COLUMNISTA

¿Vamos a entregarnos al comunismo?

por Alberto López Núñez Alberto López Núñez

El comunismo en su versión neoestalinista del socialismo del siglo XXI ha venido dominando la escena política latinoamericana de este siglo. Así como fue un error creer que con la caída del Muro de Berlín se acababa el comunismo, pues allí estaban Fidel y Lula para resucitarlo. El giro a la derecha reciente en el continente no determina la derrota del socialismo del siglo XXI, el comunismo tiene un largo arsenal defensivo para sus tiranías como lo demuestran Cuba, Nicaragua, Bolivia, Venezuela y Colombia.

Colombia fue uno de los primeros sueños de Fidel, instauró y financió por décadas las oprobiosas guerrillas en sus diferentes versiones, todas con un común denominador: marxistas, genocidas y a partir de los 70 narcoterroristas. Así como con la caída del Muro de Berlín, se impulsó la estrategia de la toma del poder a través de las instituciones democráticas, en Colombia, una estrategia paralela fue utilizar la paz para la toma del poder.

¿Qué está haciendo el comunismo para acumular a Colombia dentro de la lista de países dominados por la férula marxista-leninista?

  1. En lo militar: continuar la guerra de guerrillas a través del acuerdo de paz, firmado por Santos y Timochenko, y que significa la entrega de Colombia al narcoterrorismo. Las FARC conservan casi intactos su poder territorial, su armamento, sus negocios ilícitos, bajo la forma de disidencias, mientras el partido FARC se disfraza de jugar a la democracia, es el culmen de la combinación de formas de luchas. Paralelo a esto se ha implantado un discurso y una actitud benevolente en el seno de las Fuerzas Armadas, las cuales no se atreven a enfrentar al enemigo como tradicionalmente se venía haciendo.
  2. En lo político: se está siguiendo al dedillo la cartilla del Foro de Sao Paulo: promoción de la antipolítica y del desgaste de las instituciones democráticas; cooptación de las instituciones políticas y de la sociedad civil; estimulación de estados de violencia y protesta continuada; creación de partidos y movimientos disfrazados de democráticos para la toma del poder político por la vía electoral.

Además, en Colombia a través de la Constituyente de La Habana se instauró una nueva Constitución, que implementa un cogobierno entre los demócratas y los narcoterroristas, se les aseguró impunidad, elegibilidad y continuación de sus negocios ilegales a los narcoterroristas y, finalmente, se creó una justicia paralela para asegurarles la impunidad a los narcoterroristas. Como si esto no fuera poco, todo esto se hizo vía la instauración de una dictadura que desconoció el mandato popular vía plebiscito y legitimó ese desconocimiento por procedimientos parlamentarios ilegítimos avalados por una Corte Constitucional narcoterrorista.

  1. En lo social: el Farcsantismo por medio de la corrupción se enquistó en la mayoría de instituciones de la sociedad civil, desde gremios hasta sindicatos, desde asociaciones profesionales hasta juntas comunales. Impera el discurso de lo políticamente correcto, se tapa todos los grandes fraudes al erario y en general, en nombre de la “paz” farcsantista, se tolera los más oprobiosos vejámenes a la legalidad, los valores, la libertad y la democracia.
  2. En lo cultural: se sigue la doctrina de Gramsci de la lucha cultural, tomar la superestructura antes de la toma del poder. Existe una casi dictadura marxista en las instituciones culturales (Marxismo Cultural) tema analizado en nuestro anterior artículo.

¿Qué se ha hecho para enfrentar este estado de cosas? Prácticamente nada, el pueblo ha estado más a la altura que sus líderes. En el plebiscito y en las elecciones ha demostrado una férrea voluntad democrática. Pero los líderes se han achicopalado ante la estrategia comunista. Al igual que en Venezuela el liderazgo democrático perdió dos décadas tratando de enfrentar a la tiranía comunista por medios democráticos, y cuando quiso reparar el error quizás ya fue muy tarde. En Colombia llevamos 9 años resignados ante la ofensiva de toma del poder por el narcoterrorismo comunista.

No se puede dialogar con narcoterroristas, no debemos caer ante la trampa del camuflaje de totalitarios bajo banderas comunistas, no debemos permitir la entrega del país al narcoterrorismo. Se debe enfrentar con firmeza la contumacia comunista.

Es hora de que el liderazgo (y no solamente el político) se despabile y enfrente a la amenaza del totalitarismo del siglo XXI como debe ser: convocando al pueblo a derogar todo lo que se haya hecho en contra la legitimidad republicana, manteniendo lo esencial para proteger a los desmovilizados y resarcir a las víctimas.

El pueblo colombiano le increpa al liderazgo: ¿Vamos a entregarnos al comunismo?