1. Principio de no injerencia
Entre liberales se discute si el gobierno de un país debe intervenir en otro, incluso independientemente de la situación o de las circunstancias en la que se encuentre ese otro país. El otrora referente de los liberales, Ron Paul, se inscribe en esta línea de la forma más desafortunada posible. Sobre este punto, Paul no está solo y no es sorpresa en realidad. Esta posición forma parte de una tendencia entre libertarios norteamericanos influenciados por Murray Rothbard.
Con sinceridad pienso que a los que se inscriben en esta posición se les olvida el ser humano y lo que padecemos. Son anti-Trump y son antiinjerencia.
Ellos nunca verán ni se les grabará en la memoria lo que uno ve a diario. Por ejemplo, el otro día vi un niño de unos 8 años de edad, con cara y ademanes de hombre de 40 años, hurgando en la basura para poder comer algo. Al lado del niño estaba su perro, callejero por supuesto. La escena me impresionó, ambos, niño y perrito buscando de forma organizada, metódica y sistemática en la basura. Sí, ambos tenían un método (lo que evidencia que tienen tiempo haciéndolo). Este niño logró que su perrito se comportara con una disciplina que yo no logro con mi huskie de 11 años. Ambos se convirtieron en expertos en escarbar en la basura. Ellos no saben lo que es el principio de no injerencia, y probablemente el niño nunca lo sepa porque está ocupado en sobrevivir.
Lamento si este párrafo suena a una falacia ad misericordiam, pero trato de entender desesperadamente cómo los libertarios compaginan la reivindicación del individuo con la no injerencia en un contexto como el de Venezuela.
2. Usar los impuestos y soldados de otro país
Algunos se preguntan si es lícito pedirle a un gobierno de otro país que use sus recursos (provenientes de los impuestos que pagan sus ciudadanos) y sus soldados para derrocar una dictadura, pues la verdad los venezolanos nos buscamos lo que estamos viviendo. Esta última lectura olvida que al menos desde 2012 la mayor parte de las instituciones han sido destruidas y no ha habido elecciones realmente libres.
No eximo de responsabilidad a cada uno de nosotros, porque la tenemos por haber llegado a este punto, un verdadero genocidio económico.
Pero mirar indiferente como masacran y esclavizan a tu vecino, no es de seres humanos. Tampoco es humano exigir a tus vecinos que arriesguen sus vidas y recursos para salvarte de una situación que no supiste controlar.
Es distinto solicitar –no exigir– ayuda voluntaria y que te ayuden a desalojar a los criminales que detentan el poder.
Les recuerdo a los liberales las palabras de Ayn Rand: “Las naciones dictatoriales viven fuera de la ley. Toda nación libre tuvo y tiene el derecho de invadir a la Alemania nazi o a la Rusia soviética, a Cuba o a cualquier otra cárcel política. El hecho de que una nación libre elija hacerlo o no, depende de su propio interés, y no de respeto alguno por los derechos inexistentes de los delincuentes que detenten el poder. No es el deber de una nación libre liberar a otras naciones al precio del autosacrificio, pero una nación libre tiene el derecho de hacerlo si (y cuando) lo decide” (La virtud del egoísmo).
Si de igual modo les parece un sacrificio esto, entonces abogo por su lado pragmático. Si hoy no ayudan a Venezuela, el problema migratorio y otros más obligarán a los países vecinos a pelear más tarde invirtiendo más dinero y arriesgando más vidas.
3. El presidente Guaidó es un traidor y es un líder mesiánico
Para algunos, unos cuantos tweets (cuyo contenido no comparto) reconociendo el legado de Chávez hicieron del presidente encargado un traidor. Para otros, es un momento de transición en el que el presidente encargado no debe ser objeto de crítica porque es el que conducirá el futuro del país.
En ambos casos, ¿no se padece el mismo defecto?, es decir, ¿no estamos satanizando o encumbrando a un solo hombre?; ¿este no es el personalismo que tanto daño ha hecho a América Latina? Parece que se ha olvidado que es presidente encargado de un gobierno de transición.
Si como persona comparte ideas socialistas podemos pensar que es otro “perfecto idiota latinoamericano”, pero eso no debe influir en nuestra percepción sobre su condición como presidente encargado. Debemos evaluar son sus acciones y el ejercicio de sus competencias en el contexto de un Estado de Derecho.
En esta coyuntura crucial no solo para Venezuela sino también para la región, seguimos discutiendo sobre personas y no sobre procesos, y en este caso debemos recordar que Guaidó es presidente encargado que debe convocar a elecciones una vez que cese la usurpación de Nicolás Maduro, nada más. Siguiendo a Douglass North (parece mentira que esto deba recordarse a los liberales), lo importante son las instituciones, entendidas como límites al poder del Estado.
Para terminar: a mis amigos liberales
Ser liberal es tener como filosofía de vida aquella que tenga por norte la reafirmación del individuo, la defensa de la libertad como valor absoluto y el rechazo al Estado ilimitado y a la democracia ilimitada. Ojalá entendamos el momento histórico que nos tocó vivir.