COLUMNISTA

Vamos mal

por Alberto López Núñez Alberto López Núñez

Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, ignorante, sabio o chorro, generoso o estafador. Todo es igual, nada es mejor. Lo mismo un burro que un gran profesor”. «Cambalache«

El grave problema de Colombia es la crisis de valores en que se vive. Puse como epígrafe de esta nota un verso del tango «Cambalache», porque no encontré algo mejor para describir la situación colombiana actual, pero resulta que Enrique Santos (el compositor argentino, no el comunista drogadicto bogotano) se quedó corto; él describía una grave situación en la que “es lo mismo ser derecho que traidor”. En la Colombia actual ya no es lo mismo ser justo que narcoterrorista, corrupto o violador de niños, es considerado mejor esto último. El trabajador, honesto, defensor de las instituciones va preso; el corrupto, narcoterrorista, violador de menores, obtiene el Nobel de la Paz o le regalan curul de senador o representante, o es nombrado fiscal (Montealegre) o magistrado de las Altas Cortes.

La gran meta de Colombia hoy debe ser eliminar de raíz el “régimen” narcoterrorista que domina de facto la Colombia últimamente. Es el “régimen” denunciado por Álvaro Gómez, pero transmutado en un narcoestado. Sí, da pena decirlo, pero Colombia es hoy en día un narcoestado, el cartel narcoterrorista más grande del mundo domina hoy casi todas las instituciones del Estado, principalmente los poderes Legislativo y Judicial. O se resuelve esto ya, o muy pronto seremos un Estado fallido, involucionamos a finales de siglo pasado.

En ningún otro país del mundo (mucho menos en países celestinos del narcoterrorismo como Suecia, Noruega, Alemania o Reino Unido), se firmaría un acuerdo de entrega del país al narcoterrorismo. Aún peor se instauraría este por medio de la violación del resultado de un plebiscito, a través de un procedimiento legislativo inconstitucional y finalmente se impone una Constitución de hecho, esto es dictadura.  Nada nos distingue de Cuba o Venezuela. Ni siquiera en la violencia. Según el Crisis Group, en 2017 hubo por causa del conflicto entre grupos ilegales 1.164 homicidios (en un país en la paz de Santos, en el tal posconflicto); en Venezuela, un país prácticamente en guerra civil, hubo entre abril y julio de 2017, 167 homicidios por parte de la tiranía según AI.

Pero esto es poco. Uno de los más allegados al presidente Duque se disgustó conmigo porque en un tweet señalé que este es un presidente virtual. No veo en realidad mucha diferencia entre Guaidó y Duque, ambos detienen la legitimidad popular y democrática, pero ambos están maniatados por la misma tiranía narcoterrorista, pues en ambos países es el Cartel de los Soles, las FARC y el ELN quienes mandan de verdad. Allá al desnudo por medio de la instauración de un régimen totalitario sin vergüenza, acá más sutil, con disfraz democrático, pero sigue siendo el “régimen” que denunciaba Álvaro Gómez. Repito: el narcoestado del Cartel de los Soles, las FARC y el ELN conforman la dictadura narcoterrorista en Colombia. Con la ayuda de casi todos los partidos, desde la extrema radical de UP, MP, Colombia Humana, pasando por los de la izquierda tradicional el Polo y los Verdes, pero también de los Liberales de Gaviria y el Cambio Radical de Vargas Lleras. Todos ellos están confabulados para perpetuar la dictadura del narcoterrorismo que implantaron Santos y Timochenko.

El “cambalache” colombiano es tan profundo que el Partido Conservador tuvo como precandidato a uno de los principales defensores y socio de las FARC y el CD tuvo como precandidata a una confesa marxista. No hay ninguna coherencia ideológica y esto agrava la crisis de valores. Los colombianos votamos por el No y elegimos a Duque para superar tan grave estado de cosas. Queremos acabar con la dictadura del Farcsantismo. Lamentablemente, no vemos voluntad política para que esto se haga factible. Es inconcebible que el presidente Duque se mueva para interceder por magistrados narcoterroristas ante el gobierno estadounidense, pero no mueva un dedo en defensa de Andrés Felipe Arias, eliminando el pedido de extradición luego de la orden del CDH de la ONU. Como bien lo dice Arias, si esta orden hubiese sido para un izquierdista al otro día la hubieran acatado; pero como es para un demócrata de derecha no hay nada, es el doble rasero de la justicia bajo el mando del narcoterrorismo.

La impunidad que acaba de conceder la JEP al criminal de lesa humanidad, narcoterrorista y violador de menores Santrich, demuestra que el Acuerdo Santos-Timochenko le entrega el país a las FARC, en un principio estaba de acuerdo que por vía legislativa se modificase, para acabar con esa impunidad y otros graves defectos, ya está demostrado que esa hazaña es imposible y ahora le doy la razón a Fernando Londoño, hay que hacer trizas ese acuerdo. La JEP es el brazo jurídico de las FARC, esta sigue con la combinación de todas las formas de lucha, ahora en condiciones más favorables, pues tienen una fachada legal, financiamiento estatal, pero sigue siendo narcoterrorista, el aparato subversivo, narcotraficante y violador de menores sigue intacto, con el seudónimo de “disidencias” no han entregado ni una hoja de coca, ni gran parte de su armamento, incluido los misiles, y la lista de bienes es una mofa a las victimas registrando solo botas, palas y vasenillas.

Dado que el “régimen” no se ha movido para cambiar este estado de cosas, se necesita con urgencia un líder que promueva el referéndum que ratifique la voluntad popular de no aceptar el Acuerdo de entrega del país a las FARC. Lo ideal para esto es que Uribe y Duque rectifiquen sus posiciones conciliatorias con el narcoterrorismo y se aboquen a esta vital tarea, si no, alguien tiene que surgir para movilizar al pueblo para ese muy necesario referéndum. De no surgir, este sería el último período plenamente democrático del país, pues en 2022, debido al hastío popular ante la dictadura narcoterrorista,surgiría un líder populista, estilo Bolsonaro, que implante una saludable rectificación del camino, o caería en los cantos de sirena del criminal Petro, que instauraría el socialismo del siglo XXI en Colombia. No me equivoqué en Venezuela en los noventa, espero equivocarme con Colombia ahora, pero la excusa de que Colombia no es Venezuela, como se decía que Venezuela no era Cuba, no se vale.