Escribir un artículo sobre una hipotética invasión militar al país donde se vive no es una tarea nada agradable ni objetiva, dado el nivel de sufrimiento esperado, ni la aceptación de muy probable muerte física de quien escribe estas palabras en los avatares de la misma; pero es un deber moral de todo intelectual precisar las causas sociales e históricas de las tragedia que le toca vivir en su época, y muy especialmente denunciar a los responsables que llevaron a dicha situación para que sean condenados en el tribunal de la historia y ojalá también en las cortes terrenales y la celestial también, para quienes creen en otra dimensión.
La destrucción económica sin precedente de la economía nacional a pesar de la propiedad de Citgo y Pdvsa permite deducir sin mayor dificultad la imposibilidad de subsistir con la caída de los niveles de financiamiento a corto y mediano plazo. Si a esto le sumamos la caída de todo el aparato productivo de manera imparable y la fuga de capitales y recursos humanos en una sangría económica, que se agrava semana a semana, es fácil deducir que el desastre económico será cada vez mayor.
Es aquí cuando se plantea entonces la mayor de las locuras posibles, como es llevar al terreno militar el problema político y militar que separa de forma evidente la administración de Donald Trump de la administración de Nicolás Maduro, con la esperanza de este último de que los costos humanos y materiales de esta expedición logrará evitar la concreción de la misma.
Pareciera no entender nadie en el círculo íntimo de poder de Nicolás Maduro de la futilidad de estos cálculos políticos, dados los inmensos beneficios personales, corporativos y nacionales que obtendrían sus enemigos al desalojarlo del poder, que se multiplica exponencialmente si se produce una invasión militar a gran escala.
A diferencia de Manuel Noriega y Panamá en 1989, el caso de Venezuela tiene la particularidad de tener la simpatía de muchos gobiernos latinoamericanos y de otros continentes, que obtendrían grandes beneficios inmediatos en lo político y tal vez en lo económico a mediano plazo, como son:
- La desaparición de la fuente de financiamiento de todos los movimientos de izquierda en América Latina y muchos otros países fuera del continente, como sería el caso de Palestina, Siria y Líbano, que sufrirían graves traspiés financieros y mediáticos, además de la posibilidad de ser acusados desde Venezuela de lavado de activos y narcotráfico, lo que permitiría a sus enemigos tomar medidas de gran impacto, sin importar la veracidad de dichas acusaciones o no.
- Para el gobierno de Colombia en particular, le permitiría cerrar una zona de guerra total (kill zone) hasta Ecuador y Brasil en búsqueda del exterminio físico de los movimientos y personalidades insurgentes, o de tendencia de izquierda que se oponen al gobierno de Iván Duque, permitiendo deducir que la liquidación de dirigentes sociales y políticos colombianos rebeldes al sistema de dicho país será total y sistemático, dándole a Álvaro Uribe la victoria total que tanto anhela para poner fin al conflicto político de décadas en dicho país.
- Para el gobierno de Brasil, el fin de la administración Maduro es la caída del socialismo latinoamericano, o sea, el Foro de Sao Paulo, dentro de su particular visión religiosa de la lucha entre el Bien y el Mal, permitiéndole certificar con el próximo gobierno las pruebas suficientes y necesarias para proscribir al Partido de los Trabajadores (PT) y terminar de encerrar a Dilma Rousseff y demás ministros, activistas políticos, empresarios y cualquier otro tipo de colaborador de tendencia de izquierda.
- Para las corporaciones internacionales, Venezuela es una oportunidad de ensueños por la existencia de enormes recursos minerales y la 1.300 empresas socialistas desde el nivel nacional al municipal, que al momento de ser fusionadas y privatizadas permiten a una multiplicidad de inversionistas trabajar en todos los sectores existentes en un país que se tiene que reconstruir casi que por completo.
- Para la administración Trump, la salida de Nicolás Maduro sería un triunfo épico que acabaría con la única fuente de financiamiento y resguardo físico de los movimientos políticos que se califican como enemigos del concepto de Occidente que se definen como antimperialistas, anticapitalistas y antiglobalización, dándole a la comunidad cubana de Miami el impulso moral para ir a la búsqueda del fin del gobierno socialista de Cuba.
- Para los gobiernos de Panamá, Perú y Ecuador sería también un gran beneficio, porque implicaría el retorno de millones de venezolanos que no se adaptaron a sus sociedades y economías, mientras que los que sí lo lograron, especialmente los más calificados y de mayor nivel económico, sí se quedarían, generándose un filtrado social de emigrantes por sí mismo.
Con todas estas razones expuestas, es obvio que la salida de Nicolás Maduro es un objetivo irrenunciable para muchos gobiernos extranjeros, independientemente de las razones humanitarias, jurídicas y sociales (que hay de sobra) que tenemos muchos para pedir un cambio político y económico de 180° en los destinos nacionales y que por razones de espacio se tratarán en próximos artículos.
Enfrentados a su inevitable fin, la única posibilidad y alternativa de los integrantes de la administración Maduro es hacer control de daño y evitar el choque militar que, además de ser imposible de ganar por razones militares y financieras obvias, llevaría a la aniquilación jurídica y política de todo el sector político oficialista, debido a las naturales represalias de inhabilitaciones políticas y persecuciones judiciales que se desatarían a nivel mundial, por lo cual solo queda la opción de la rendición negociada, mientras no ocurra ningún incidente trágico y fortuito que lleve a la violencia y el desenlace militar.
Es importante señalar que un conflicto militar implicaría la muy probable desaparición corporativa de las Fuerzas Armadas como ocurrió en Panamá, cambiando la esencia de la cultura política venezolana, si se produce la desaparición de un actor político y social que es hermano mellizo de la República desde 1830, por lo cual es el sector militar el que mejor tiene que pensar en las consecuencias de las decisiones a tomar en los próximos días de esta crisis política.