Hagamos un ejercicio. Estamos en el primer trimestre del año 2019. Maduro lo ha logrado. Los números no se equivocaron, el desastre generado en Pdvsa rindió sus frutos. A estas alturas, Venezuela ha dejado formalmente de ser exportador neto de petróleo. Lo que produce para esta fecha se va en pagar deudas (China y Rusia), paliar el consumo interno (el cual gracias a la fuerte recesión se ha reducido de manera importante) y seguir mandando barriles a la ideología (Cuba). La buena noticia es que ya casi no importamos petróleo, no hace falta, el desplome en la producción y el cierre de casi todos los mejoradores motivaron la decisión.
Por primera vez en casi 100 años, Venezuela ya no vende petróleo al exterior. Arabia Saudita e Irán se han puesto de acuerdo en pedirle a Venezuela que se vaya de la OPEP, ya no tiene sentido que pertenezca a la organización.
Maduro alcanzó el viejo sueño de muchos que pidieron por décadas que nuestro país tenía que independizarse del petróleo. El “minúsculo” problema es que lo alcanzó sin posicionar una industria que compensara la generación de divisas que ofrecía la moribunda industria petrolera. Venezuela se quedó sin su principal fuente de divisas.
A pesar de la caída en la producción, en cadena de radio y televisión Pdvsa anunció que su nómina llegó a 300.000 “trabajadores revolucionarios, comprometidos con el país y el marxismo (ya no se habla de socialismo)”. Con mucho orgullo cada trabajador está produciendo 2,5 bd (cuando llegó el comandante estábamos en casi 80 bd).
Hace meses se perdió Citgo, los bonistas se quedaron con ella junto con varios buques que fueron embargados. El default continúa, pero los activos de Venezuela en el extranjero a la fecha son prácticamente inexistentes. La gracia “podemista” del default le salió cara al país. Hoy el gobierno negocia con los fondos buitres entregarles la faja por un porcentaje minúsculo de su valor para que estos la subasten. El otro día estaba llegando un cargamento de trigo y fue saqueado por piratas a una milla náutica del puerto.
La hiperinflación va para año y medio. En 2018 superó 100.000% y el gobierno insiste en que el señor Duque (el nuevo presidente de Colombia) es el culpable de todo lo que ocurre en el país. La recesión va para su sexto año consecutivo, el tamaño de la economía se ha reducido en 60%. Maduro está feliz porque sus amigos López Obrador en México (nuevo presidente de ese país), Evo, Ortega y Gaston Browne (de Antigua y Barbuda) han dicho que en Venezuela no hay mayores inconvenientes. Putin no le atiende el teléfono, igual Xi Jinping.
Los programas de control social del gobierno han sido un rotundo éxito. 87% de la población come gracias a ellos. La infraestructura ha tenido algunas fallas: el servicio de electricidad se presta por 6 horas diarias y el de agua 1 hora. La jornada laboral se recortó a la mitad. Se sinceraron los precios de los servicios públicos y de la gasolina, ahora son GRATIS. El Estado ya no cobra ISLR (es un impuesto burgués). Vamos para nuestra tercera reconversión monetaria en un año (en realidad la economía está dolarizada).
La diáspora superó todas las expectativas. Se contabiliza que más de 35% de la población ha huido. Los campos de refugiados en las fronteras con Colombia y Brasil han llevado a las autoridades de esos países a plantear la construcción de muros. Trump aplaude la iniciativa y le dice a la disidencia en Miami “que las sanciones van a continuar”.
El último informe de la Cruz Roja nos coloca al lado de Eritrea y Sudán. Haití ya no es el país más pobre de la región.
La Venezuela de dentro de un año no es muy diferente a la actual, solamente es un poco peor, es una que ha padecido el lógico deterioro de un año más de madurismo.