Nada podrá mejorar las condiciones actuales del país mientras Nicolás Maduro continúe en el poder. El próximo 10 de enero de 2019 –salvo que ocurra un hecho político inesperado– los únicos países que asistirán a la “toma de posesión” de su “reelección” serán Cuba, Nicaragua, Bolivia, Trinidad y Tobago, las islas del Caribe dependientes de los pocos barriles de petróleo que estamos produciendo, así como Irán, Turquía, Corea del Norte y alguna representación de China y Rusia.
En ese contexto, ese día escucharemos la retórica que hemos venimos escuchando en el último sexenio tales como: “Se firmarán acuerdos de integración económica”, “los países amigos de Venezuela están dispuestos a ayudarnos”, “existe un nuevo orden multipolar”, “Venezuela se convertirá en país potencia”, etcétera, etcétera.
Ante tal realidad, el madurismo, que por cierto en este momento negocia con el Fondo Monetario Internacional (FMI) la entrega de las cifras económicas de 2017, supongo que intentando maquillar las cifras de (hiper)inflación y decrecimiento de la economía, sin obviar que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) viene publicando los constantes descensos de producción petrolera, aunado al abismal descenso en las importaciones y las nulas exportaciones en rubros no tradicionales, no presagian nada positivo para Venezuela en 2019.
Lo anterior ha originado un constante éxodo de connacionales, en especial hacia países de América del Sur, que según la red social Facebook, por estimaciones generadas en los llamados protocolos de internet (IP, siglas en inglés), estos ascienden a unos 5,2 millones de venezolanos¹, revela que aproximadamente 15% de la población ha decidido abandonar la patria de Bolívar tanto por condiciones económicas como políticas, razón por la cual, tal cifra pudiera llegar a sobrepasar 30% en los próximos años, si la situación histórica no logra que exista un cambio político en quienes controlan Miraflores.
Por ello, conforme entramos en hiperinflación hacia finales de 2017, para finales de 2019, oficialmente, estaríamos entrando en hambruna. El colapso de los servicios públicos, en especial todo el sistema eléctrico y parte de las redes hidrológicas, terminarán por arruinar el escaso sistema agrícola, industrial y comercial que sobrevive en el medio de tantas adversidades económicas, sin obviar que las escuelas, liceos, universidades y toda la estructura asistencial se convertirán en espacios amorfos, y sin capacidad de respuestas ante la educación y la salud, mientras que el transporte público será una entelequia social.
Evidentemente que tal realidad en el medio de un aumento exponencial de precios, es decir, de hiperinflación que seguramente alcanzará las ocho y hasta nueve cifras anuales, serán el prefacio de un caos que solamente podremos establecer por analogía como el Holodomor del siglo XXI porque ante la imposibilidad de que las personas puedan encontrar alimentos, y si los encuentra, no podrán adquirirlos por sus altos precios –como ya ha venido sucediendo– nada, absolutamente nada podrá evitar que la hambruna se instaure en Venezuela.
La industria petrolera será rematada a chinos y rusos, así como los espacios de explotación de recursos naturales ubicados en el estado Bolívar en relación con la salvaje minería ilegal, y la búsqueda de coltán, mantendrán llenos los bolsillos de la cúpula madurista, mientras con su discurso inmoral seguirán diciendo que la crisis, el hambre y las inminentes muertes de niños, mujeres y hombres, originadas por falta de alimentos y medicinas serán por culpa de las sanciones y el “imperialismo”.
Esa lamentable realidad es la que nos espera si Maduro se mantiene en el poder. Con una industria petrolera rematada a potencias extranjeras, que ni siquiera pagarán impuestos por acuerdos con los capitalistas del crudo, con una empresa privada herida de muerte por las pésimas medidas económicas, y con una población diezmada por condiciones alimenticias y de salud, Venezuela comenzará a transitar en 2019 el camino de la hambruna.
El país no tiene posibilidades de recuperarse con Maduro en el poder. Es simple. Maduro sale de la Presidencia de la República o nuestra nación irá inexorablemente hacia la autodestrucción. Ese es el futuro, aunque no puede descartarse que tanto el pueblo como la fuerza armada, auténticamente patriota y libertadora, eviten la muerte de Venezuela.
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