Venezuela es nación en desintegración. Pasado un umbral (¿lo pasamos ya?), lo que quedará serán jirones cuyo remiendo no será pronto ni fácil. No es una realidad amable, pero así se perfila. Es asunto esencial para los venezolanos y, ahora también, para los que están demasiado cerca de la candela, sea por razones geográficas (Colombia, Brasil, Guyana, por ejemplo), sea por razones institucionales (Estados Unidos, España, Reino Unido, por ejemplo).
Dimensiones de la desintegración de la nación:
1. El Estado entró en fase de disolución. El Estado, como sistema articulado de instituciones, está en bancarrota. La demolición de Pdvsa, la implosión del Banco Central y la evaporación de la Fuerza Armada, son evidencias. En el caso de la FAN hay una cabeza que aparece como Alto Mando, pero que ni es alto, por la degradación; ni es mando, porque el cuerpo del cual es azotea se deshizo. Hay militares, pero no hay institución militar. El TSJ ilegítimo es un bufete nauseabundo; el gabinete ejecutivo es una ficción de administración; la asamblea constituyente es un adefesio que ni siquiera consulta a sus miembros; el CNE dejó de existir hace años.
2. No hay control sobre el territorio. Lo que dicen los libros de geografía es ficción. Los grupos irregulares FARC, ELN, Fuerzas Bolivarianas de Liberación, bandas criminales que controlan la minería, narcotráfico, “pranes” que dirigen redes de bandoleros desde las cárceles, colectivos paramilitares, actividades ilegales de los cuerpos de “inteligencia” política y militar han pasado a apropiarse de franjas crecientes del territorio. Venezuela a veces limita con Colombia, Brasil y Guyana, y las más de las veces con el bandidaje expandido por la superficie de lo que una vez fue Venezuela.
3. Población en estampida. Entre los que han migrado a otros países y los que desean hacerlo, el país se encoge en su valor más importante: su gente. Los venezolanos vivimos en trance de despedida: los que se van, los que se fueron, los que se quieren ir. Es un país con el pañuelo en banderola, en el puerto, en la despedida o en la espera, con los ojos aguados, con familias que cuajan en el espacio virtual, por WhatsApp o por Skype.
4. Tejido social, económico, social, político y cultural desintegrado. Las redes de distribución de bienes y servicios, interrumpidas. Los lazos sociales lastimados. El mundo de la política de allá y de acá, intoxicado. La cultura en manos de perseguidos, héroes y sobrevivientes de la hecatombe.
Venezuela no aguanta. Puede que el Mal triunfe para siempre pero la nación ya no existirá.